Un presidente disociado, un gobierno desquiciado y su legado de anarquía
Milei enfrenta la peor crisis desde que llegó a la Rosada y expone su única herramienta para afrontar realidades adversas: la negación y el fingir demencia. El Gobierno quebrado que regala dólares y se entrega a Trump para llegar a las elecciones, mientras sus funcionarios le festejan el delirio rockstar al presidente. El ridículo pedido de reimpresión de boletas se suma al desconocimiento al Congreso y no cumplir leyes en la clave estructural del experimento libertario: la ruptura de toda norma y el imperio de la anarquía.
Javier Milei tuvo su fiesta de 15. Una más. Su show en el Movistar Arena redobló la apuesta de eventos previos y similares, en los que la performance circense del presidente buscó llevarse la marca de la opinión pública y tapar baches políticos y económicos de su gestión. En una muestra más de su desmesura y su recurso único y permanente de retrucar en todas las manos, esta vez no fueron dos canciones las que cantó, como en el antecedente del Luna Park el año pasado. Milei ladró nueve temas en un atentado a la música patético y sin precedentes, sólo imaginable para una persona totalmente desconectada de la dura realidad que atraviesa el país.
Ahí hay un primer punto de entrada para pensar en el insólito espectáculo de ayer. Cuando Milei cantó dos temas de La Renga en la presentación de su libro “Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica”, en mayo del 2024 en el Luna Park, el contexto era otro. El Gobierno comenzaba lentamente a estabilizar la crisis por la brutal devaluación de diciembre del 2023 y por el inicio del “ajuste más grande de la historia”, y aunque las resistencias estaban, basta recordar la monumental marcha universitaria de abril de ese año, la promesa libertaria aún surgía efecto en buena parte de la sociedad. Casi un año y medio después, con una crisis económica en loop, escándalos de corrupción y narcotráfico encima, y fuertes derrotas electorales en casi todos los comicios provinciales del año, Milei necesitó multiplicar por cinco la cantidad de canciones para que se hable de cualquier cosa menos de la realidad.
No lo logró. Hasta en eso el outsider libertario devenido en resaca de la casta parece haber perdido su ángel. El papelón del Movistar Arena no fue celebrado por nadie. Horas después de la función de circo el narco Fred Machado dio declaraciones radiales en las que dejó mensajes entre líneas dirigidos al presidente. Milei será el responsable de firmar la extradición que en las próximas semanas podría firmar la Corte, y el condenado dejó en claro que tiene muchas más cosas para contar de las que ya se conocieron. Las noticias siguen siendo el narco escándalo del candidato caído José Luis Espert, las especulaciones sobre vinculaciones del propio Milei con el tema y la falta de anuncios concretos sobre los dólares yankis mientras las reservas del BCRA se desangran día a día.
Milei pasó en tres días de sostener contra propios y extraños la indefendible candidatura de Espert, a aceptar su renuncia pero resaltando la “honorabilidad del profe” y los “chimentos de peluquería” en su contra, a transmitir en vivo ensayos para su show en momentos en los que debería estar gobernando la crisis que atraviesa el país, a ladrar como un desaforado durante un par de horas en un tiempo crítico de su Gobierno y de la nación. En todos esos movimientos hubo un rasgo común, que marca al presidente como ningún otro: la negación de la realidad.
Negar las conexiones narco de Espert con Fred Machado probadas por la justicia estadounidense; negar la crisis política actuando como un rockstar en su prime; negar el fracaso de su modelo, marcado por los datos económicos que exhiben un desplome de la economía, los salarios, el consumo y el empleo; negar la muerte de un perro, prohibiendo cualquier conversación sobre ello y hablando de él como si siguiera vivo. “Soy humano, aunque no parezca”, dijo ayer Milei autoelogiándose frente a sus fanáticos, negando que su imagen personal cae mes a mes perforando todos los pisos.
