El fracaso de la revolución moral
Los hechos de corrupción son como los icebergs porque se ve solo la parte superficial
Una de las metáforas más conocidas que se ha utilizado en la historia del pensamiento político para referir a la relación gobernantes y gobernados es la del pastor y las ovejas. El problema de esta forma de caracterizar el vínculo político es que los gobernantes, a diferencia de los pastores, no son de una naturaleza diferente a la de los gobernados. Por el contrario, son tan ovejas como las ovejas que deben guiar y, por lo tanto, tienen las mismas virtudes y vicios inherentes a su condición. Una forma de sortear esta dificultad a lo largo de la historia ha sido la de cultivar ciertas aptitudes y cualidades en los gobernantes, de modo tal que, si no es posible evitar sus debilidades, al menos se pueda resaltar sus aspectos más sobresalientes. La Libertad Avanza se jactó de ser una alternativa moralmente mejor, donde las mejores ovejas iban a cuidar del rebaño y dejar atrás las peores prácticas políticas del pasado reciente.
La Ley de Murphy sostiene que, si algo puede fallar, fallará. En los últimos días hemos presenciado el fracaso de la “Revolución Moral” iniciada por el gobierno de Javier Milei hace casi dos años atrás. El primer síntoma fue la inclusión de varios miembros de la casta en su administración. El segundo, fue el episodio vinculado a la cripto moneda $LIBRA. A estos hechos le siguió una especie de remake del valijero venezolano Antonini Wilson, pero con diferentes actores y un nuevo plot twist. Finalmente, llegaron los audios de Spagnuolo desnudando un esquema de retornos de dinero ilegal a través de la compra de medicamentos e insumos médicos.
Si en alguno de los hechos mencionados no estuviese vinculado directamente el Presidente o su entorno más cercano, la defensa del oficialismo habría sido más fácil. Bastaba con culpar a la casta dentro del gobierno o la administración pública de continuar con las viejas prácticas. Algo similar al dicho, “la manzana podrida contamina al resto”. Pero, lamentablemente para La Libertad Avanza este no ha sido el caso.
Los hechos de corrupción son como los icebergs. Lo que se ve, es solamente la parte superficial, dejando oculto una masa de hielo muchísimo más grande de lo que se efectivamente se percibe. En este sentido, cabe sospechar que estos sucesos no sean los únicos existentes y que la Revolución Moral haya sido solamente una eficaz estrategia de marketing político.
Una pregunta relevante es la de saber cuánto afectará lo sucedido al oficialismo en el futuro electoral próximo. Sinceramente, creo que poco. Dos justificaciones posibles respaldan esta sospecha. En primer lugar, y más allá de intento de mostrarse como una alternativa diferente a la política tradicional, Javier Milei logró captar e interpretar el enojo del electorado argentino. Este desencanto aún sigue presente y la política en general todavía no ha tomado nota de que debe iniciar un proceso de reciclaje. Al mismo tiempo, y aquí aparece la segunda justificación, existe una vieja frase muy arraigada en el mundo de la política: “roba, pero hace”. Más allá de los gustos políticos particulares y la opinión que se pueda tener de la gestión de La Libertad Avanza, la imagen positiva del presidente sigue elevada. En este sentido, es probable que para el electorado en general la corrupción sea una práctica habitual existente en la política como así también en la vida en general.
No obstante lo dicho, también es cierto que queda un sabor bastante amargo para quienes, una vez más, esperaban un cambio, una política diferente. George Orwell creó una fantástica crítica al comunismo titulada “Rebelión en la Granja”. Lo más impactante de la obra es, a mi juicio, su final. Los animales que lograron liberarse del yugo humano observaban incrédulos a través del ojo de una cerradura a la nueva clase dirigente, los cerdos, interactuando con los anteriores gobernantes. Más escalofriante aún, es que se volvía imposible distinguir al final entre unos y los otros. Adiós a la Revolución Moral.