La idea de que la sociedad argentina se ha movido sustancialmente “hacia la derecha” se ha convertido casi en un tópico, en una afirmación de base para intentar explicaciones y análisis de la coyuntura electoral y en general, de los cambios en el clima social. No hay analista político, periodista o dirigente que de un modo u otro no repita el diagnóstico. De hecho los candidatos que concentran las chances de ganar -o de meterse en el balotaje- parecen situarse en el mismo campo ideológico, cada uno con sus matices: Milei representa las ideas de libertad económica frente al estatismo, Bullrich se posiciona como la candidata de la institucionalidad republicana contra el populismo de izquierda, Massa se presenta como el candidato del establishment en oposición de los sectores radicalizados del kirchnerismo.

Vamos a dejar por un momento la objeción casi ritual que es necesario hacer en estos casos: en Argentina las categorías izquierda-derecha no se ajustan bien a las identidades y los posicionamientos políticos principales. Daremos por buena la aplicación de la categoría.

Como primera aproximación es necesario contextualizar el fenómeno. Tales cambios sociales usualmente suceden como efecto de un factor o conglomerado de factores ambientales. Esos factores ambientales deberían ser posicionados en el espectro analítico izquierda-derecha. Dicho de otro modo: ¿qué está pasando a la izquierda o a la derecha de la sociedad como para que esta se desplace en un sentido u otro?

ECONOMÍA

Usualmente, la izquierda promueve el control estatal de los medios económicos, con el propósito de implementar políticas de redistribución social de la riqueza y racionalización de la producción. Eso también supone el control y operación de los instrumentos financieros y la política comercial. Pues bien: como consecuencia de esas políticas la Argentina es un país cuyo PBI no ha crecido en los últimos 40 años, mientras que su población se ha duplicado desde entonces. Es un país empobrecido, poblado por habitantes empobrecidos.

La redistribución se practica sobre la base de un stock de riqueza cada vez más pequeño, la capacidad productiva del país no se ajusta a demandas externas sino al cada vez más reducido mercado local. Se castiga fiscalmente la rentabilidad.

Como consecuencia de estas políticas, el Estado crece de forma descontrolada y su voracidad lo ha llevado a destruir por completo el instrumento principal de intercambio, reserva de valor y unidad de cuenta: la moneda. Los argentinos saben positivamente que son cada día más pobres y que es preciso aumentar los márgenes de la libertad económica y reducir el volumen de gasto público para volver a crecer. No es ideología: es experiencia cotidiana.

DERECHOS, SERVICIOS, PRESTACIONES

Una respuesta a tal objeción consiste en que es propio de gobiernos de izquierda promover la expansión de derechos y conquistas sociales. El Estado Argentino se constituyó hace más de medio siglo en un Estado Social. Pero el hecho de que fuese Estado Social no equivalía a que también lo fuese de Bienestar.

La recesión económica de la última década ha reducido drásticamente la calidad de las prestaciones sociales. El Estado imprime una brutal presión fiscal sobre sus habitantes sin por eso devolver los recursos en forma de servicios, infraestructura, derechos. Un porcentaje cada vez más grande de la población se va desplazando a la economía informal, que no posee derechos laborales, de salud ni previsionales.

Los argentinos son cada vez más conscientes de que esos derechos y prestaciones no reúnen las condiciones mínimas de calidad/satisfacción y por eso, el discurso del miedo ante su posible pérdida les es cada vez más indiferente.

EDUCACIÓN

Usualmente, la izquierda se asocia a la ilustración y a la implementación de políticas educativas destinadas a amplios sectores sociales, con el objeto de preparar ciudadanos y promover por este medio la movilidad social ascendente. No obstante, el sistema educativo argentino, que fuera modelo en la región, no fue fruto de políticas de izquierda, sino todo lo contrario.

El caso es que por efecto de la implementación de políticas de izquierda desde el restablecimiento de las instituciones democráticas, el sistema educativo argentino ha perdido sustancialmente la función social que le es específica, al priorizar políticas de inclusión que eliminaban instancias de evaluación y criterios de exigencia académica, aplicar indiscriminadamente teorías de experimentación educativa como las pedagogías de la liberación, incluir contenidos que no responden a aprendizajes básicos sino a imperativos ideológicos, suprimir el mérito como forma de promoción y distinción. A todo esto se agrega la burocratización y sindicalización de los docentes.