Milei es un presidente disociado, un individuo que vive con la disociación a mano como recurso frente a cualquier contexto en el que la realidad no se ajuste a sus fantasías. La disociación se define como una desconexión entre la conciencia, la identidad, la memoria y la percepción, que actúa como un mecanismo de defensa ante un trauma o estrés abrumador. ¿Se tratará en el presidente de un rasgo producto de un pasado de violencia y bullying en su contra del que tuvo que aprender a disociarse, negando muchas veces su propia realidad como método de supervivencia?
En el Movistar Arena quedó en claro también que Milei canta como gobierna: mal, a los gritos, agresivo y monocorde. El presidente no tiene más que un registro, sobreactuar potencia y poder ante sus carencias evidentes en múltiples aspectos determinantes para un gobernante, como la estabilidad y la calma, la capacidad para construir acuerdos, el raciocinio y la posibilidad de la rectificación frente a decisiones equivocadas. Esto de ir para adelante como una locomotora o un caballo loco en algún momento fue un diferencial positivo frente a presidentes anteriores como Macri o Fernández, que quedaron marcados por ciertas indefiniciones, idas y vueltas en el ejercicio del poder. Con la crisis económica creciendo, esa naturaleza de Milei ya pasó de ser una fortaleza a una gran debilidad. Dicho de otra forma que también quedó evidenciada anoche, Milei canta incluso peor que Alberto Fernández.
Esta impronta presidencial derrama en un gobierno totalmente desquiciado. Funcionarios de primera plana entregados a la fiestita de 15 de Milei mientras el país se incendia son sólo un botón de muestra. El “coloso” Sturzenegger acompañando un ensayo el mismo día de la renuncia del primer candidato oficialista. El diputado que reemplazará a Espert en la comisión de presupuesto tras su escándalo narco tocando la guitarra con la banda presidencial. El posible nuevo primer candidato sonriendo como bufón en el público frente al lamentable espectáculo, rodeado de todo un gabinete que debería estar abocado 24/7 a volver a encender la economía nacional que apagaron y que lleva penurias a la mayoría de los hogares argentinos. Toda una exhibición de cómo la irracionalidad de Milei imprime la gestión de gobierno más alejada del sentir popular al menos de las últimas décadas.
El desquicio gubernamental tiene traducción en números. El modelo económico de Milei y Caputo llevó a lo que los economistas Martín Pollera y Mariano Macchioli del Grupo Atenas definieron como una “glaciación productiva”: entre diciembre del 2023 y julio de este año cerraron 16.322 empresas, a razón de 28 cierres por día en promedio, y se perdieron 236.139 empleos formales, lo que equivale a 408 despidos o ceses diarios.
La flexibilización laboral vía Ley Bases, que venía a facilitar la contratación y el empleo registrado según el oficialismo, generó todo lo contrario. Un informe de la UBA reveló que la informalidad laboral en Argentina llega al 43,2%, el valor más alto registrado en 17 años. A su vez, expuso que los asalariados informales cobran un 44% menos en promedio que los trabajadores registrados. Con el poder adquisitivo por el piso, el endeudamiento de las familias argentinas aumenta a una velocidad preocupante y ya marca el peor nivel desde 2018.
El esquema artificial de dólar planchado para contener una inflación reprimida le costó en la última semana casi 1500 millones de dólares a la administración nacional, monto que en realidad puede entenderse por duplicado: primero, por lo que el Estado dejó de percibir con la eliminación por unos días de las retenciones, y luego por lo que el Tesoro vendió para que el tipo de cambio no rompa el techo de la banda. Todo lo que está atado con alambres depende, en última instancia, de un nuevo salvataje externo de los EEUU, que si llega durará lo que duró el nuevo crédito del FMI antes que Caputo y sus amigos se lo fugaran.
Nada hace sentido en el gobierno libertario, y ese quizás sea su rasgo identitario. Cuando el terremoto pase, tal vez el único legado que busquen dejar sea el de la anarquía. El topo que vino a destruir el Estado desde adentro cumple una tarea eficaz mientras la sociedad asiste atónita a su show burdo y desafinado. Mientras tanto avanza la desregulación, el viva la pepa y que se salve quien pueda.
