Con pocos días de diferencia, los principales referentes de la “coalición de gobierno” –por llamarla de alguna manera- han mostrado una sólida coincidencia de fondo: cada quien hace la suya

Por un lado, Sergio Massa puso en marcha la clásica receta ortodoxa de apretón monetario y ajuste fiscal para domar al potro inflacionario, a la vez que está iniciando una serie de negociaciones internacionales para “traer” dólares frescos y “atraer” eventuales inversiones. Por su lado, Cristina Fernández de Kirchner ha comenzado a promover una virtual insurrección popular contra la justicia. El motivo, por supuesto, es muy valedero: fiscales y jueces han tenido la imperdonable osadía de investigar los hechos de corrupción en los que CFK y altos funcionarios de su gobierno están metidos hasta el cuadril. ¿Alguien se habrá percatado de que los improbables inversores extranjeros suelen prestar atención a dos cuestiones en las que estamos flojos de papeles: rentabilidad económica y seguridad jurídica? ¿O será que Massa irá al país del norte a ofrecer secretos privilegios y pingües ganancias para compensar la embestida cristinista contra uno de los poderes de la república? ¿Se habrán enterado que en los países desarrollados –no se sabe bien por qué- se le tiene algún respeto a la división de poderes y a la independencia judicial?  

A todo esto, Alberto Fernández no quiso quedarse afuera de la escena y se esforzó por añadir su invalorable aporte. En un solo movimiento, el eminente profesor de derecho dejó caer una amenaza mafiosa contra el fiscal Diego Luciani, pisoteó el artículo 109 de la Constitución Nacional (“en ningún caso el presidente de la Nación puede ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas”), y barajó al voleo la hipótesis del suicidio del fiscal Alberto Nisman, en el marco de su investigación sobre el pacto del kirchnerismo con Irán por la masacre de la AMIA. ¿Es necesario agregar que hasta hace poco tiempo atrás decía todo lo contrario? ¿Alguien le habrá avisado al presidente que su ministro de economía ya tiene agendadas -para la semana entrante- una serie de reuniones con representantes de la poderosa comunidad judía de negocios en los Estados Unidos? De acuerdo con algunos trascendidos, la próxima vez que Alberto vaya a un estudio de televisión, la Dirección de Ceremonial quiere que lleve a Dylan como lazarillo: no vaya a ser cosa que se choque un decorado.

Con todas estas acciones finamente calculadas e inteligentemente coordinadas, el oficialismo marcha seguro a anotarse varios éxitos en distintos frentes. Sin dudas, piensa la muchachada camporista que tomó por asalto la Recoleta, estamos ante otra genialidad estratégica de Cristina. Al ubicarse en el centro de la escena política, galvanizar al gobierno en su defensa y arrastrar al conjunto del PJ a un enfrentamiento con un poder del Estado, el gobierno logra cubrir con una densa capa de humo los costos sociales del ajuste. De este modo, razonan en los bares aledaños a la Casa Rosada, se espera que la invocación a la rastrera épica del choreo desviará la mezquina atención de la gente por el aumento de las tarifas eléctricas o el alza desmedida en el precio de los tomates; los fabricantes que no consiguen insumos importados para alimentar sus cadenas de producción aprovecharán la recesión para asistir a seminarios sobre lawfare a cargo de Raúl Zaffaroni o Amado Boudou; y los agrios conflictos por los salarios que no llegan a fin de mes serán atemperados por sesiones de lectura del libro La razón populista, de Ernesto Laclau.

Pero claro, también es posible ensayar otra mirada un poco más seria. El dato estructural es que el Frente de Todos nunca se ha dado una instancia de coordinación para la toma de decisiones capaz de gestionar las diferencias entre los distintos sectores que componen la coalición. La novedad coyuntural es que -más allá de la ristra de desaciertos que ya lindan con lo grotesco-, asoma un complejo problema que hasta ahora el gobierno se había esmerado en barrer debajo de la alfombra: el proyecto político-económico de Massa está entrando en ineludible tensión con el proyecto político-judicial de CFK. Y a las dos estrategias les esperan -en el cercano horizonte- difíciles pruebas por sortear.

El tiempo nos dirá si esas tensiones logran atenuarse y eventualmente encauzarse, o ambos terminarán pisando el acelerador a fondo con rumbo de colisión.