El capote del tío borracho
Quizás el Presidente sea, alguien que encontró en su abrigo un reconocimiento efímero
Fiódor Dostoievski dijo alguna vez, sobre la rica tradición literaria rusa del siglo XIX, que “todos somos hijos de El capote de Gógol”. La referencia hace al cuento escrito por Nikolái Gógol en 1842 en torno a distintos relatos petersburgueses en los que por primera vez cobran protagonismo personajes pequeños, marginales y oprimidos por el régimen zarista. En “El capote”, Gógol cuenta la historia de un funcionario mediocre, sin demasiadas aspiraciones, de baja jerarquía y víctima de burlas por parte de sus compañeros de trabajo. De Akaki Akákievich Bashmachkin nunca se esperó demasiado y, ante un hecho fortuito, reacciona de un modo contrario a su naturaleza torpe y monótona. Un día su viejo abrigo se vuelve inservible y lo que parece trivial (contar con algo que lo proteja del crudo invierno de la capital imperial) resulta una amenaza para su frágil economía y su estatus en la organización en la que trabaja. Tras privaciones, Akaki puede costear un capote hermoso y elegante. De pronto el gris burócrata se vuelve el centro de atención de la oficina, es invitado a fiestas con sus compañeros y asciende socialmente. Sin embargo, la alegría dura poco para el bueno de Akaki Akákievich y lo que era su motivo de orgullo se vuelve la raíz de su desgracia. La realidad lo golpea (literalmente) cuando le roban su abrigo y siente en carne propia la humillación e indiferencia del sistema (representado por la policía y la política) con más violencia que nunca, hasta enfermar y morir sin nadie que lo llore.
La carga simbólica del cuento de Gógol está puesta en la crítica a la exclusión y el rol del poder, así como aquello que viene dado de imprevisto puede irse de un golpe y las mieles de la gloria pueden volverse amargas.
FENÓMENO BARRIAL
Parece una obviedad y es conocido por todos los argentinos (y posiblemente más allá de las fronteras nacionales) sobre cómo fue el ascenso fugaz hacia la Presidencia de la Nación. Juan Luis González publicó en 2023 El loco: La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina. En esta biografía no autorizada, el periodista narra los orígenes del libertario y su llegada al poder, trascendiendo a los actores políticos que dominaron la escena de los últimos veinte años del país. Sin estructura política-territorial, sin más referentes que él mismo y fundado en una militancia digital, Milei supo captar la atención de sus seguidores, en especial varones jóvenes. Podríamos preguntarnos si en términos globales el avance de las nuevas derechas responde a una mancomunión entre un tipo de masculinidad que se vio amenazada por el avance del feminismo y sociedades cada vez más fragmentadas, sobre todo tras la pandemia. El caso argentino permite agregar algunas particularidades en torno a la coincidencia personal de una persona emocionalmente inestable y violenta con un sector de la Sociedad que quizás fue subestimado por la opinión pública y la academia. Esto último fue especialmente abordado en el trabajo coordinado por Pablo Semán en Está entre nosotros ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? (2023).
Javier Milei no es un outsider cualquiera como podría haber sido el Presidente brasileño Fernando Collor de Mello (1990-1992), el peruano Alberto Fujimori (1990-2000), el magnate mediático Silvio Berlusconi (figura principal en Italia entre 1994 y 2011) o el actual Presidente estadounidense Donald Trump (con un paso por el Salón Oval entre 2016 y 2020). De una u otra manera, aquellos líderes eran críticos del establishment político (“la casta”) y la política en sí y se valieron de un ecosistema mediático que los difundió y se retroalimentó de ellos. Sin embargo, el caso de Javier Milei es el de alguien completamente ajeno al sistema político: sin estructura partidaria tras de sí (casos como el de Trump conllevaron una colonización del Partido Republicano y Collor de Mello fue diputado, alcalde y gobernador); y sin ningún tipo de experiencia política llegó a la Presidencia de la Nación (quizás un caso similar sea el del ex-humorista Volodímir Zelenski quien preside Ucrania desde 2019). Asimismo, el sello que llevó al economista a la presidencia, La Libertad Avanza, no tenía ni gobernadores ni intendentes afines, sólo las dos bancas que ganaron en 2021 en la Cámara de Diputados el mismo Milei y, quien es hoy la Vicepresidenta, Victoria Villarruel.
Aunque el politólogo Giovanni Sartori (1997) pensó el concepto de homo videns en la era de la televisión, su diagnóstico cobró vigencia con el auge de internet, redes sociales, memes y TikTok, donde la comunicación visual rápida y emotiva domina por sobre la lectura profunda. Estas ideas podrían trasladarse para comprender mejor el “fenómeno Milei” que comenzó allá por 2017. Si Collor o Berlusconi fueron criaturas de la TV, el actual Presidente argentino es una criatura de las redes: memes, virales, streaming. El salto del homo videns al homo digitalis es clave para entender su llegada al poder. Con un estilo verborrágico y provocador pronto quedó claro que no se trataba de un economista más. Con su look extravagante y una melena indomable, se presentaba como anarcocapitalistaliberallibertario y hablaba en prime-time televisivo de la Escuela Austríaca, mencionando economistas y teorías desconocidas para la mayoría de quienes no estaban en tema e incluso lejanos más allá de los claustros universitarios. El economista planteaba desde aquel entonces que el estatismo era la fuente de todo mal en el mundo, la justicia social una aberración y que por voluntad propia las personas (por momentos éstas planteadas como una extensión del Mercado) por su cuenta podrían organizarse de manera mucho más eficiente.
