En el año 2007 comenzó una investigación judicial, a partir del testimonio de un grupo de ex combatientes de la Guerra de Malvinas, sobre torturas a jóvenes soldados por parte de sus propios superiores. 

Quince años después, alrededor de 180 personas ya declararon como víctimas o testigos de las vejaciones perpetradas por oficiales de altos rangos, 130 militares argentinos están imputados por esos crímenes de Lesa Humanidad, 3 de ellos están procesados y otros 20 tienen llamado a indagatoria. Cuatro décadas después, no hay ningún condenado. 

Los testimonios dan cuenta de las múltiples prácticas de torturas empleadas: estaqueamiento, picana con teléfono de campaña, sumersión en agua helada, golpes, hambrunas, vejaciones y enterramientos en barro, agua helado o nieve. La metodología del horror que aplicaban los militares durante la última dictadura cívico-militar no se circunscribió al continente, en cambio, también tuvo lugar en las Islas donde los jóvenes combatientes no sólo tuvieron que afrontar los horrores de una guerra desigual, sino también las torturas por parte de sus propios oficiales. 

Durante el conflicto bélico que duró 74 días, murieron un total de 649 argentinos pero las heridas siguen abiertas hasta el día de hoy entre los que volvieron. A cuarenta años de la guerra, más de 600 ex combatientes se quitaron la vida y alrededor de 2.300 fallecieron por causas post Malvinas. 

A 40 AÑOS DE MALVINAS - YO TAMBIÉN HABLO

Entre los relatos de los sobrevivientes pueden encontrarse muchas de esas causas, que en varios casos no están solamente vinculadas a hechos de combates con el ejército enemigo sino con la violencia ejercida por sus propios superiores.  "El Subteniente me manda a estaquear, a desvestir, me sacan todo el equipo, el armamento. Junto a mi estaban dos soldados estaqueados. Me pone una granada en la boca, me manda a poner un lazo de carpa alrededor del cuello para que tuviera la cabeza agachada y una estaca en los testículos atada con el lazo para que no me moviera", cuenta una de las víctimas que declaró en la causa. 

Las torturas narradas tienen varias formas, pero todas tienen un punto en común: el hambre. “Cuando llego a Puerto Argentino pesaba alrededor de 60 kilos y cuando nos fuimos de Malvinas pesaba, con los cuatro cargadores que tenía encima, ropa y botas, alrededor de 36 kilos", detalla otro ex combatiente. 

"Durante todo el período de la guerra sufrí mucho el frío y principalmente hambre. Fui
maltratado, vejado, torturado y estaqueado durante la guerra de Malvinas y los días posteriores
, que fueron cometidos por un Cabo del Ejército, quien era el Jefe de grupo de la primera línea", agrega.

"Aproximadamente a los 15 días de haber arribado a Puerto Yapeyú, comenzaron las torturas. Te apuntaban con el FAL, con la pistola en la boca, y nos decían: 'tenés hambre, abrí la boca' y nos apuntaban, también nos daban patadas. No comíamos y el frío no se aguantaba. A los 20 días no teníamos fuerza para caminar, faltaba comida y hacía frío", narra otro sobreviviente. 

Las torturas no sólo dejaron secuelas psicológicas, sino también físicas. "El estaqueo siempre consistía en que colocaban tu cuerpo semi desnudo boca abajo y atado de manos y pies; todo eso con mucho frío, viento, lluvia y durante muchas horas. El responsable del Cabo era un Subteniente, y el Jefe de Compañía era un Teniente Primero. Muchas veces me golpearon dejándome la cara ensangrentada. Todas estas situaciones de maltrato me trajeron consecuencias graves en la salud física y psicológica que sufro hasta el día de la fecha", describe uno de los testimonios recopilados en un informe que realizó la Comisión Provincial por la Memoria. 

Una herida abierta y sin Justicia: Torturas y crímenes de Lesa Humanidad contra los soldados

"Un día decido ir a buscar comida y me escapo al pueblo. Consigo la comida entre la basura. Cambié el reloj que tenía y me dieron panceta, latas... Cuando llego a mi posición, me estaban esperando el Subteniente, el Sargento y el Cabo. Ahí mismo, cuando me ven venir, el Subteniente, el Sargento y el Cabo me agarran y me meten la yerba que traía toda en la boca, para ahogarme", expresa otra víctima.

"Me llevan a la posición del Subteniente donde veo que tiene toda la comida que traía. Me hacen tirarla, la mezclan con mierda humana y me hacen comerla, comenzando a pegarme", describe. "Me deforman la cara de los golpes: me golpean con el fusil FAL en una de las costillas, me quiebran tres costillas y la clavícula y casi pierdo el ojo derecho.Me hacen caminar por la zona minada ida y vuelta dos veces", relata.

Según las narraciones de cientos de ex soldados, las torturas y los maltratos incluso continuaban bajo fuego enemigo. "Mientras estaban estaqueados había bombardeos: a los soldados que estaban castigados los mandaban a hacer guardia a donde estaban bombardeando", explica un testigo.

"Hasta que un día a la mañana, ya era de día, había sol, sale un avión de la montaña y empieza a bombardear; del grupo que estaba otro Subteniente, de ahí, hasta donde estábamos. Fue un segundo. Bombas por todos lados. Ahí mueren mis dos compañeros que estaban estaqueados. Las bombas les cayeron encima. Murieron al lado mío". 

Una vez finalizada la guerra, los soldados volvieron al continente, pero como cuentan muchos de los sobrevivientes, las torturas, el hambre y el maltrato no terminaron. No fueron recibidos como héroes como les habían prometido, no recibieron asistencia psicológica, tampoco económica, en cambio, los obligaron al silencio. 

"Al volver, nos llevaron a la ESMA. Allí nos hicieron firmar un pacto de silencio, era una
carpeta", expresa uno de las víctimas que declaró ante la Justicia. "Nos decían que no debíamos comentar a nadie lo que había pasado en la guerra, que si comentábamos a algún civil lo ocurrido, íbamos a ser sometidos a un Consejo de Guerra", añade.

"Yo creo que muchos soldados terminaron suicidándose porque no sabían a quién recurrir y dónde contar lo sucedido", concluye.