Análisis cromático de la elección porteña
Una ciudad que pasa de amarillo a violeta y una democracia que pasa de castaño oscuro
El pasado domingo 18 de mayo de 2025 se celebraron los comicios para renovar la mitad de la legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), en la primera ocasión en la que una elección legislativa local iba desglosada respecto de la contienda legislativa nacional.
A lo largo de toda la campaña, la gran mayoría de las encuestas ubicaban en primer lugar a Leandro Santoro (por el espacio panperonista) y luego, a Manuel Adorni (LLA) y a Silvia Lospennato (PRO) peleando el segundo lugar, en unos comicios en los que se alistó una pléya de candidatos. Efectivamente, el terreno de la competencia estuvo signado por una oferta electoral muy fragmentada, una campaña distrital nacionalizada y una consiguiente confusión en la ciudadanía respecto de los cargos a elegir y las pertenencias partidarias de sus referentes.
Contrariando la mayoría de los pronósticos, el candidato libertario obtuvo el primer lugar, lo cual condujo a que se hablara de “batacazo” y de revalidación de las credenciales del oficialismo nacional ante la ciudadanía. Sin embargo, el dato más saliente de la jornada es que fue a votar un poco más de la mitad de los habilitados (una cifra inédita en la historia electoral de la ciudad). En ese contexto, lo relevante a destacar es que a Adorni lo votó tan sólo el 16,02% de los electores registrados. Por lo tanto, estos comicios han tenido como impronta, no la consolidación del proyecto de poder libertario -como se intentó instalar oficialmente- sino el derrumbe del PRO y la bajísima concurrencia a las urnas, lo que da cuenta de elevados niveles de apatía cívica, de abulia política generalizada y de insatisfacción con el funcionamiento democrático.
EL AVANCE DE LA LIBERTAD AVANZA: DE COALICIÓN MINORITARIA (2023) A PARTIDO DEL PODER (2025)
Hace un par de años, el ultraderechista Javier Milei irrumpió en la escena pública con un discurso antipolítica y sin estructura partidaria. Pero, desde octubre de 2023 -a las puertas de la obtención de la presidencia, poco tiempo antes inimaginada- su agrupamiento, LLA, se ha visto compelido a forjar coaliciones de facto, primero en el plano electoral (con la adhesión explícita del macrismo de cara al balotaje) y luego en el ámbito gubernamental (con la incorporación de funcionarios del PRO y con la rúbrica de acuerdos legislativos espurios que le otorgaron estabilidad institucional a lo largo del último año y medio).
Sin embargo, desde el inicio, el presidente libertario tuvo la convicción de que el poder debía recaer solamente en su persona y en su íntimo círculo de confianza (el Triángulo de Hierro, con su hermana Karina y el estratega Santiago Caputo, en los otros dos vértices). Por ello, en paralelo, se emprendió la construcción de un partido político creado desde el poder del Estado, con una estructura verticalista- con la figura de Milei como eje ordenador- administrado por la advenediza hermana presidencial y carente de cuadros partidarios de relevo. Con la conformación de este partido se aspiraba a galvanizar el núcleo duro propiamente libertario, nutriéndose del proceso de centrifugación y desmembramiento de las fuerzas políticas que habían brindado su apoyo a la coalición originaria.
La materialización de este esquema monolítico de poder se ha sustentado en el supuesto apoyo ciudadano a la gestión de Milei (basado en la baja de la inflación y dólar planchado). En efecto, según las principales consultoras de opinión pública, el gobierno libertario concitaría una alta aprobación popular, pese al ajuste brutal implementado, las crecientes protestas de los jubilados, las huelgas de estatales y docentes, los índices de pobreza en alza, la feroz represión a las movilizaciones populares, los ataques a la libertad de prensa y la vulneración de garantías constitucionales, sumados a la escandalosa “criptoestafa” protagonizada por el presidente y su hermana.
