La mano que te noquea –dijo alguna vez Sergio “Maravilla” Martínez- es la que no ves venir. Si nos guiamos por lo que hace unos pocos días atrás anticipaba un informe del J.P. Morgan –faro intelectual de este gobierno-, el escenario base para las elecciones del 7 de septiembre era una diferencia de más/menos 5 puntos porcentuales entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza; el “escenario alternativo” de una “victoria aplastante” del peronismo, en cambio, tenía una “baja probabilidad” de suceder. Como sabemos, por ahí entró el castañazo que nadie vio venir.

Pero aunque Milei ande en estas horas a los tumbos por el ring, la pelea no ha terminado. Al contrario, en el horizonte comienzan a despuntar una serie de interrogantes sobre las que vale la pena poner atención. Anoto nada más algunas cuestiones para sumar al debate. De lado del oficialismo hay una incógnita excluyente:¿Qué estrategia adoptará el gobierno para tratar de salir de la crisis económica y política en la que está empantanado? Mirando hacia la vereda del pueblo llano las preguntas son otras: ¿Cuál será la actitud de la ciudadanía bonaerense frente a una próxima elección tan cercana en el tiempo pero de distinto tenor? ¿Subirá la participación electoral (el 61% de este fin de semana es mayor que la tendencia de las elecciones previas de este año, pero está por debajo del promedio histórico del voto bonaerense)? ¿Cómo incidirá –si se produce- ese eventual aumento de la concurrencia a votar? Finalmente, entre el vértice y la base del sistema político hay una serie de cuestiones abiertas en torno a la trama político-institucional de la representación democrática: ¿Cómo impactará el cambio en el sistema de votación (boleta única papel) en relación a una candidatura escasamente conocida todavía (Taiana)? ¿La sobria figura del ex canciller será capaz de contrapesar las incontinentes y siempre agresivas manifestaciones de Espert? ¿Logrará la campaña electoral instalar un escenario de polarización análogo al que se produjo este fin de semana? Y la pregunta del millón: ¿Cuál será el papel que jugarán las jefaturas territoriales –que fueron cruciales en las elecciones del domingo 7- en los comicios del 26 de octubre, donde ya no se jugarán el pellejo político en sus respectivas comarcas?

En este marco de preguntas, durante las últimas horas no han faltado sugerentes comparaciones de lo que sucedió el último domingo (todavía trabajando con datos provisorios) con lo acontecido en las elecciones presidenciales de noviembre del 2023; sin embargo, no es menos oportuno efectuar una rápida mirada a lo que pasó al nivel de las secciones electorales bonaerenses durante las últimas elecciones intermedias (2021). Aunque realizar este ejercicio numérico tiene un alcance limitado (se trata de dos contextos políticos diferentes, con dos universos electorales distintos), al menos nos permite visualizar de manera más clara algunas variables que tuvieron un peso decisivo el 7 de septiembre.

Como recordamos en una nota anterior, en las elecciones intermedias del 2021 –con una participación del 71% del padrón- Diego Santilli y Facundo Manes a la cabeza de la boleta de Juntos por el Cambio (JXC) obtuvieron el 39,81% de los votos contra el 38,53% de la lista del Frente de Todos (FT), liderada por Victoria Tolosa Paz. Un elemento no menor es que en el tercer lugar apareció José Luis Espert (Avanza Libertad) con el 7,50% de los sufragios.

Al desagregar el resultado por secciones observamos que en el 2021, el FT solamente triunfó en la populosa Tercera Sección (45,67% contra 32,32% de JxC y 6,98% de AL), mientras que perdió en las siete restantes. Salvo en la Primera Sección, donde el resultado fue muy ajustado en favor de la fuerza política liderada entonces por Mauricio Macri (39,2% para JxC contra 39% del FT y 7,84% de AL), en los otros casos la derrota del kirchnerismo fue por muy amplio margen.

Ahora bien, comparada con dicha elección, el 7 de septiembre, La Libertad Avanza no sólo sacó menos porcentaje de votos que JxCen ca da una de las secciones electorales; incluso estuvo por debajo de los votos absolutos obtenidos en aquella elección por el macrismo. Así, en el 2021, con una participación de votantes superior, la coalición formada por el PRO, la UCR y la Coalición Cívica obtuvo 3.480.198 de sufragios (39,81%); mientras que este domingo, la improvisada alianza entre LLA y el desflecado PRO consiguió 2.723.710 votos (33,71%), y sólo logró imponerse en dos de las ocho secciones electorales.Se trata de unos 800.000 votos de diferencia que –como veremos en un momento- casi duplican lo que sumó Fuerza Patria entre el 2021 y el 2025. Por eso, en estas horas de confusión y de rencorosos pases de factura en la Casa Rosada, algunos sectores del oficialismo se aferran a una tabla de salvación que convendría no descuidar: apostar todo el esfuerzo a aumentar sensiblemente el porcentaje de participación ciudadana, tratando de captar la mayor tajada posible del voto no-peronista que este domingo no fue a votar.

Cuando las piñas empiezan a entrar

A la inversa, comparada con la mala elección post-pandemia del 2021, Fuerza Patria mejoró notablemente su desempeño en todas las secciones electorales el 7 de septiembre (salvo en la Segunda Sección donde tuvo resultados más ajustados). Mientras el Frente de Todos reunió en aquel momento 3.368.295 votos (38,53%), FP obtuvo este domingo 3.820.119 (47,28%), pero con una concurrencia total de votantes bastante inferior. Esa mayor diferencia en la cantidad absoluta de votos a favor de Fuerza Patria (451.824), con un caudal de votantes sensiblemente menor,combinada con la caída absoluta de sufragios de LLA (si la comparamos con la base electoral que solía reunir el macrismo), generaron el “efecto mariposa” de un triunfo por 14% de diferencia.Haciendo una analogía con la situación cambiaria, cabe preguntarse de este lado del mostrador: ¿Cuán cerca o cuán lejos ha quedado FP –a partir de un piso compacto de apoyos- del techo de votantes potenciales camino al 26 de octubre?

Cuando las piñas empiezan a entrar

Después de una derrota en las elecciones presidenciales toda fuerza política tiene por delante –al menos- tres desafíos primordiales: el primero es salvaguardar la unidad partidaria con base en una cierta identidad de propósitos; el segundo es mantenerse en condición de ser una alternativa electoralmente competitiva; el tercero, y más complejo, es encarar un proceso autocrítico de renovación para reconquistar a aquellos segmentos del electorado que –en el conjunto del país- le dieron la espalda.

En este primer round electoral, luego del vendaval libertario que irrumpió en el 2023, el peronismo bonaerense ha mostrado su destreza política para mantener la unidad y su inveterada capacidad territorial para tensar el músculo competitivo.

La parada nacional que viene el 26 de octubre no será nada fácil. Por eso, lo último que habría que hacer en este momento es bajar la guardia.