El porqué del endeudamiento permanente
¿Por qué nuestro país siempre está dependiendo de que ingresen “dólares prestados”? La respuesta se encuentra en un comercio exterior colonizado por unos pocos grupos transnacionalizados, en un sector financiero generador permanente de fuga de capitales y, sobre todo, en un sobreendeudamiento externo histórico y escandaloso.
En esta coyuntura, la “salvación del gobierno” parece depender de cómo se concrete el anuncio de los 20.000 millones de dólares que pondría el Tesoro norteamericano. Sin ese anuncio (el famoso mensaje en X de Trump y Bessent) la cotización del dólar iba rumbo a la estratósfera, el Banco Central quemaba a un ritmo demencial sus ya escasas reservas, los bonos y acciones caían verticalmente y el riesgo país subía sin techo. Con el anuncio, el mercado financiero pareció calmarse por cuatro días. Luego reaparecieron las dudas, las exigencias de información concreta acerca de cómo sería ese préstamo, de fechas concretas (¿antes o después de las elecciones?), o incluso de si habría algún tipo de dinero “fresco” (por lo menos 5.000 millones de dólares).
Pero no es la primera vez que sucede en 2025. Recordemos que estábamos en situación similar en marzo, y el gobierno fue “salvado” por el préstamo récord del FMI (20.000 millones de dólares, de los cuáles 12.000 fueron de entrega casi inmediata). Y si retrocedemos un poquito más, Milei tuvo un primer salvataje en la segunda mitad de 2024, donde vía un blanqueo logró que ingresaran 20.000 millones de dólares que formaban parte de los más de 350.000 millones de “formación de activos en el exterior” (traducido: “fuga de capitales”).
Y, si queremos ser muy memoriosos, y vamos a la ya lejana campaña electoral presidencial de 2023, podemos recordar al entonces candidato diciendo “¿Querés que te muestre el washapp?”, donde supuestamente tenía entradas de dólares comprometidas por 15.000 o 20.000 millones de dólares. El mismo número había sido supuestamente prometido por Luis “Toto” Caputo, motivo por el cuál habría logrado el ministerio de Economía.
Más estructuralmente, podemos analizar el “hambre de inversiones extranjeras” del gobierno de Milei (en esto no se diferencia de los anteriores), tanto de origen financiero (toma de deuda por emisión de bonos o letras) como de inversión extranjera directa por parte de transnacionales (litio, gas y petróleo, etcétera). Promesas estas últimas nunca concretadas, a pesar de que se le sigue ofreciendo a las empresas el oro y el moro (o traducido, el RIGI).
¿QUÉ PASA CON EL COMERCIO EXTERIOR?
La Argentina no genera las suficientes divisas genuinas. Su balanza de pagos está permanentemente en rojo. Sí logra, algunas veces, mediocres resultados positivos en su balanza comercial (exportaciones menos importaciones de bienes). Pero acá hay un problema: ese saldo queda en manos de un reducidísimo grupo de oligopolios agroexportadores (Dreyfus, Cargill, Cofco, Bunge, ADM) que luego extorsionan en cómo y cuándo ingresarán efectivamente esas divisas a la economía argentina. Dado que, además, se utiliza sistemáticamente el tipo de cambio como herramienta antiinflacionaria (por el conocido mecanismo de apreciar el peso, o, su contrapartida, “abaratar” el dólar), esa balanza comercial de bienes está constantemente bajo asedio por una muy negativa balanza de turismo.
LA “DOLARIZACIÓN”, O LA FUGA
El segundo problema es que, los dólares que muy trabajosamente y con todos los problemas del apartado anterior finalmente ingresan a las reservas, se encuentran con un sistema financiero o, más en general, con un régimen de funcionamiento del capitalismo argentino que sistemáticamente favorece a la fuga de capitales. Por innumerables mecanismos, en última instancia todos avalados por una ley de entidades financieras originada en 1977 y aún vigente, se da una sistemática “formación de activos en el exterior”. Detrás de ese nombre técnico está la realidad: hay un stock de divisas fugadas al extranjero que equivalen a un PBI entero. Obviamente que eso no se puede construir exclusivamente con el ahorro hormiga de los “dólares bajo el colchón”, sino con la sistemática fuga que hacen grandes especuladores en operaciones de miles de millones de dólares.
LA DEUDA EXTERNA
Dejamos para el final, lo que es, sin duda, lo más importante: la gigantesca, inmoral, ilegítima e impagable deuda externa pública argentina. Que incluye rubros que se dolarizan o pesifican según las coyunturas, pero sigue mayoritariamente en manos de acreedores que son grandes fondos de la especulación internacional. Impagable en su stock (equivalente a otro PBI), pero también en su flujo, que, por dar un solo ejemplo, plantea que hay que abonar vencimientos de decenas de miles de millones de dólares en el futuro inmediato. El Estado argentino no tiene las divisas para pagar esos vencimientos. Ahí es donde aparece “el otro acreedor”, el acreedor político, que viene con sus condicionalidades y exigencias de ajuste: el Fondo Monetario Internacional, o ahora, más desnudamente aún, directamente el Tesoro de los Estados Unidos. Cualquier salvataje consiste en más endeudamiento, para “puentear” así los vencimientos inmediatos, que incrementan en el mediano plazo el total del endeudamiento. Con un único programa: más ajuste para así mostrar capacidad política de “renegociar” otra vez los vencimientos, con mayores intereses, que vuelven a capitalizar un monto de deuda aún superior. Y así hasta el infinito.
¿CÓMO SE CORTA ESTE NUDO GORDIANO?
De todo este recorrido se desprende que no hay salida si no se pone arriba de la mesa la realidad. No se puede seguir pagando indefinidamente este endeudamiento y creer que mágicamente, este problema desaparecerá. Tampoco es posible cambiar el modelo económico, saliendo de la valorización financiero-especulativa hacia la producción, el fortalecimiento del salario, de las inversiones productivas, del mercado interno y de un crecimiento sostenido, con un sistema bancario, financiero y bursátil basado en las reglas que fijó Martínez de Hoz en 1977. Y, para completar, hay que nacionalizar el comercio exterior, hoy totalmente colonizado por actores transnacionales que se apoderan de nuestras divisas y chantajean desde ese lugar de poder. Sólo cerrando esas tres canillas (pagos infinitos de deuda, comercio exterior monopolizado y extranjerizado y sistema financiero hecho a medida de la especulación y la fuga) podremos dejar de estar pendientes de la tan remanida “restricción externa”.