Que simplemente existan significa que están ahí, a la vista. No se puede ocultar con palabras, ni siquiera de las voces más autorizadas, el hecho de que hay más personas y organizaciones que los cargos políticos que quieren obtener.

Esas personas y organizaciones en ocasiones pueden contentarse con obtener un lugar en una lista y en ese caso la diferencia termina (y la contradicción retórica que se usó en contra de quien tiene el poder, se esfuma). Pero también ocurre que hay estrategias, y en algunos casos fines, sustancialmente diferentes (respecto de las retenciones, de la relación con el FMI, de los planes sociales, de la relación entre explotación de recursos y ecología, de la relación con China y Estados Unidos, de los reclamos de tierras de pueblos originarios, del combate al narcotráfico, de la interrupción legal del embarazo, de los impuestos progresivos, etc.).

Las PASO pueden ayudar a resolver tanto las diferencias empíricas como las ideológicas con un procedimiento universalmente aceptado. El miedo es un recurso político inútil en este momento. Sirve poco decir que si el FDT saca unos puntos menos que Milei y JxC en las PASO al día siguiente hay una corrida cambiaria. Es obvio que puede pasar eso, como ya pasó tantas veces en la Argentina. Anunciar que las cosas pueden estar peor cuando ya están mal es inútil, porque no afecta demasiado al público y, peor, se nota que solamente se dice para justificar que no haya internas.

La interna activa internamente a las fuerzas políticas. No es lo mismo un amistoso que por los puntos. En tiempos de apatía, competir activa los músculos partidarios. Se producen reuniones, se elaboran estrategias, se caminan los barrios, se invierten recursos de todo tipo para ir del partido a los potenciales votantes y a la inversa. Y la interna genera visibilidad ante el público. Con la “democracia de lo público” de la que habla Manin, salir en los diarios, en la TV, circular por las redes sociales, es fundamental.

Las PASO son eficaces vidrieras. Que después en las vidrieras haya maniquíes que no dicen nada, es otro tema. La interna abre una ventana para proponer historias. Es fundamental aparecer en los medios. Pero ¿para decir qué? Puede ser para decir lo que marcan las encuestas que hay que decir. Y también puede ser para proponer ideas. El camino de lo que “hay” que decir es el más fácil de transitar y también el menos productivo.

Proponer ideas es más arriesgado y también puede traer más beneficios. Confiar en la tradición o en el voto cautivo está cada vez más alejado de la realidad. Sea de una forma u otra, no hay voto sin historias. Las PASO ofrecen un escenario para proponer historias -más fáciles o más jugadas- y ganar votos.

Asimismo, la interna cierra la discusión por los liderazgos. Cuando los liderazgos están discutidos o cuando están en transición, que es el caso en este 2023 para las dos coaliciones políticas más grandes de Argentina, decidir las candidaturas es más complicado. Sobran las evidencias de que “sin x no se puede, pero solamente con x no alcanza”. Al mismo tiempo, matar simbólicamente al padre (o a la madre) es fundamental para hacerse un lugar propio. Ahora, eso se puede hacer con más o menos violencia, con más o menos traición. Cuando no está claro el balance interno de fuerzas, las PASO ofrecen una vía clara para decidirlo y para incluir a todxs de acuerdo a su peso.

Por otra parte, la interna permite distribuir cargos electivos de forma plural (sobre todo si los pisos son bajos). Si el balance interno es claro, es más fácil que las candidaturas se decidan a dedo. Eso no es el caso en 2023 para las dos coaliciones mayoritarias. Pretender hacerlo es inaceptable para los elementos internos que se creen con posibilidades, y una invitación a no apoyar al que surja del dedo.

Las PASO no expulsan, brindan alicientes para quedarse adentro, sobre todo si los pisos son bajos y se establecen acuerdos de disputa mínimos. En un esquema de tercios, la interna permite pelearse en el momento adecuado. Decidir entre alternativas personales e ideológicas es evidentemente conflictivo. Es imposible no pelearse (a menos que haya un primus inter pares indiscutido, que como ya vimos no es el caso hoy).

Por eso, el momento para pelearse son las internas. Esa pelea debe respetar ciertas reglas mínimas que permita la aceptación de todxs de los resultados y su inclusión en la fórmula definitiva. Quienes no puedan respetar esas reglas mínimas, en un contexto tan apretado como el presente, perderán las generales y serán responsables de eso.

La interna muestra una fuerza que quiere ganar las generales, no una que quiere mantener su poder interno. La interna hace posible mostrar al público a una fuerza política que no tiene miedo de ponerse en juego. Esa voluntad es fundamental, para militantes, votantes de a pie y representantes de grupos de poder. Ponerse en juego es muy alentador, quedarse en la defensa del espacio (cada vez más) chiquito es desalentador.

Con diferencias claras, con ideas explícitas, con liderazgos definidos, gana la sociedad en general. Contra todo pronóstico, la política sigue siendo una actividad pública decisiva. Que existan ideas claras y diferentes y líderes apoyados en elecciones mejora las posibilidades de resolver los problemas y proponer proyectos para la vida en común. No tenerlos, colabora con que las decisiones se tomen fuera de la luz pública.

¿Qué podría salir mal? Todo. Podría ser que las diferencias se maximicen con las internas y que la fuerza se rompa. Que efectivamente al día siguiente de las PASO haya una corrida cambiaria. Que la activación de las fuerzas en juego genere rechazo entre lxs votantes no militantes.Que la visibilidad que se produzca sea de lo peor de las fuerzas, para beneplácito de los medios de comunicación y de las redes que capturan partes y las muestran como si fueran el todo. Que las historias sean las mismas de siempre, que refuercen lo más básico que las personas ya tienen en su nivel más emocional, que no aporten ideas novedosas.

Y que las asperezas de la disputa interna sean demasiado fuertes y resulten expulsivas de liderazgos relevantes. O que, gracias a pisos bajos, queden fuera del reparto figuras importantes de la fuerza mayoritaria interna. Que quien apueste a ganar mucho se quede con muy poco (cuando con una actitud más defensiva podría perder menos). Que la sociedad no considere que ganar sea que existan ideas y liderazgos claros a las cuales aportar y con las cuales cooperar sino que prefiera esperar a que decidan otras y otros.

¿Entonces? Aun con todo lo que podría salir mal por ir a las PASO, no ir es asegurarse un techo más bajo para el conjunto de la coalición. Y eso, en un contexto de tercios como el de hoy, puede dejar a una fuerza afuera de la probable segunda vuelta.