Desde el 30 de octubre de 2022, cuando Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones en Brasil el sentimiento de amenaza se hizo evidente. Volviéndose tangible hace unos pocos días en el momento en que los encargados de mantener la seguridad pública de dicho país, escoltaron a los bolsonaristas hasta las puertas del Congreso, de la Presidencia y del Tribunal Supremo, ubicado en Brasilia. El ataque llevado a cabo por los extremistas se realizó a una semana de que Lula jurara como presidente y con algunos ministros aún sin haber asumido el cargo.

“Los defensores de la patria”, como se hacen llamar los seguidores de Bolsonaro, realizaron una caminata de nueve kilómetros, desde el Cuartel General del Ejército hasta la plaza de los Tres Poderes. Subieron las rampas diseñadas por Óscar Niemeyer, que simbolizan el vínculo de la sociedad con las instituciones y dieron inicio al ataque más grave a la democracia brasileña en los últimos 37 años (recordando que la dictadura estuvo presente hasta 1985). Para que se pueda ejecutar semejante atentado a la democracia y para entender la actitud de los uniformados, se debe considerar el papel del gobernador del Distrito Federal, Ibaneis Rocha, del secretario de seguridad pública y de Anderson Torres, aliados del presidente Jair Bolsonaro. Los cuales como resultado de sus actos, Rocha y Torres, han sido apartados de sus cargos durante 90 días, acusados de “omisión y convivencia con delincuentes que previamente habían anunciado que cometerían actos violentos contra los poderes constituidos”.

Los destrozos ocasionados son incontables. Rompieron vidrios, destruyeron el mobiliario, robaron armas de seguridad presidencial, y alrededor de veinte obras de arte fueron vandalizadas y/o robadas. Mientras ocurría el ataque, Lula se encontraba en San Pablo, visitando familias damnificadas por las fuertes lluvias; desde allí condenó el asalto, acusó a Jair Bolsonaro de provocarlo y ordenó que el Gobierno Federal asumiera las competencias de seguridad del Distrito Federal. Es así entonces, que ya entrada la noche las fuerzas de seguridad realizaron un enorme despliegue y retomaron el control con centenares de personas detenidas.

En este marco, el apoyo a Lula se hizo presente y tanto organismos internacionales como políticos de todo el mundo se expresaron al respecto. Joe Biden, actual presidente de Estados Unidos, condenó el asalto a la democracia y pidió una transferencia pacífica de poder. Asimismo, el canciller argentino, Santiago Caffiero, a través de su cuenta oficial en Twitter, manifestó su solidaridad y alzó la voz en defensa de la democracia brasileña. Además, el representante gubernamental de Chile, Gabriel Boric, dijo que se trató de un ataque cobarde y vil a la democracia.

Por su parte, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) afirmó que “el derecho de reunión debe ser pacífico, sin armas y con estricto apego al estado de derecho”. También, el presidente del Consejo Europeo, la presidenta del Parlamento Europeo y La Comunidad de países del Caribe (Caricom), llamaron a respetar las instituciones y el gobierno democrático elegido en las urnas.

El respaldo al actual presidente de Brasil, se expresó también en diferentes ciudades, donde miles de seguidores se movilizaron con el fin de defender la democracia y pedir la prisión a los golpistas. Entre las diferentes consignas que se podían ver en las manifestaciones, la más repetida fue: “No amnistía”. La cual formó parte de uno de los cánticos más repetidos: “Ni amnistía ni perdón; queremos a Bolsonaro en la cárcel”.

El asalto a las sedes de los tres poderes dejó el saldo de 1500 detenidos, destrozos sin precedentes y un sabor amargo. Los seguidores de Bolsonaro, al igual que los seguidores de Donald Trump en 2021, piensan que las elecciones no han sido ganadas de forma legítima y creen en el uso de la violencia como forma de manifestar sus puntos de vista. Haciendo evidente que a través del caos y la destrucción intentaron llevar a cabo un golpe de Estado.

Es urgente defender la Democracia. Así, como el grito desesperado que Dolores Ibárruri expresó por radio desde Madrid durante la proliferación del fascismo: “¡No pasarán!”.