Lejos quedaron las palabras del presidente Alberto Fernández en la apertura de las sesiones parlamentarias a comienzos de marzo al afirmar que “Iniciamos una renovada batalla nacional por el gas y el petróleo. Los hidrocarburos serán una palanca para el desarrollo productivo de nuestro país”[i]. En gran medida la pandemia transformó dramáticamente estas esperanzas,  proyecciones y expectativas sobre Vaca Muerta.

Las crisis sistémicas como la que atravesamos en el presente imponen cuestionamientos de variada intensidad sobre distintos procesos productivos, como el del megaproyecto Vaca Muerta, cuya virtuosidad no fue mayormente cuestionada por el consenso público. La actividad se encuentra, sin embargo, prácticamente detenida y las empresas ligadas al sector están paralizadas. 

En este contexto es preciso atender a dos inquietudes centrales: ¿Porque importa Vaca Muerta en la agenda pública? Y  ¿es viable y sostenible continuar apostando al proyecto de los hidrocarburos no convencionales?

Vaca Muerta es una formación geológica de 30.000 km cuadrados, ubicada mayormente en la Provincia de Neuquén, una parte en Río Negro, Mendoza y en menor medida en La Pampa. Su  importancia política aconteció a partir del 2011, cuando se logró extraer petróleo y gas no convencional a través de la técnica de la fractura hidráulica. Así, Argentina ingresaba en el escenario mundial como uno de los países con mayores reservas de estos fósiles de difícil acceso.

Tanto para el gobierno de Cristina F. de Kirchner como para el de  Mauricio Macri, la formación Vaca Muerta, proyectada como megaproyecto productivo-extractivo, apareció como una esperanza pública en dos sentidos: como un medio para lograr el autoabastecimiento energético perdido a inicios de los 2000, habida cuenta de una matriz extremadamente dependiente del gas y del petróleo (54% gas natural y un 31% de  petróleo)[ii], y como un esquema de negocios que permitiera la producción de volúmenes destinados a la exportación y la obtención de divisas en un mercado mundial ávido por estos recursos. Hasta el inicio de la pandemia, ciertamente, el consumo mundial de energía se incrementó año tras año y el de gas natural lideró estos ascensos.  

Esta expectativa pública trasciende el nivel nacional y recala fuertemente en el subnacional: la provincia de Neuquén experimentó un aumento del 40% del empleo privado, si bien con oscilaciones, en la última década, propulsado en gran medida por Vaca Muerta. El PBI provincial también sufrió un incremento tentador, quedando en quinto lugar a nivel nacional[1][iii]. Sin embargo, la desigualdad y la falta de acceso a servicios básicos es crítica en el territorio.

En esta fase pandémica del capitalismo se acentúan los problemas económicos y  fiscales, que se conjugan con los cuestionamientos ambientales y sociosanitarios que  las distintas resistencias sociales en los territorios claman por visibilizar, como lo han hecho también algunos organismos financieros. 

Por un lado,  la volatilidad de los precios internacionales genera demandas de los inversores y las empresas hacia los estados nacionales para sostener la rentabilidad. Regulación de precios y otorgamiento de cuantiosos subsidios son instrumentos públicos privilegiados. La inversión estatal también está orientada  a la generación de infraestructura para viabilizar la actividad, implicando significativas erogaciones colectivas. Esto se complejiza aún más si advertimos que la producción de gas y petróleo no convencional en cada pozo cae normalmente entre un 60% y un 90% al cabo del primer año de operación. Precisamente por ello, la actividad es extensiva en el territorio e implica múltiples perforaciones en la búsqueda de ganancias al tiempo que requiere una inversión económica cuantiosa.

En consecuencia, el megaproyecto ha sido resistido por movimientos sociales, organizaciones ambientales y pueblos originarios: debido a la violación de los derechos de estos últimos por  la entrada inconsulta de las empresas a los territorios comunitarios indígenas, por la gran cantidad de agua que consume la técnica de fractura, sus impactos en la contaminación de acuíferos, de los suelos, y del aire - sobre todo por la liberación de gas metano al ambiente que favorece al calentamiento global -, y por la sucesión de sismos de carácter antropogénico.

Cuando la pandemia pase, las advertencias sobre la viabilidad de Vaca Muerta deberían alentar un debate público que interrogue  el consenso favorable a su desarrollo.   

*Investigadora y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y del CONICET. En co-autoría con Juan Acacio (UNLP/ CONICET) 

 

 

[i] https://www.pagina12.com.ar/250357-apertura-de-sesiones-ordinarias-2020-el-discurso-completo-de

[ii] Balance Energético Nacional del Ministerio de Energía y Minería de la Nación, 2017

[iii] https://www.minutoneuquen.com/neuquen/2019/5/15/la-riqueza-per-capita-de-neuquen-en-el-podio-nivel-nacional-144616.html