En países presidencialistas como Argentina, donde el poder tiende a personalizarse y condicionar el clima de época, podría decirse que luego de dos experiencias seguidas de éxitos electorales que no pudieron o no supieron traducir a la gestión, dejaron abierta la posibilidad de una tercera vía desde la crisis de representatividad del 2001 (aquel “que se vayan todos”). Siguiendo a Semán, se observó una conexión particular con varones de menos de 25 años, que militaron y traccionaron votos en sus entornos más cercanos. Parafraseando al Presidente, podríamos decir que “las ideas de la libertad” prendieron mejor con aquellos que durante la pandemia sintieron que el Estado les quitaba los mejores años de sus vidas, obligándolos a quedarse en casa o teniéndoselas que arreglar por su cuenta para sobrevivir. Todo eso sumado a una clase política que no los representaba (la “fiesta de Olivos” y el caso del “vacunatorio VIP” causaron revuelo en la opinión pública y minaron la credibilidad de Alberto Fernández).
En otras palabras, el doble fracaso de gestiones de signo distinto entre 2015 y 2023, ambas prometiendo cambio y ambas incapaces de cumplir, dejaron una demanda electoral insatisfecha. La consecuencia fue un electorado descreído de los partidos tradicionales y abierto a probar algo radicalmente distinto, con la novedad de una porción joven del electorado que no conoció en su vida otra cosa que vivir en crisis. Ese fue el terreno fértil donde una figura como Javier Milei pudo crecer, ya no como economista excéntrico de TV, sino como candidato viable.
A veces conviene hacer un racconto, entendido este como recurso narrativo para explicar y entender dónde estamos parados.
SI LO PEOR YA PASÓ… QUE EL ÚLTIMO APAGUE LA LUZ
Pasados dos años de gestión y tras el primer test electoral, cabe preguntarse hasta qué punto el oficialismo sintió la derrota del 7S en la Provincia de Buenos Aires y si el centralismo en la figura del Presidente pasó de ser su fortaleza a hacerlo fungible. Si consideramos el derrotero oficialista, los traspiés legislativos (con proyectos incómodos y vetos desafiados), aumento de la tensión social, volatilidad cambiaria e incluso la sostenibilidad del plan económico, abren interrogantes más allá de las elecciones de octubre no sólo para los argentinos a los que les cuesta cada vez más llegar a fin de mes, sino para el establishment que inicialmente acompañó al Gobierno y ahora empieza a poner en duda su capacidad de conducción.
Tras la elección un amigo me dijo: “Milei parece ese tío borracho que va por la fiesta creyéndose que la está rompiendo. Las primeras veces es gracioso y todos le festejan que haga papelones y se divierten a costa de él. ¿Pero qué pasa cuando se vuelve incómodo? ¿Qué pasa cuando el tío se lleva puesta una mesa? Se termina la fiesta. En algún momento los comensales se preguntan qué tomó el tío. Ahí es cuando empieza a dar cringe (como dicen los chicos ahora). Nadie se hace cargo por haberlo invitado y empiezan a hacer planes que no lo incluyen a él. Es válido también que el tío diga para qué me invitan, si ya saben cómo me pongo”.
Volviendo a nuestra fábula del inicio, quizás el Presidente sea, como Akaki Akákievich, alguien que encontró en su abrigo un reconocimiento efímero. Pero aquella prenda no puede ocultar para siempre lo que siempre estuvo ahí: una biografía marcada por carencias afectivas, la dependencia emocional y ejecutiva en la figura de su hermana Karina, la compañía obsesiva de sus perros clonados y una épica mística y mesiánica. Ese costado íntimo convive con la contradicción política de haber prometido arrasar con la “casta” para terminar amparado por el poder económico y rodeado de figuras de larga trayectoria en el Estado. A eso se suman escándalos de corrupción de su entorno que contrastan con su discurso de austeridad.
La cadena nacional del 15 de septiembre nos dejó el Milei más político que vimos hasta ahora, mucho más centrado y conciliador. Quizás este nuevo rol fue más a su pesar que fruto de una verdadera autocrítica. Al Presidente se lo vio incómodo en su nuevo papel, sin verborragia, sin diatriba, sin insultos, ni gritando VIVA LA LIBERTAD CARAJO.
Y ahí es donde entra nuestro toque local: como un tío borracho al que le quitan el capote en plena fiesta, Milei enfrenta ahora la resaca de la euforia que él mismo generó, en una casa que no le pertenece y con dueños que no parecen muy dispuestos a pagar la fiesta.
Referencias
● González, J. L. (2023). El loco: La vida desconocida de Javier Milei y su irrupción en la política argentina. Buenos Aires: Planeta.
● Sartori, G. (1997). Homo videns: La sociedad teledirigida. Madrid: Taurus.
● Semán, P. (coord.). (2023). Está entre nosotros: ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir? Buenos Aires: Siglo XXI Editores.