El arribo de Sergio Massa a la Rosada a modo de superministro de Economía no sólo implica un relanzamiento del gobierno de Alberto Fernández, sino también, en paralelo, el fin del sueño de su proyecto de autonomía, del tan mentado y nunca concretado albertismo. La salida in-extremis del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, es el síntoma final de un Presidente rodeado, que deberá afrontar el año y medio que le queda de gestión con un gabinete intervenido por el resto de los aliados del Frente de Todos, uno muy distinto de aquél que diseñó con mayoría de sus adláteres del Grupo Callao. 

Esa organización de cuadros que había sido presentada por el propio Fernández en junio de 2018, precisamente en un café de Callao y Lavalle, aportó los principales ministros que entraron en funciones el 10 de diciembre de 2019. Su máxima expresión siempre fue Santiago Cafiero, paradójicamente el primero en salir como Jefe de Gabinete hacia la Cancillería, luego de la derrota electoral del oficialismo el año pasado. Le siguieron Matías Kulfas (ex ministro de Producción), Sabrina Frederic (Seguridad), como los más resonantes. Si bien Martín Guzmán llegó recomendado por la CEPAL, su sintonía con las ideas de ese espacio resultaron en un match instantáneo, como si siempre hubiera sido parte del equipo. 

Un super-Massa, un mini-Alberto

Ya la renuncia de Guzmán, por sus formas y su ausencia de cualquier atisbo de tiempismo político, auguraba a un Presidente en soledad. Alberto Fernández lo había sostenido durante meses contra viento y marea, y había sido su escudo frente a los ataques permanentes de Cristina y el propio Massa, entre muchos otros. Pero Guzmán no hizo lo mismo con él y se fue, igual que Béliz, pegando un portazo, dando a entender un ánimo generalizado de frustración y abandono. 

Béliz, entre las funciones clave que se le conocían, tenía dos muy importantes: interlocutaba con varios de los sectores clave que dentro del Frente de Todos sostenían el proyecto político de Fernández, como la CGT y los Movimientos Sociales, y estaba a cargo, en el frente externo, de conseguir dólares frescos de los organismos multilaterales de crédito como el BID o la CAF, con varios de cuyos funcionarios había conseguido entrar en contacto durante sus años de exilio en los Estados Unidos. Ésa última tarea, que había entrado en una crisis y redundado en un fracaso durante las últimas semanas, habría sido la excusa para irse. 

Si bien no pertenecía al Grupo Callao, su cercanía permanente con el Presidente lo había convertido en este tiempo en uno de sus alfiles fundamentales. Que se haya ido vociferando "Que Dios los guarde" puede traducirse como “¿quién será el último que apague la luz?”. 

Fernández, de aquél grupo original de diciembre de 2019 que puede contar como propio, sigue contando con la Secretaria Legal y Técnica de la Presidencia, Vilma Ibarra, el subsecretario general de la Presidencia, Miguel Cuberos, el antropólogo y “asesor” presidencial, Alejandro Grimson, y la subsecretaria de Relaciones Parlamentarias, Cecilia Gómez Mirada. También Juan Manuel Olmos, una de sus manos derechas, un histórico del PJ porteño. Frederic trabaja hoy como titular de Cascos Blancos. Habrá que ver qué sucede en la reestructuración con Santiago Cafiero y su vice en cancillería y cofundadora del Grupo Callao, Cecilia Todesca Bocco. La secretaria de Gestión y Empleo, Ana Castellani, depende de qué funciones absorba Massa en su nuevo superministerio. 

Un super-Massa, un mini-Alberto

Esa flaqueza política contrasta con la armada con la que desembarcaría Massa, quien traería consigo funcionarios para hacerse cargo de Producción, Trabajo (se iría Claudio Moroni), Agricultura (se iría Julián Domínguez), Transporte y la AFIP (Mercedes Marcó del Pont reemplazaría a Béliz). Fernández estaría rodeado, también, por el cristinismo, que maneja otros resortes clave de la gestión como Anses, el PAMI, la Secretaría de Energía y el Ministerio de Interior. El jefe de Gabinete tampoco le responde políticamente: Juan Manzur quizás haya sido su peor apuesta personal en sus tres años de gestión. 

Así las cosas, bien vale recordar aquella última expresión política del Grupo Callao como tal, a principios de marzo de este año. Aquella vez fue en apoyo al acuerdo con el FMI, que provocó una ruptura semanas más tarde en el Congreso con Máximo y Cristina. “La reconstrucción argentina está en marcha. Tiene un rumbo. El acuerdo con el FMI es indispensable para cerrar el capítulo del endeudamiento irresponsable y consolidar esta etapa de desarrollo e inclusión social”. Nunca más volvieron a pronunciarse.