Conducción política
A contramano de la opinión dominante, el peronismo puede aprender mucho de la experiencia política del devaluado macrismo. Tanto en lo que tuvo de malo como en lo que ha tenido de bueno. La reseña de un libro no escrito puede contribuir a un debate ineludible de cara a las próximas elecciones (y más allá)
Ahora que va a tener más tiempo libre parece que el ingeniero Mauricio Macri está pensando en dedicarse a la docencia. No sabe todavía si dar un curso o escribir un libro, o hacer ambas cosas, pero dicen que uno de los últimos asesores que le quedan le acercó un título posible: Lecciones de conducción política. La materia tendría dos partes: la primera es más larga, contiene numerosos ejemplos de decisiones tomadas en los últimos años, y tentativamente se llamaría “Mis espantosos errores”; la segunda se condensa en menos capítulos pero es igualmente jugosa: se titularía “Mis olvidados aciertos”. Lo interesante es que de ambos tramos de esa obra conjetural se pueden extraer valiosas enseñanzas para enfrentar a Javier Milei.
La primera parte, la encabeza un epígrafe por demás sugestivo, tomado de la clase dictada el 29 de marzo de 1951 por el General Perón, en calidad de profesor extraordinario de la Escuela Superior Peronista. Dice así: “no empeñarse en una lucha estéril entre nosotros, cuando tenemos al frente un enemigo contra el cual debemos luchar. La conquista que logremos todos en conjunto permitirá que cada uno obtenga lo que ambiciona dentro de nuestra organización”.
Puesto que llegó muy tarde a esa iluminadora referencia, el ex Jefe de Gobierno porteño debió aprender en carne propia que lo último que debe hacer un buen almirante es destruir desde adentro su propia flota partidaria; de lo contrario –reconoce mirando con tristeza el ocaso desde su quinta de Los Polvorines-, “nos devoran los de ajuera”.
Como se sabe, luego del fracaso del gobierno de Cambiemos, que culminó en la derrota de 2019, el remozado Juntos por el Cambio fue capaz de mantenerse unido, postergando la pelea interna por la sucesión para después de las elecciones legislativas de 2021, en las que obtuvo un resonante triunfo. Superados esos comicios el macrismo hizo políticamente todo mal, pero el peronismo puede mirarse en ese espejo para no repetir el mismo desaguisado. “Unidos o (electoralmente) derrotados”, dicen que anda diciendo el mismísimo Antoni Gutiérrez-Rubí, que también se ha puesto a leer con provecho al fundador del Justicialismo.
Pero pasemos a los apartados más polémicos de los inconclusos escritos del titular del PRO, poniendo atención sobre sus aciertos políticos, que no han sido exiguos. Sé que el tema no está de moda por estos días en los que cualquiera hace leña del árbol caído. Sin embargo, alguien que de la nada construyó un partido que ganó casi todas las elecciones que se le cruzaron en dos décadas, que logró extender la cobertura territorial de su marca política a todo el país y que llegó a la Presidencia de la Nación, merece ser tratado con seriedad.
Hay al menos tres lecciones para asimilar de ese hipotético manual. En los borradores a los que tuve un acceso fugaz se titulan con verbos en infinitivo y evidentemente les falta una mano de corrección de estilo: “Pensar para actuar más mejor (sic)”, “Optar por el gradualismo” y “Elegir caras nuevas”. Veamos un breve resumen de cada ítem.
La primera idea arranca con una sugerente pero un tanto odiosa comparación entre la “Fundación Pensar” y el “Instituto Patria”. Cualquier lector o lectora puede ingresar a sus respectivas páginas web y observar la abismal distancia intelectual, estética y comunicacional entre las dos organizaciones. Por de pronto, que un centro de pensamiento esté encabezado por el senador Oscar Parrilli ya es una flagrante contradicción en sus términos; que los cursos sobre economía giren en torno a las descaminadas conferencias magistrales de la ex presidenta es otra limitante grave. Una persona joven interesada en las cuestiones públicas (no me refiero a un militante convencido) puede navegar con cierta curiosidad y módico entusiasmo por las amarillas páginas del think tank macrista, pero me cuesta creer que se sentirá atraída –dicho con todo respeto- por “las ideas de Abelardo Ramos, Manuel Ugarte y Arturo Jauretche para pensar la actualidad (sic) latinoamericana”.
