La democracia argentina está a punto de cumplir 40 años, ha pasado largamente la mayoría de edad, pero es un eterno adolescente. En una sociedad del siglo XXI adonde se premia a la juventud y se desprecia al mundo adulto, la democracia argentina se niega a crecer.

Desde el año 1983, cuando el presidente aseguraba que con la democracia se “come, se cura y se educa”, pasaron 21 elecciones. Inédito en la historia argentina. Mucho tenemos que felicitarnos todos por este logro. Y mucha vergüenza nos tiene que dar, que aún en el siglo XXI, la comida, la salud y la educación, a pesar de su gratuidad no es universal realmente.

El 1 de marzo de este 2022, el Presidente de la Nación inauguró las Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación. Es el discurso más importante que los presidentes brindan a los legisladores y a la ciudadanía todos los años. Alberto Fernández no se privó de una pulsión presidencial permanente de la Argentina: la herencia recibida, en su nueva versión “ah, pero Macri”, a pesar de cumplir casi ya 3 años de gestión. Ese gesto lo hicieron todos y cada uno de los presidentes (a excepción de Cristina Fernández, que heredó el lugar de su marido); la culpa es del anterior, pero (buenas noticias) estamos ante un momento histórico de reconstrucción.

Este año la culpa no sólo fue del gobierno anterior, sino también del Poder Legislativo y el Poder Judicial. Envalentonado con la cercanía de la vicepresidente a pocos metros de los miembros de la Corte Suprema les dijo “Déjenme hacer una observación. En el mes de enero los servicios de telecomunicaciones registraron el mayor aumento de precios. Eso fue posible porque algunos jueces dictaron medidas cautelares en favor de empresas prestatarias del servicio e impidieron la aplicación del decreto que declaraba servicios públicos a la telefonía celular, internet y la televisión por cable o satelital" Y continuó: "A casi dos años de dictadas esas medidas cautelares no se expiden sobre el diferendo ni los tribunales que las dictaron ni la Corte Suprema que añeja la cuestión en algún armario. Esto que acabo de describir no es otra cosa que un acto de complicidad judicial con el poder económico". Esto es, la responsabilidad no sólo es del pasado, sino de los otros poderes, a excepción del Poder Ejecutivo, es decir, él.

El bloque del PRO, fiel a su escenario de nacimiento, luego de sacarse decenas de selfies y tuitear compulsivamente, sintió que sus fibras más íntimas fueron dañadas al ser criticados por su responsabilidad ante el endeudamiento con el FMI. Sobreactuadamente, se levantaron del recinto, se sacaron una última selfie, e indignados no podían seguir escuchando al presidente. Fueron por más, la indignación no sólo fue para Alberto Fernández y las caras de la Vicepresidente, sino hacia el Diputado Facundo Manes, que decidió cumplir con parte de su trabajo. El Senador de Chubut, Ignacio Agustín Torres (recibido en la UADE y que desde los 20 años trabaja para el Estado), acusó al neurocientífico: “Habla mucho del cerebro, pero lo usa poco”. Quizás el PRO buscó vengar el castigo de no recibir el atributo presidencial de la Presidente Cristina Fernández, que se convirtió en el primer mandatario de la historia en no ir a la asunción de su sucesor.

La Unión Cívica Radical, el partido más antiguo del país, es decir el de mayor capacidad de supervivencia, se quedó en el recinto, atento a todos los rincones por tener cientos de módulos (trabajo para militantes) y no perderlos. Institucionalistas como nadie, negociadores como pocos.

El bloque de izquierda estaba ansioso por que el discurso termine y hacer la Conferencia de Prensa en donde acuse al capitalismo mundial, al FMI y a los personeros locales de no aplicar la Dictadura del proletariado, que Marx hablaba en Alemania de 1848.

En definitiva, la democracia cumple 40 años, pero está en pantalones cortos, tan cortos como las miradas de sus dirigentes. Esto explica la lejanía entre representantes y representados. La vida argentina sigue, a pesar (a partir) de la política. La grieta no es ideológica (ojalá lo sea), grieta es de aquél que el lunes se levanta a trabajar, independientemente de lo que pasó el 1 de marzo, y un recinto cuyo cuerpo no sabe o no recuerda lo que es levantarse temprano para ir a trabajar. Tan, tan lejos de sus representados, que ni comprenden lo que es tener hacerse de una SUBE o tener un turno para un pediatra en un hospital público.

"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero nada teníamos, íbamos directamente al cielo y nos perdíamos en sentido opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, en lo que se refiere tanto al bien como al mal, solo es aceptable la comparación en grado superlativo". Así terminó el discurso presidencial… Quizás lo más parecido a nosotros.

*Licenciado en Ciencia Política. Docente e Investigador de la UBA/USAL/UAI. Autor de varios libros sobres Sistemas Electorales. Autor de “Buenos Aires es cosa de Barones”. Twitter: @GusGonzalezok