Pasaron más de 18 horas desde que se conocieron los datos finales de las elecciones presidenciales de Brasil y el actual presidente Jair Bolsonaro continúa sin pronunciarse al respecto. La derrota de Bolsonaro, con una diferencia aproximada de 2 millones de votos, inicia el fin de un ciclo político marcado por la violencia, el negacionismo y la intolerancia. 

En este sentido, y como bien remarcó una colega (@anaterezaduarte) tenemos dos hechos históricos a mencionar: nunca antes un presidente había perdido la reelección, y nunca antes un presidente había sido electo para un tercer mandato.  

Lula da Silva, el presidente electo que ocupará el cargo a partir del 1 de enero de 2023, al hablar por primera vez en su condición de tal, transmitió sus agradecimientos y leyó un discurso caracterizado por un tono moderado. En el mismo, comenzó agradeciéndole a Dios el poder estar en ese lugar y dijo: “No enfrentamos un candidato, enfrentamos la máquina del Estado brasileño colocada al servicio del candidato...”, y evocando los 580 días que pasó en prisión por una condena de corrupción que luego fue anulada, proclamó: “Intentaron enterrarme vivo y estoy aquí… Para gobernar este país”. Asimismo, expresó que si bien había dos proyectos de país, el único vencedor es el pueblo brasileño, y es el pueblo en su totalidad el que va a gobernar. A su vez, prometió enfrentar el racismo, los preconceptos, bajar las armas y combatir el hambre. Haciendo énfasis en que todo el pueblo brasileño quiere vivir y comer bien, tener salud, educación y políticas públicas de calidad; y que merece tener un empleo con libreta de trabajo firmada, ir de vacaciones y tener acceso a todos los bienes culturales, como el teatro y el cine porque la cultura alimenta el alma.

Dichas palabras exteriorizadas por Lula, condicen con su concepción de democracia. Para él, la democracia es algo palpable, que se siente en la piel y que se puede construir día a día. Por lo que aspira a una democracia real y concreta, con crecimiento económico y como instrumento para mejorar la vida de todos y no para perpetuar las desigualdades.

En este marco, los desafíos que deberá sortear Lula son complejos. Ambas Cámaras (Diputados y Senadores) cuentan con mayoría de derecha y, a su vez, tiene el 49% de los electores en contra. La delgada línea de diferencia expresada en los resultados electorales, refleja una clara polarización, por lo que podría decirse que su gobierno se caracterizará por la búsqueda de acuerdos y el equilibrio de intereses para obtener un mayor margen de gobernabilidad.