En este contexto, de cara al año electoral en ciernes, este novel partido libertario esbozó una estrategia, que consistió en “polarizar” con el kirchnerismo (a quien se sigue achacando todos los males que padece hoy en día la sociedad) y perjudicar a sus socios tangenciales (PRO y UCR) que, a su vez, están atravesados por internas descarnadas. Estos dos partidos cuentan con sectores intestinos cercanos al oficialismo, a los cuales se busca fagocitar, pero no incorporar en calidad de aliados. Efectivamente, la apuesta del gobierno ha radicado en desgranar al PRO, incentivando la migración de figuras individuales relevantes hacia el espacio libertario, despojando de contenido político a la -ahora añeja-organización amarilla, a la que se concibe prácticamente como una “cascara vacía”.
Desde sus inicios como partido, LLA debió enfrentar un dilema entre ampliar la base de sustentación política para adquirir volumen territorial donde se carece de anclaje y estructura (estrategia impulsada por Caputo) o competir únicamente con “libertarios puros” para adquirir definición y afianzar la “marca” (iniciativa promovida por Karina). En el distrito capitalino, el partido de Milei se volcó por la segunda alternativa, diseñando una campaña destinada a destronar al PRO en su propio bastión. Para ello, LLA efectuó una apuesta a pleno, adoptando una lógica de suma cero, que le habría dado buenos resultados, en tanto que consiguió, en términos del propio presidente Milei que la ciudad dejara “de estar pintada de amarillo para estar pintada de violeta”.
Cabe mencionar que, para lograr su objetivo, el oficialismo ha hecho uso y abuso de los recursos del Estado (como la influencia mediática, la contratación a grandes consultoras de opinión, la instalación de una “granja de trolls” en la Casa Rosada, etc.) que forman parte de lo que se denomina "cancha inclinada" a favor del Gobierno. A su vez, la Secretaría que encabeza el vocero y candidato Adorni cuenta con un presupuesto superior a los $25 mil millones para todo el 2025. A esto se agrega que la fundación del hermano de Caputo gastó casi $200 millones en una campaña sucia en redes sociales. Para completar el cuadro, se hizo público un video de asistentes rentados en el acto de cierre proselitista de Adorni, increpando al propio Presidente, cámara mediante, reclamándole la dádiva prometida (y aún no recibida). Y como broche de oro, pocas horas antes de la apertura de la jornada electoral, se puso en circulación -logrando una viralización casi instantánea- un video falso, elaborado con inteligencia artificial (en el que un ficticio Mauricio Macri anunciaba la deserción de su candidata y suplicaba el voto por el vocero oficialista) en una escandalosa operación orquestada desde alguna de las cuentas allegadas al mileismo.
SALUDEN AL MACRISMO QUE SE VA
Luego de la elección presidencial general de 2023, a partir del llamado “Pacto de Acassuso” -surgido de la desesperada necesidad de supervivencia política de Milei y de LLA- Macri se propuso efectuar una “toma agresiva” de esta fuerza emergente, carente de anclaje territorial y de estructura institucional. Posteriormente, tras la consolidación del liderazgo presidencial de Milei, el jefe del PRO cedió en sus pretensiones expansionistas iniciales y pasó a considerar al vínculo entre ambos como una relación de paridad entre socios con una capacidad negociadora semejante. Sin embargo, paradójicamente, en paralelo, Milei fue concibiendo el lazo con Macri como un vínculo vertical, dentro del cual el actual mandatario es el que ocupa el rol preponderante e impone las reglas de juego.
La reciente elección porteña -en la que el macrismo, después de 18 años de hegemonía, obtuvo un alejado tercer lugar en el distrito que lo vio nacer- implicó un golpe pertrechado contra el líder del PRO y corroboró la situación de subordinación en la que se encuentra; esto considerando que el sello amarillo concita aún menos adhesión en el resto del territorio nacional. Efectivamente, en este contexto, como bien sostiene Rodrigo Nunes (2024): nadie negocia con quien no tiene nada que negociar.