Sin dudas, el problema es más profundo. Hunde sus raíces en la escasa preocupación que buena parte de las últimas generaciones de dirigentes justicialistas ha tenido por vincular de manera rigurosa, institucional, orgánica, los procesos de producción de conocimiento con los desafíos de la toma de decisiones en el Estado. Y aquí otra vez Macri vuelve a sorprendernos con una atinada cita de Perón (las desatinadas nos llevarían a otra discusión), que no sé si quedará en la versión final del volumen.
Poco antes del Golpe del ’43 el entonces coronel advertía a sus apurados compañeros de armas: “Muchachos, espérense. Tomar el gobierno es algo demasiado serio. Con eso no se puede jugar… Toda revolución implica dos hechos: el primero es la preparación humana, el segundo la preparación técnica. De la preparación humana se encargan un realizador y cien mil predicadores. Para la otra hay que formar un organismo de estudio que fijará los objetivos ideológicos y políticos de la revolución y preparará los planes para realizarla”.
El segundo pensamiento es más complejo y aquí sólo podemos bosquejarlo a brocha gorda. El capítulo se complica un poco porque mezcla la vindicación del primer tramo del gobierno iniciado en 2015 con el presente del país. Pero en esas páginas el texto toma gran vuelo filosófico –otra acertada mención que tomo de Mauricio- cuando aborda un venerable tópico hegeliano: para trascender un fenómeno es necesario negarlo a la vez que conservarlo.
Así, la estrategia gradualista por la que optó el gobierno de Macri en su momento bien podría replantearse en la actualidad, aunque en otra situación y con otros actores. De acuerdo con esa visión, una fuerza que hoy aspire a construir una nueva mayoría para derrotar a La Libertad Avanza no puede conformarse con hacer un mero anti-mileísmo. Por razones tácticas es preciso arrebatarle banderas al adversario y así carcomerle porciones de su electorado, pero por razones estratégicas es necesario re-pensar tanto el paradigma de gobernabilidad democrática como el modelo de desarrollo que se le va a proponer a la sociedad en 2027. En tal sentido, es absolutamente pertinente el debate coyuntural sobre la sostenibilidad económica y social del actual plan “dolarcito” (antes sostuvimos el plan “platita” con inflación y ahora se mantiene el dólar barato con endeudamiento…). Pero más allá de esto, será inevitable discutir en profundidad el balance estructural entre lo que se debe negar del mileísmo (la lista es larga…) y lo que se debe conservar (el equilibrio fiscal, la lucha contra la inflación o algunos rubros de la desregulación) a fin de delinear los caminos políticos para superarlo.
El último capítulo está centrado en un estudio de caso: la acertada designación de la que entonces era una cara relativamente nueva de la política -María Eugenia Vidal- para caminar la Provincia de Buenos Aires con su promesa de renovación y cambio. La inclusión en este punto de una cita tomada del célebre discurso de J. D. Perón ante el Congreso de Mujeres, el 27 de agosto de 1973, es otra pegada del ingeniero: “es necesario que nosotros los viejos nos persuadamos de la necesidad de realizar un trasvasamiento generacional que mantenga joven al Movimiento. Es indiscutible que esto no se puede realizar tirando un viejo por la ventana todos los días, porque indudablemente, la nueva generación ha de llegar a la función preparada, aunque hay algunos muchachos que no agarran si no los ponen de ministros. Desgraciadamente para ellos, el oficio es así, pero hay que ir escalando a medida que la capacidad y el esfuerzo hayan demostrado a los demás lo que cada uno vale”.
La mención ofrece mucha tela para cortar pero al menos dejemos planteado el norte que marca la brújula: hay que disputarle a Milei el territorio –político, cultural, digital- de lo nuevo, donde se mueve a sus anchas, y será difícil hacerlo con las gastadas caras de siempre. En particular, porque un vector excluyente de la estrategia comunicacional mileísta consiste en presentarse ante la ciudadanía como una promesa de futuro contra todo lo viejo, que a su juicio habría que tirar en bloque a la basura.
Está lejos de ser casual que ese capítulo finalice con un obstinado consejo -no del todo bien aprendido- que siempre le recordaba un antiguo profesor de tenis al joven hijo de Franco Macri: “Si no sabe dónde hay que ponerse en la cancha o qué hay que hacer, al menos trate de no ubicarse donde quiere su adversario, ni hacer lo que él espera de Ud.”.
No es mucho, pero por algo se empieza.