Los sondeos y encuestas que llegan al bunker albertista de calle México despiertan en ese lugar tantas alegrías como lo hace el perro Dylan en el ánimo de Alberto Fernández. Según un trabajo de la firma Federico González y Asociados el ex Jefe de Gabinete conseguiría el 53.8% de los sufragios en octubre, a centímetros de la marca conseguida en las urnas por Cristina Fernández cuando ganó su segunda elección presidencial. Ese trabajo de campo puede ser leído como sesgado en la base social cambiemita; sin embargo, dicha consultora fue una de las pocas empresas que estuvo cerca de acertar los resultados en los comicios de agosto cuando proyectaron un triunfo de Fernández de doce puntos.

Además, una muestra de campo de la consultora CEOP coloca a Fernández con el 50.6% de los votos en los comicios generales contra el 31.2% de la fórmula Macri- Pichetto. Por último, de acuerdo a la estimación publicada el último fin de semana por la firma Gustavo Córdoba & Asociados, el virtual próximo primer mandatario sobrepasaría la cosecha de votos conseguida por su compañera de fórmula –el mítico 54% alcanzado por CFK en el 2011- al tomar, de acuerdo a sus proyecciones, el 54.4% de las simpatías del electorado.

El abultado triunfo del Frente de Todos en agosto precipitó un escenario político del que no se tiene registro desde el regreso democrático de 1983. La holgada diferencia entre las dos coaliciones principales fuerza tanto a Fernández como a Macri a generar un marco motivacional para no desinflar la dinámica de trabajo de sus equipos de campaña. Tanto la oposición por estar a pasos de sentarse en sillón de Rivadavia, como el oficialismo por ubicarse a meses de hacer las valijas de la Casa Rosada, pueden quedar huérfanos de una meta clara a alcanzar en octubre.

Por lo pronto, Juntos por el Cambio demostró con la movilización realizada el fin de semana su voluntad de construir una épica en la derrota. El Jefe de Gabinete Marcos Peña intenta levantar la moral propia poniendo como horizonte unos objetivos que parecen inalcanzables: reducir la perfomance justicialista por debajo del 45%, y colocarse ellos a menos de diez puntos de Fernández. Podrá verse como un objetivo demasiado cuesta arriba pero, de alguna manera, esa utopía electoral le sirve como combustible al oficialismo en pos de, como dijo el funcionario de medios públicos Hernán Lombardi en su fatídica noche de las PASO, no irse del gobierno “vomitando sangre”.

¿Debería el Frente de Todos construir una nueva meta de llegad a alcanzar en octubre para evitar que su maquinaria de militantes y asesores duerman en una zona de confort contraproducente? ¿Puede funcionar el techo electoral del 54% conseguida por Cristina como una zona aspiracional amigable y motivadora? ¿Es demasiado optimista buscar ese escalón o está dentro de la lógica electoral de dos tiempos, donde aquel candidato que gana en primera vuelta tiende a incrementar su cosecha de votos en las generales?

“La situación de carro ganador es factible que se aplique al actual escenario electoral argentino. Se trata de un fenómeno universal en el campo de la opinión pública que beneficia a todos los candidatos que resultan ganadores en el primer capítulo de una elección continua porque en general suman más votos de segmentos de la población que consideran como un deber identificarse con el vencedor”, comienza diciendo en declaraciones a Diagonales el consultor Ricardo Rouvier. A su vez, el especialista advierte que: “Entonces es factible que Alberto Fernández saque más votos en las elecciones generales y sobrepase la línea del 50% de los votos. Es correcto formula esa hipótesis. Por otro lado hay que tener en cuenta otros factores. En octubre van a votar sectores de la población que no emitieron su sufragio en las PASO, y hay qué ver cómo lo hacen. Pero en general podemos decir que lleva las de ganar el Frente de Todos entre ese nuevo segmento del electorado”.

Por último Diagonales consultó a Rouvier cómo piensa que el oficialismo intentará reescribir su diario de campaña para intentar tocar el corazón de una población que, según el veredicto de las urnas en agosto, está muy irritada con la marcha de las cosas. “El escenario es muy difícil para el oficialismo. Para revertirlo el gobierno va a tratar de dramatizar más su discurso, enunciar más al adversario como partícipe de la corrupción, también van a pedir paciencia y un crédito a la población en el sentido de prometer una mejora de la economía. Entonces, Juntos por el Cambio va a repetir la estrategia electoral que estaba utilizando, pero le va a sumar una capa de dramaticidad. Es previsible que demanden con más ahínco el voto y por ese motivo es que le han dado un rol protagónico en la campaña a Lilita Carrió. La dirigente de la Coalición Cívica va a liderar ese estilo agresivo de campaña, bien melodramático, en la búsqueda de solicitar el voto como una salvaguarda ante el peligro de perder la república y la democracia. Para ello es más que probable que Lilita centre su narrativa en atacar la figura de Cristina Fernández como el supuesto poder principal detrás de la oferta opositora”, concluye Rouvier.