En esa misma línea, luego de conocerse los resultados electorales del domingo, Adorni instó a hacer “tabula rasa” y convocó a quienes buscaban“un cambio real” a sumarse a las filas libertarias. Esto implicaba la plasmación del reordenamiento y la redefinición del vínculo entre el PRO y LLA, impuesta por el oficialismo nacional.
Por lo tanto, lo que tenemos delante es la reedición de una secuencia semejante a otras del pasado reciente: en 2005 se produjo a nivel intrapartidario (kirchnerismo-duhaldismo, dentro del PJ); en 2015-19, a nivel intracoalicional (PRO-UCR, dentro de Cambiemos/JxC); y ahora en 2025, a nivel-extracoalicional (LLA-PRO). En todos estos casos, el sector con mayor poder y/o capacidad de negociación, puso su capital político a disposición de un candidato/sector emergente, carente de ciertos recursos, en el entendido de que iba a redituar en beneficios del conjunto. Sin embargo, en todas estas circunstancias, el actor emergente invirtió aquel capital político, obtuvo sus rindes propios y los utilizó a su favor, logrando autonomizarse y/o prescindir de quienes le habían aportado el sustento originario. En esta ocasión, tras la elección porteña 2025, LLA se deglutió al PRO y el voto de derecha “transicionó” cromáticamente del amarillo al violeta.
HEGEMONÍA LIBERTARIA, NO. CRISIS DE REPRESENTACIÓN, SÍ
Pese a que en el oficialismo nacional manejan los fierros, las redes y el aparato oficial, gozan de la obsecuente mansedumbre de los medios de comunicación mainstream y han hecho una inversión descomunal en comunicación y publicidad (lícita e ilícita); lo que sacó LLA en CABA fue apenas superior, en términos nominales, a lo conseguido por esa fuerza en la primera vuelta de 2023 en ese distrito. Incluso, si consideramos las dos comunas más plebeyas (en las que además la inasistencia fue superior a la media, factiblemente debido al temporal e inundaciones de los días previos), en la Comuna 8, Adorni sacó menos votos de los que había obtenido Milei en la elección general en 2023 y en la Comuna 4 logró tan sólo 574 votos más que entonces.
Pero, además, un aspecto crucial a considerar aquí es que, en toda la ciudad, en general, y en cada una de las comunas en particular, LLA en 2025 obtuvo menos de la mitad de los votos que sacó en la segunda vuelta de 2023 (el 47,87% en total y el 47,93% en promedio de las 15 comunas porteñas). En consecuencia, si bien el gobierno nacional sigue liderando -pese a las nefastas medidas que está aplicando y contrariando a los tempranos augurios de un abrupto derrumbe de su popularidad y apoyo- lo cierto es que no se logró el efecto de plebiscito buscado ni se conformó una hegemonía política libertaria.
Es importante hacer referencia a este punto, ya que, tras el abrumador porcentaje de votos obtenido por Milei en el balotaje de 2023, algunos vislumbraron que se estaba conformando un bloque histórico, en términos gramscianos. Sin embargo, por el contrario, el sector que señaló a LLA en segunda vuelta era muy lábil, disímil y heterogéneo. De hecho, casi la mitad de esos votantes eran individuos pasivos, pero “fervorosamente antikirchneristas”, regidos por la pura negatividad política. En efecto, los resultados del domingo arrojan que no todos los miembros de este sector pasaron a experimentar una identificación positiva con el oficialismo nacional actual (en tanto hubo 170.000 electores porteños que votaron a LLA solamente en la segunda vuelta de 2023 y no acompañaron a esta fuerza política en esta instancia).Paralelamente, en los segmentos de mayor poder adquisitivo (Comuna 2, Comuna 13 y Comuna 14), el voto a Adorni se habría nutrido de un porcentaje más alto (44,19%; 42,68% y 42,42%, respectivamente) de los otrora electores de “tercera preferencia” de LLA. En consecuencia, la consolidación del trasvasamiento del macrismo al mileismo se produjo allí donde predominan los beneficiarios directos del modelo político elitista y excluyente implementado por el gobierno libertario, quienes, a la vez, festejan el desmantelamiento de las estructuras simbólicas asociadas -de modo tendencioso y tergiversado- al kirchnerismo.
