LA ASEPSIA

Una mirada de la sociedad diáfana, sin posicionamiento, que puede analizar sin sentirse comprometido con el resultado. Cada día más analistas políticos trabajan en este sentido y piensan que, cualquier herramienta, puede ser utilizada por cualquier discurso político porque si es bien utilizada obtendrá resultados electorales prósperos. O por lo menos, los que no lo emplean inevitablemente les va mal por la carencia de esas herramientas. La desarticulación entre el mensaje y la forma de comunicarlo; es decir, no importa qué se dice, sino mirar la cámara con seguridad. O explicar las cosas moviendo las manos en forma circular. No demostrar duda y gesticular en forma severa. A puro coaching, se supone que el contexto, no importa, solo las formas en que el discurso llega. No importa que un determinado candidato haya tenido millones de hora de exposición en prime time y canales más vistos, tanto para glorificarlo, como para denostarlo. No importa si un candidato dice tal o cual cosa de un género o de los extranjeros o del Estado o la soberanía energética o alimentaria, o las Malvinas ocupadas. Es todo, de alguna manera lo mismo. Trabajar las grietas que se forman en la cabeza de los argentinos, machacar hasta que una idea que no iba, vaya. Tanto va el cántaro a la fuente o la gota que, horada la piedra, algo así. Lo que evita pensar este formato de analizar la realidad, es como lo remarcamos en otras notas en este espacio, que no es lo mismo ese tipo de trabajo para una fuerza que mantiene el statu quo, que para una fuerza que pretende transformarlo. No es lo mismo hablar a los ciudadanos argentinos desde lo que somos y queremos mantener, que hablar desde los cambios que hay que realizar. No es lo mismo hablar desde el cansancio y la falta de paciencia, que hablar desde la esperanza. Esta nota no pretende discutir el mundo de analistas de la opinión pública, validos en la necesidad de ganar una elección en 2 meses, sino en incorporar al análisis la incapacidad de representación de una sociedad diversa y compleja por parte del sistema político que hace que en las decisiones electorales pesen más determinadas cuestiones de forma, más que el contenido sobre el proyecto político

CABEZA DE TERMO

El termismo, es vinculado siempre al peronismos -kirchnerismo. Por lo general se lo vincula al enojo militante por lo que los ciudadanos no saben darse cuenta de los grandes avances que determinados gobiernos hacen y ese desaire popular se completa con un voto desafiante por parte de dicho sujeto, a la derecha. Y es que, en cierto sentido, el publico “militante” es un público consumidor más, de la diversidad en la que ha convertido el “mercado” a la sociedad argentina. Y no existen una Argentina, sino Argentinas dispersas, que cada día encuentran menos lugares de intercepción, menos espacios donde se juntan. Por eso la grieta es un fenómeno estructural, más que discursivo (en qué lio me he metido) y es cierto. No hay espacio de unión para los argentinos; más discursiva es la necesidad de superar la grieta, sin querer reparar y/o reconstruir la sociedad argentina. Pero claramente el termismo tiene su contracara en el consultor profesional. Uno se enoja con la realidad, el otro solo pretende describirla. El uno piensa en la sociedad desagradecida que le tocó y se reafirma en su posición peronista/progresista y el otro solo considera que la señal de alternancia ubica a la sociedad argentina, en el mundo de las democracias sofisticas del mundo.

El termismo tendrá que entender que, independientemente quien está enfrente, la fuerza peronista/progresista tendrá que plantearse como la fuerza del nuevo orden. No del orden establecido del cual, nadie quiere hacerse cargo; eso fue lo que hizo Javier Milei, plantear que las cosas tienen que cambiar y plantear “su cambio”. Discutible, controvertido, imposible, hiriente de la historia popular argentina, pero parándose frente a la realidad y diciendo lo que todos saben, que esa realidad no va más.

LA METÁFORA

Podría ser un sueño, una casa vieja y derruida con cables de tela, pisos levantados, caños de plomo, jardín destruido, una estructura digamos, venida a menos. Esa estructura, seguro, carga su historia, muchos años, muchas vivencias y un desgaste. Esa casa no va más, o es hacerla de nuevo, o es irse y dejarla, ir a otro lugar. Y es que determinadas cosas de como está organizada y pensada la Argentina, tienen que cambiar; Unión por la Patria aparece pensando en solo mantener la vieja casa, quizás se puedan hacer pequeñas reformas, pero esencialmente mantener lo que tenemos. La Libertad Avanza quiere dejar esa vieja casa, irse a otro lugar o en su defecto tirarla abajo y armar algo nuevo. Todas las fuerzas saben que ese lugar no va más,  es imposible seguir viviendo así. Unión por la Patria aparece frente al electorado, como aquellos que quieren mantener esta estructura, que todos perciben que no funciona, y es víctima de querer mantener lo bueno de él: “los derechos”, “la industria”, “el trabajo argentino”, “el convenio colectivo”. La Libertad Avanza te propone otra cosa, otra casa, acabar con lo que existe, y te quita – circunstancialmente- la sensación de estar sosteniendo algo que no va.