Más de un año transcurrió desde que la editorial Sudamericana empezó a trabajar con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, por iniciativa de ella más allá del entusiasmo de la empresa, en el libro que hoy se presentó en la Feria del Libro, en el predio de la Rural. Cuando la líder de Unidad Ciudadana (UC) empezó a tipear las páginas que compondrían "Sinceramente", todavía no se habían desatado las corridas cambiarias que desangran al Banco Central de la República Argentina (BCRA) y comprometen las chances de Cambiemos en las urnas.

Tal vez por eso, resultaba incómodo para algunos de los precandidatos presidenciales cuando los cronistas les preguntaban si la presentación del material que emula irónicamente los cuadernos del remisero Oscar Centeno constituía un lanzamiento de campaña para la actual senadora por UC. Más situado en el barro de la organización política que en las especulaciones que rodean a un cierre de listas que amenaza con ser infartante, el diputado Andrés "Cuervo" Larroque reconoció dentro del Salón Borges que la puesta era, en definitiva, una demostración de fuerzas.

Sea por la chatura política imperante o el genio de quien fuera electa presidenta dos veces consecutivas, la cita se transformó en un hecho político ordenador en sí. Su efecto debe buscarse no sólo en el tono de la oradora central o el clamor de los asistentes pidiendo que vuelva a convertirse en Jefa de Estado sino en la forma en que sacudió la agenda pública de los últimos días: al decálogo soso que promueve Cambiemos y la contrapropuesta naif de una fracción de la oposición en aras de un acuerdo gaseoso, la ex mandataria convocó, con la excusa del libro como instrumento de debate, a la elaboración de un contrato social.

Antes que tomara la palabra, quienes aguardaban por la ceremonia estallaron con un canto casi de cajón. “Presidenta, Cristina, presidenta”, entonaban alargando la última “a”, mientras arrancaba su alocución con elegancia. Una y otra vez, volvería sobre las razones por las que decidió emprender la escritura del libro, mencionando el consejo inicial de Alberto Fernández, su propia vocación por realizar un aporte a la discusión de la ciudadanía y el amor a su compañero de vida, el ex presidente Néstor Kirchner, y a quien dedicó la obra presentándola formalmente el mismo día que se casaron en el Registro Civil Nº 41 de La Plata pero 44 años después.

Así, cualquier campañólogo diría que la cita reunió los tres atributos que un lanzamiento presidencial requiere: datos duros sobre la marcha económica del país, corrección ideológica para lograr toda la anchura posible con el discurso y un costado emocional, basado en su relación de pareja con Kirchner y la familia que forjó junto a él. “Lejos de plantear enfrentamientos y peleas, es una interpelación a todos, dirigentes políticos, empresarios, sindicalistas, a la sociedad”, explicó en uno de los pasajes nodales, y añadió que los países no están habitados por gente maravillosa que termina conducida por malos dirigentes sino que también se da “un reflejo de lo que hay abajo”.

Sin embargo, llamó a la indulgencia sobre las pifias de cada actor. “Nos movemos con la información con la que contamos o con la que creemos contar o con la que nos quieren contar”, admitió, y discurrió sobre la querella contra los supuestos “vagos” y “planeros”.

El giro verbal radicó en que no condenó a quienes se quejan de la laxitud estatal para con los beneficiarios de los planes sociales. Luego de remarcar que ella culminó su segundo mandato con 207 mil planes vigentes y consignar que el macrismo aumentó esa cantidad hasta los 467 mil, llamó a “comprender” a esos trabajadores que se levantan a las 5 de la mañana y se sacrifican, a su criterio, más que un agente del Argentina Trabaja, por mentar un ejemplo, y por eso condenan a los titulares de esos planes. Otra vez, dato económico, sensibilidad y racionalidad política y dimensión emotiva.

Kirchnerismo believer

Desde las 18, habían arribado al enorme galpón legisladores porteños como Paula Penacca, Javier Andrade y Lorena Pokoik, las comuneras del Frente Para la Victoria como Julieta Costa Díaz y Vicky Colombo, el diputado Daniel Filmus y la decana de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, Carolina Mera. Pasadas las 19, los que ya estaban, sumados a militantes, periodistas y dirigentes sociales y sindicales, se subían a los aplausos ante los ingresos de figuras emblemáticas, que iban desde las Madres de Plaza de Mayo, encabezadas por Taty Almeida, hasta el ex jefe de Gabinete Aníbal Fernández.