La intención del oficialismo de reimprimir las boletas bonaerenses para la elección del 26 de octubre es un emergente de esta lógica. El presidente eligió poner de primer candidato a un dirigente acusado de tener vínculos con el narcotráfico, vínculos por demás probados desde hace años. Cuando el escándalo estalló, el presidente decidió sostenerlo contra viento y marea, incluso cuando su núcleo íntimo le pedía soltarle la mano. Finalmente, el detonante de encuestas que mostraban a LLA casi 20 puntos abajo del peronismo en la PBA convenció a Milei de que su capricho era impracticable.
Pero ahora los libertarios más locos del mundo, que sostienen que no hay plata para el Garrahan, las universidades o las personas con discapacidad, pretenden que toda la sociedad pague ese capricho de Milei en una reimpresión de boletas que costaría unos 10 millones de dólares. Párrafo aparte para el plot twist de la Boleta Única de Papel, que el oficialismo vendió como un avance democrático, que terminaron siendo más costosas que el sistema tradicional y sin la cual este problema hubiera sido mucho menor.
La pretensión oficialista sólo confirma su carácter anárquico y de destrucción de toda regla establecida. Si la justicia avalase el pedido por la reimpresión se abriría un antecedente muy peligroso. ¿Qué pasaría si en otra ocasión cualquier otro candidato de otra fuerza se baja de una elección por cualquier motivo? ¿Tendría el mismo peso si se bajase un candidato de una fuerza menos representativa que LLA? ¿Sería democrático que se trate el caso actual de la renuncia de Espert con una vara distinta a cualquier otra baja, por cualquier motivo, de cualquier fuerza y en cualquier momento?
Evidentemente el pedido del Gobierno pone en riesgo el normal desempeño de las elecciones y representa un riesgo para la democracia. Pero eso tampoco es una novedad para un oficialismo que llevó adelante una cuasi reforma constitucional por decreto con el DNU 70/23; que modificó miles de leyes en el tratamiento express y escandaloso de la Ley Bases; que derogó miles de normas a partir de las facultades extraordinarias que le entregaron al Ejecutivo; que no respeta la voluntad del Congreso de la Nación y se niega a cumplir leyes cuando las cámaras le votan en contra; que sostiene todo ese autoritarismo con una base represiva, física y simbólica, contra cualquier que osea plantear alguna disidencia.
Milei y La Libertad Avanza vinieron a destruirlo todo y sembrar la anarquía. Así funcionan muchas de las sociedades que la derecha conservadora argentina mira como ejemplo y desea, sociedades en las cuales los poderosos no deben acatar reglas y simplemente ejercen su voluntad por sobre mayorías empobrecidas y sin poder de incidencia en el destino común de su país. Por esto el rezago sustancial de Milei y su gobierno es atacar a la verdad, negar cualquier tipo de realidad evidente que no se ajuste a su visión, sin importar cuánta evidencia exista. Por eso atacan a la educación, a las universidades, a la ciencia, al periodismo, porque todo agente capaz de producir alguna verdad que contradiga la fantasía oficialista es una amenaza para la imposición de la anarquía que impulsan. Sin verdades comunes no hay reglas comunes, y sin reglas comunes, en el imperio de la anarquía, sólo ganan los poderosos.
Milei se disocia de la realidad que sólo le devuelve el fracaso de su gobierno mesiánico e ineficiente. El séquito de fanáticos y oportunistas que lo siguen desde el oficialismo componen una gestión desquiciada que empuja sin pausa a la Argentina a la peor crisis en décadas. La anarquía y la tierra arrasada asoman como legado de un experimento con el que la sociedad intentó castigar a un sistema político descompuesto, pero que en lugar de la renovación prometida sólo trajo la peor versión de todo lo anterior. Las urnas dictarán sentencia en 19 días y habrá que leer en sus resultados algún reflejo de autopreservación de la sociedad argentina, o su decisión por seguir caminando al precipicio.