En un giro histórico para la política argentina, el outsider Javier Milei emerge como el nuevo presidente de Argentina después de una campaña electoral llena de intensidad, campañas negativas y principalmente una fuerte volatilidad del electorado argentino.

Milei con más de 14 millones de votos a favor, representa un cambio significativo en el panorama político y un misterio sobre la nueva construcción en los esquemas de poder y gobernabilidad.

El nuevo presidente es reconocido por sus posturas económicas liberales, su enfoque audaz y propuestas poco convencionales. Además refleja un claro rechazo de parte del electorado hacia las políticas convencionales, principalmente con su propuesta de reducir el estado completamente.

A partir de ahora nos tocará observar cuáles serán sus próximos pasos y decisiones para efectivizar el deseo de un cambio radical, en un sistema político de fuertes estructuras políticas partidarias que se resiste al cambio radical.

Con un congreso sin mayorías y un ejecutivo sin gobernadores ni intendentes que respondan a su espacio ¿Cómo se gobierna? ¿Se construyen alianzas o se impone su liderazgo? ¿Milei es quien decide y Macri acompaña? ¿O es al revés? Este contexto nos deja muchos interrogantes pero el principal interrogante es: ¿Qué podemos esperar para el futuro de Argentina?

Y aquí volvemos al pasado y los problemas de siempre. Que no supieron resolver Cristina Fernández, ni Mauricio Macri ni mucho menos Alberto Fernández: la crisis económica. Esta problemática fue el motivo inicial para la consolidación del voto de Milei. Por eso las propuestas de medidas inmediatas y efectivas para combatir la inflación, el desempleo y la deuda pública fueron imperativas durante la campaña.

Sin embargo, hasta ahora hemos visto pocas certezas en esta área y posibles candidatos que renuncian antes de asumir. Lo positivo es que se aprecia una mayor moderación del nuevo presidente y una certera gestión de las expectativas de la sociedad. En reiteradas entrevistas ya planteó que la inflación se regularizará dentro de 18 meses y la dolarización está cada vez más lejos. Con esto tranquiliza a los votantes que no estaban totalmente de acuerdo con la dolarización y pide tiempo a la ciudadanía para ver un efecto positivo en sus bolsillos.

Esta estrategia puede darle un margen de paciencia pero no demasiado. Pensemos que la sociedad argentina llegó a este punto cansada y hastiada de una política y dirigencia que no resuelve sus problemas. Esta también, fue una de las principales causas de que eligieron al candidato que no sólo resolvería la economía con o sin dinero sino que también aquel que desterrará a la casta política.

Durante la campaña, e incluso antes, Milei llevó adelante una narrativa certera de la responsabilidad compartida de Juntos por el Cambio y el peronismo en el fracaso de los gobiernos anteriores. Milei se posicionó señalando a la casta política como el principal obstáculo y responsable de la decadencia de Argentina, lo que resonó y conectó directamente con el enojo de gran parte del electorado argentino.

Sin embargo, en un nuevo escenario sin peso político ni respaldo partidario, la formación de alianzas estratégicas se convierte en una herramienta valiosa y necesaria para asegurar gobernabilidad y también para poder llevar adelante algunas de las medidas que quieres implementar.

Por este motivo, vimos a políticos de Schiaretti para su gabinete, a referentes del Pro, incluida la ex candidata Patricia Bullrich, y una comunicación constante con Mauricio Macri, a pesar de ciertas discrepancias como el próximo presidente del Congreso en donde resuena Randazzo. Sin embargo, es clave no centrarse en los nombres sino en la decisión por detrás de conformar alianzas que aseguren una mayor probabilidad de gobernabilidad en la nueva gestión que inicia en breve.

La fragmentación política en la que se encuentra Argentina, con dos coaliciones tradicionales en desarme: Juntos por el cambio fragmentado y un peronismo sin un liderazgo claro, que puede derivar en facciones peronistas puede ser el escenario ideal para una nueva construcción política de alianzas o una situación máxima de fragilidad y fragmentación política frente a un contexto adverso.

La actual fragmentación política en Argentina presenta un escenario complejo, caracterizado por el desmantelamiento de dos coaliciones tradicionales: Juntos por el Cambio fragmentado y enfrentado. Y un peronismo sin un liderazgo definido, lo que abre la posibilidad de surgimiento de facciones internas en el peronismo.

Este contexto no solo plantea desafíos significativos sino que también brinda una oportunidad única para la creación de nuevas alianzas políticas que respondan a las demandas de la ciudadanía y permita definir políticas de estado a largo plazo. Este sería el futuro ideal y menos probable. Por otro lado, existe el riesgo latente de que esta fragmentación alcance niveles críticos, generando una situación de extrema fragilidad política frente a un entorno adverso, que puede llegar a desencadenar una nueva crisis política.

Estos desafíos sustanciales van a requerir que el nuevo presidente cuente con habilidad política, negociación y adaptabilidad para llevar a cabo la transformación que promete en este nuevo escenario. Hasta ahora se está observando un poco de todo esto. El problema puede ser sí la sociedad aceptará la interacción y los acuerdos entre el Presidente y la casta política como un factor determinante para el destino de Argentina.

En este contexto, el nuevo gobierno se encuentra en una encrucijada única, donde la audacia, la adaptabilidad y la capacidad de construir consensos serán clave para forjar el camino hacia la Argentina del cambio prometida. Frente a una economía en recesión, desafíos políticos sin precedentes y una nueva reconfiguración política y social, las decisiones tomadas en los próximos meses serán cruciales para definir el rumbo de Argentina y del nuevo presidente.