Un pequeño remolino de cazadoras de selfies se produjo cuando atravesó el umbral el actor Pablo Echarri, quien -solícito- posaba entre abrazos de quienes se acercaban a saludarlo. En tanto, una de las presencias más rutilantes fue la de Victoria Donda, impulsada cómo candidata a jefa de Gobierno por el titular del PJ porteño, Víctor Santa María, al tiempo que todavía pugna por ese rol el diputado Mariano Recalde.  

Sentados en las primeras filas, completaban el elenco no sólo el colectivo de artistas que abarcaba desde Peteco Carabajal hasta Cecilia Roth sino también los representantes sindicales y actuales diputados como Hugo Yasky, Walter Correa y Vanesa Siley. Entre viejos habitués de los mitines kirchneristas, se lo pudo ver también al publicista Enrique "Pepe" Albistur, presencia que algunos referentes leían como indicio de una eventual candidatura presidencial de la autora.

Frente a ese variopinto paisaje social, irrumpió CFK segundos antes de las 20, flanqueada por el director editorial de Pengüim Random House para Argentina, Juan Boido, y la presidenta de la Fundación El Libro, María Teresa Carbano. Primera mujer ocupar ese rol en ese sello, se vanaglorió por la pluralidad y amplitud de la Feria del Libro y se mostró complacida con la presentación: “agradecemos que hayan privilegiado este espacio para presentar este suceso editorial que contrasta con la difícil situación que atraviesa nuestro sector”, dijo.

A su turno, Boiro calificó el nivel de ventas del libro como “un fenómeno inusitado”. “Es difícil encontrar antecedentes”, confesó, y celebró que “hace días que el país habla de un libro”. Para entonces, el ambiente cocía las ganas de que el libro cosechara creyentes y multiplicara votantes.

Entre Hobbes y Rousseau

Contra la gelatinosa banalización de la palabra acuerdo, que por momentos habilita que los lobos sigan devorándose ovejas bajo la tutela torpe o aviesa del Estado, CFK aludió a una “base social compleja” en estas pampas. “Los argentinos y las argentinas somos difíciles”, se sinceró.

En ese sentido, llamó a “construir algo diferente a todo”, y considerando la preponderancia de “los discursos de unidad” y los “grandes acuerdos”, sostuvo que “nadie puede estar en desacuerdo pero va a ser necesario algo más”. Allí soltó el imperativo de “un contrato social de todos los argentinos y todas las argentinas, con metas verificables, cuantificables y exigibles”.

Para situar la dificultad con precisión recordó una de las últimas intervenciones públicas de Juan Domingo Perón, en la mañana del 12 de junio de 1974. A través de un mensaje radial, el único argentino que fue tres veces elegido presidente hasta ahora denunció el incumplimiento del Pacto Social que los empresarios habían sellado con el Estado, a través de la orfebrería del por entonces ministro de Economía, José Ber Gelbard. En consecuencia, la inferencia que se desprende de la exégesis de Cristina es que ni Perón y Gelbard pudieron con ciertos obstáculos vernáculos y que, para eso, se requiere “una ciudadanía responsable”.

Para ese instante, ya maduraba el cierre del encuentro y desde la calle Sarmiento permeaba el cántico “Vamos a volver”. Ella, desde el escenario, sin renegar ni regañar a nadie apelaría al nombre del reducto, que a la sazón no era otro que el de Borges, para tildar a todos de “incorregibles”.

Afuera, la pregunta entre los que se abrazaban o fumaban un cigarrillo antes de regresar a sus hogares seguía siendo la misma que antes de que iniciara la presentación. “¿Habló o no habló como candidata?”, repetían unas y otres. El ex embajador argentino en el Vaticano y actual diputado parlasureño, Eduardo Valdés, departía con militantes sobre el asunto. “A mí me putearon muchos kirchneristas por lo que yo dije pero creo que era necesario que ella hiciera esto”, se le escuchaba argumentar como quien da por concluido un ciclo o “balanceada” una experiencia.

Los más avezados en cierres de listas kirchneristas retrucan que no tiene apuro en lanzarse formalmente, no sólo porque faltan 40 días para el cierre sino también porque la ex Presidenta duda aun sobre la decisión de Mauricio Macri para revalidarse en el cargo. Eso, claro, sería un tópico tan vasto como para otro libro.