En esa línea, la principal consigna de campaña de Adorni consistió en apelar al miedo a un supuesto retorno del kirchnerismo, con el objeto de disputarle al PRO el voto antikirchnerista -especialmente aquel que, ante todo, rechaza la subalternidad organizada (piquetes, cortes, manteros, etc.)- sobre la base del lugar preponderante que, como dijimos, las encuestas le otorgaban a Santoro. De todos modos, esta vez, el driver principal del voto ciudadano no era la búsqueda de impedir la reinstauración de una supuesta hegemonía kirchnerista (algo que, por cierto, nunca existió en CABA y que hace rato tampoco se observa a nivel nacional). En efecto, si bien todavía subsiste una minoría intensa ferviente y visceralmente antiperonista/antikirchnerista, también existe una gran cantidad de electores que no son peronistas (como no son de otra serie de cosas en la vida), pero que ni su identificación política ni su adhesión electoral se define por su animadversión ni oposición al peronismo/ kirchnerismo.
Por el lado del espacio peronista/kirchnerista -que, no obstante, había hecho todo lo posible por “desperonizarse” y “deskirchnerizarse” -hubo un seteo de expectativas, en tanto anticipaban un suceso -realista, asequible y verosímil, dado el contexto nacional y distrital- como la obtención del primer lugar en estos anodinos comicios porteños, que ni siquiera logró alcanzarse.
A esto puede agregarse la debacle de la UCR (Evolución). Su candidata, Lula Levy, sacó 37.988 votos y no consiguió una banca en la Legislatura. En contraste, en las PASO por la jefatura de gobierno en 2023, Martín Lousteau, líder del sector, había obtenido 506.024 sufragios, demostrando que las adhesiones individuales no son mecánicamente endosables.
Por su parte, el FIT, si bien estuvo lejos de sus marcas históricas (en parte influido por la baja asistencia en las comunas más empobrecidas), hizo un digno papel y consiguió un escaño legislativo para Vanina Biasi (PO), quien está permanentemente presente en todas las luchas y movilizaciones populares.
Para finalizar, hay que considerar la vinculación entre emocionalidad y comportamiento electoral y el peso de las emociones como traccionadoras de identidades políticas. Efectivamente, muchos individuos votan motivados por afectos y emociones de un momento específico, particularmente en comicios con una relevancia secundaria. Así como en las PASO 2023, Milei captó el llamado voto estratégico “molotov” (basado en la bronca y hartazgo hacia todo lo conocido), factiblemente, en estas elecciones porteñas -que no se determinaban cargos de peso ni se señalaban tomadores de decisiones públicas nacionales- haya predominado el desinterés, la desazón y la doble decepción por parte de aquellos que menos de dos años atrás habían optado por Milei, aspirando a un cambio trascendental respecto de la “vieja política” y ahora -tras 17 meses de gestión libertaria- experimentaban un empeoramiento de sus condiciones materiales de existencia.
En suma, todo esto da cuenta de que de aquel esquema bicoalicional que hasta hacía muy poco organizaba el campo político argentino ya quedan apenas sus vestigios. Pero, a la vez, la irrupción de LLA no vino a recomponer el sistema político en ruinas, sino, por el contrario, ha dejado expuesta la no resolución -e incluso, la profundización y agravamiento- de la crisis de representación de las instituciones democráticas y del distanciamiento de la ciudadanía común respecto de la esfera del poder.