Cristina y el cuadro
¿Puede una pintura anticipar el futuro? ¿Puede una novela ejercitar la premonición? La historia del cuadro de Alfredo Bettanin carga en sí una incertidumbre perpetua, un mensaje enviado al futuro. ¿La obra “San Martín, Rosas, Perón” narra la historia argentina integral, incluso el presente que atravesamos?
Ningún texto es inocente, aunque no sepamos nunca, ni antes ni después, dónde va a concluir de antemano su escritura. Tal vez parte del compromiso narrativo, si esto existe, es dejarse llevar. La historia del cuadro de Alfredo Bettanin, cuyo título es tan mayestático como las escenas principales que contiene, carga en sí una incertidumbre perpetua, un mensaje enviado al futuro. “San Martín, Rosas, Perón”. ¿Es la historia argentina integral la que allí se narra? Si fuese un relato de las guerras civiles del siglo XIX, acaso la centralidad de Juan Manuel de Rosas le quita espacio a Manuel Dorrego, a Chacho Peñaloza, a Felipe Varela. Acaso la tríada inversa que está en un sector del cuadro, donde Sarmiento, Urquiza y Mitre engalanan los males nacionales, tal vez contribuya a una dicotomía esquemática.Tampoco Facundo Quiroga aparece claramente en el cuadro, aunque el Tigre de los Llanos cante desde Barranca Yaco hasta siempre, que seguirá su camino, que no tiene miedo a la muerte, que, si ya está echada su suerte, qué le importa su destino.
El debate por la historia argentina nunca termina, y es deseable que así sea. En tiempos en que se desarman y relativizan instrumentos, fondos y estructuras públicas que sostienen los planes culturales de la Nación Argentina, vale la pena reponer la importancia de preservar, rescatar y activar los símbolos y la cultura material que les da sustento. Necesitamos más cultura y más instituciones culturales, porque de las encrucijadas políticas y sociales tomamos enseñanzas, rasgos, sonidos, sabores, mitologías. Las figuras que toma Alfredo Bettanin en su cuadro histórico son los tres grandes líderes que emblematizan momentos cumbre de la Argentina, pero quizás la diferencia entre un panfleto y una expresión artística cabal, construida desde una cosmovisión política, sean los modos, los recortes, las formas. Lo que siempre nos llamó la atención del cuadro de Bettanin fue la mujer rubia desnuda que, omnipresente, se enseñorea en el centro. ¿Es ella, claramente, más importante que San Martín, Rosas y Perón? ¿Es una suerte de cautiva durmiente que sueña el sueño de las pesadillas argentinas?
Lo que resalta también, y se recorta de manera pronunciada, son los jóvenes que rodean a Perón. Así como están las escenas que van desde la colonización española, la Vuelta de Obligado, la oleada inmigratoria europea y los obreros del siglo XX, cada figura histórica rodeada singularmente por los arquetipos de su época. San Martín aparece junto a indios y granaderos, Rosas está acompañado por gauchos y milicianos federales. Perón, sin embargo, aparece de fagina, retratado con una edad avanzada, con una mirada tensa, rodeado de militantes jóvenes, universitarios. Es la juventud maravillosa, son los muchachos de la Jotapé, del Luche y Vuelve. Pero hay un dato más notable aún. Del grupo de los jóvenes, tres de ellos son los hijos del pintor Bettanin: Leonardo, Guillermo y Cristina, entre otros. Leonardo con anteojos, Guillermo con libros en la mano, Cristina algo desplazada hacia la derecha, con una cámara fotográfica en la mano. Cristina Bettanin era fotógrafa, trabajaba en publicidad, era militante montonera, igual que sus hermanos. Ella parece registrar las escenas de la historia argentina desde el vértice inferior derecho. En una reseña hermosa, la autora Gabriela Saidón encontró una analogía con otro cuadro, "El mundo de Cristina", obra emblemática del realismo estadounidense, poderoso paisaje psicológico que pintó el artista Andrew Wyeth en 1948. El cuadro captura la lucha interior de Cristina Olson, una mujer con discapacidad, a través de su arduo desplazamiento por la hierba. Cristina padecía una enfermedad muscular degenerativa, pero se negaba a usar silla de ruedas. En el cuadro de Bettanin, su hija Cristina aparece retratada con una ligera diferencia frente a los demás. Es la figura más contemporánea, la que transmite, cámara en mano, la mayor modernidad. Carabelas, caballos, leones, libros, y una cámara de fotos. Ella registra las escenas de la historia argentina.
Alfredo Bettanin murió en 1974, sus tres hijos y otros familiares fueron secuestrados, detenidos y desaparecidos en 1977. Es decir, el cuadro que rodeó a Perón con los jóvenes de los 70, anticipó un destino trágico también para ellos. La obra, una pintura de 3 x 2 metros, que había sido encargada por los hermanos Tulio y Bruno Jacovella, permaneció durante la dictadura militar en la casa de uno de ellos. A mediados de los años 80, Felipe Solá la recibió de mano de uno de los herederos, y la tuvo también en su casa. De a poco, empezó a conocerse públicamente. Las nietas de Bettanin partieron al exilio y no volvieron a ver el cuadro hasta mucho tiempo después.
A mediados de los años 2000, Cristina Fernández de Kirchner vio el cuadro de Bettanin en las oficinas que tenía Felipe Solá en La Plata, y cautivó su atención. Solá se lo regaló.La historia continúa, entra y sale del cuadro. Cuando terminé de escribir la novela Fuera de serie, obsesionado por el destino del cuadro de Bettanin, se la di a leer a Eduardo Rinesi. Siendo un especialista en drama político, habiendo producido páginas extraordinarias sobre Shakespeare y Maquiavelo, sobre Alfonsín y Cristina, sobre República y Pueblo, Rinesi toma parte de la historia externa al cuadro, aquella que apenas conocíamos. Rinesi escribó un texto que adjuntamos a la novela como postfacio. Según sus palabras, la Cristina que mira el conjunto de la historia argentina es una joven de los setenta, universitaria, promedio veinte años, que bien podría ser Cristina Fernández de Kirchner.
El destino político le importa al líder, pero le importa de un modo trágico, porque vive su liderazgo como Laprida en el poema conjetural de Borges. Mientras el íntimo cuchillo se acerca a la garganta, el hombre advierte su destino sudamericano. El héroe trágico moderno sabe que enfrenta la muerte. Romeo muere por amor, Macbeth muere por el poder. Facundo va en su galera, cuando le advierten que los Reinafé se esconden en el camino, con la orden de matarlo. El cuadro de Bettanin fue rescatado y restaurado durante 2022, por gestiones públicas, políticas y sindicales, restituyendo su valor artístico e histórico, y acreditando la importancia política de su resguardo y simbología. Mientras esto sucedía, la noche del 1° de septiembre, el joven Sabag Montiel gatilló dos veces en la cabeza de la ex presidenta de la Nación, Cristina, en la puerta de su casa en el barrio de Recoleta. Ahora, tres años después del intento de atentado, la Corte Suprema directamente la condena a prisión y la proscribe electoralmente. ¿El cuadro volvió a anticipar un destino trágico?