Esa pregunta es una constante en los últimos años en la Argentina bien entrada la tercera década del siglo XXI, cuyos valores parecieran ser inamovibles, y que lleva en sí un conjunto de personas que no logran sostener condiciones de vida adecuada, en torno a los alimentos y otros productos que hacen a la cotidianeidad.

Pero si ya tenemos datos de las situaciones de la pobreza  por ingresos que caracteriza a la población argentina ¿Qué es lo nuevo que podemos ver hoy?

El primer recorrido lo da el contexto de doble crisis social y económica que ha vivido argentina en los últimos años; la política macroeconómica del macrismo durante 2018-2019 y luego la crisis derivada de las políticas de morigeración de la expansión del COVID durante 2020-2021, que han dado una característica particulares de la pobreza en los últimos años, que podríamos clasificarlas de la siguiente forma:

Estructurales: Brechas preexistentes en torno a la riqueza y la dimensión de desarrollo de las unidades económicas; lo cual  genera condiciones diversas de acceso a la tecnología, que condiciona el carácter  de empleabilidad nuevas o existentes.  Las propias condiciones de la heterogeneidad estructural de la economía Argentina, que fracciona no tan sólo las condiciones de productividad económicas, sino también las posibilidad de beneficios y trayectos de la población asalariada, y empresaria.

Coyunturales: la  Inflación, y los diferentes factores que inciden es su incidencia en la economía: internos (monopolio, cartelización, dualización estructural sectorial, las derivaciones del déficit de divisas, externo (mercados internacionales, oportunidades de incentivos externos como la guerra de Ucrania), lo cual deriva en pujas distributivas continuas; allí observamos dos grandes comportamiento de los actores, que impactan en la no reducción de la pobreza: Acuerdos salariales formales: no respetado en pequeños establecimientos, y en aquellos sectores con dificultad de estructurar demanda salarial.

No acuerdos salariales en el sector informal. Ausencia de mecanismos regulatorios ante la inflación, salvo el manejo de precios de bienes y servicios.

Institucionales: La existencia de la coordinación estatal para dirimir las pujas distributivas, en el marco de su principal instrumento: convenios colectivos. Mesas de negociación salarial explícita: paritarias entre empresarios, sindicatos y estado. Depende como en ella la orientación gubernamental dirima las demandas, lo que tendrá efecto sobre salarios, ingresos de referencia, y mínimos. Y obviamente su impacto en los niveles de pobreza.  En ella la fortaleza de la capacidad de demanda de los actores tanto de empresarios y trabajadores orienta las distribuciones.

Culturales: Exigencias de aumento de ganancias empresariales, y  la forma de construcción de los ingresos, en el cual los salarios pero también las transferencias, necesitan principalmente la coordinación institucional, en tanto que los beneficios empresarios y los ingresos informales, se rigen por la atomización de sus actores, y muchas veces la rigidez no está en la demanda de ingresos, sino en el umbral de expectativas de ganancias empresariales.

Metodológicos y estadísticos: Es cada vez más difícil encuestar a hogares con personas con ingresos elevados en relación a la mediana de la población encuestada en la EPH; incluso en muchos aglomerados, los coeficientes de variación son elevados, por la no respuesta. Dicha dificultad puede también estar incidiendo en una potencial sobre valoración de la pobreza, por empobrecimiento muestral: los ricos no contestan encuestas. Lo cual agrava la situación, que tiene incluso paradojas que alimentan esta tesis, la disminución de la desigualdad según las mediciones oficiales, lo cual puede deberse más bien a las características de la muestra y sus respuestas, a una disminución plausible. Es más que necesario hoy hacer dialogar la información muestral con los registros administrativos, como lo hace Brasil, y la mayoría de los países europeos, para poder medir mejor un fenómeno que afecta a la integración social, y donde sus datos son el termómetro social.

A ese conjunto particular de fenómenos hay que ver también las transformaciones de las ocupaciones y sus tareas, que tienen un alto impacto en la estructura ocupacional y con ello en los salarios, producto de esos cambios, sobre todo en el sector más protegido, ante la clara tendencia de reclutar trabajadores más educados y mejor pagados.

No es un camino fácil reducir la pobreza.