Los padres de familias pobres luchan por enviar a sus hijos pequeños a establecimientos educativos de gestión privada, en un intento por darles las mejores condiciones en un contexto social y laboral que les será muy adverso. En la educación terciaria las cifras son demoledoras: Argentina es el país de la región en donde más universidades se han creado en las últimas dos décadas pero en el que se encuentran menos graduados con estudios superiores. La relación entre empleo/movilidad social ascendente y estudios superiores es cada vez más débil.

SEGURIDAD

Respecto de la seguridad, la izquierda ha tenido una actitud ambigua cuando no deliberadamente negligente respecto de la necesidad de custodiar las vidas, la integridad física y los bienes de las personas, en razón de su tradicional posicionamiento contrario a la represión por parte de las fuerzas de seguridad, a la que supone es complementaria a formas de opresión económica y exclusión social. Puede ser una política tolerable en contextos de baja criminalidad. No es el caso de la Argentina, que a lo largo de las últimas décadas, junto con el aumento de la pobreza y la marginalidad ha visto ascender los delitos y los crímenes de forma paralela.

En algunas ciudades del país las organizaciones delictivas son un factor de poder más, junto con las autoridades legítimas. Los argentinos se encuentran indefensos, desprotegidos por un Estado que no satisface las necesidades básicas, a pesar de poseer medios abundantes a su disposición.

JUSTICIA

Esta modalidad anti securitista de la izquierda se prolonga, en el campo de la práctica institucional de la justicia penal, con posicionamientos anti punivistas. Tales posicionamientos se derivan de las tesis que sostienen que el delito y la criminalidad no son producto de las acciones de individuos, sino efecto de estructuras sociales, culturales y económicas que reproducen relaciones de exclusión y alienación. Dicho de otra manera: el culpable de los delitos no es el delincuente, sino la sociedad en su conjunto. De ahí que no se castigue al criminal, sino a la sociedad, que debe sufrir las consecuencias de su particular configuración criminógena. Los argentinos advierten que el Estado se ha convertido en el cómplice principal de los criminales. Eso, por no hablar de la impunidad con la que florece y se desarrolla la corrupción, la venalidad y la prevaricación. Al final todo recibe su justificación de los imperativos prácticos de la ideología.

MOVIMIENTO APARENTE

Alguien podría objetar que no es correcto atribuir todo esto a la izquierda, sino al peronismo. Efectivamente, no son entidades políticas equivalentes. Pero dentro de las variaciones posibles que ha registrado el peronismo a lo largo de su historia el kirchnerismo, su configuración hegemónica actual, es una forma de izquierda.

Esto nos permite retomar el presupuesto con el que iniciamos.Se conoce como movimiento aparente al fenómeno sensorial en el que percibimos como movimiento un estímulo estático. Es una ilusión que no requiere dinamismo real para percibir una sensación de movimiento. Pero también se produce movimiento aparente cuando el que está en movimiento es el observador. Es sabido que la Tierra gira alrededor del Sol, pero para nosotros es el Sol quien parece girar alrededor de la Tierra.

Con la supuesta “derechización” de la sociedad argentina sucede exactamente lo mismo. Los argentinos poseen valoraciones, expectativas de bienestar y realización bastante similares a otros países de la región y de las sociedades occidentales. No se advierten grandes variaciones en este sentido. Lo que se ha desplazado a la izquierda es el Estado, el Gobierno y la clase política, incapaces en su conjunto de ofrecer condiciones elementales para concretar esos objetivos individuales o sociales.

Recientemente, Eduardo Aliverti se preguntaba en una nota cuánta derecha es capaz de tolerar la sociedad argentina. Lamentablemente no dio demasiadas pistas al respecto. Lo cierto es que hoy y ahora, lo que a esa sociedad le parece intolerable es lo que pasa (y la hace padecer) en el lado opuesto del espectro.