Argentina tiene problemas muy serios, recurrentes, que alguna vez serán abordados con idéntica seriedad. Eso no va a ocurrir en los próximos doce meses. Las urgencias de hoy, sin embargo, no son tantas como antaño: del nivel de inflación, y de las expectativas que los agentes económicos se forman respecto de su evolución en el cortísimo plazo.

Hace 20 días leíamos que el único acuerdo entre los Fernández, ante la salida forzada de Guzmán, era que “Massa No”. Ahora que el Gobierno del Frente de Todos reconoció que sus problemas van más allá de funcionarios que no funcionan, y que el exquisito ejercicio del veto cruzado permanente es un lujo demasiado progre para ser peronista, quienes pretendían volver, pero mejores, no tuvieron otra que mirarse a la cara. Y entonces, ahora que la gobernabilidad peronista es lo que está en juego, dejémonos de joder. Todas y Todos.

Y AHORA, ENTONCES, MASSA SÍ

¿Qué supone la llegada de Sergio T. Massa al Ministerio de Economía ampliado? ¿Un Massazo a las expectativas devaluatorias, a las/os agoreros de siempre, o las oposiciones políticas al gobierno? No.

¿Es apenas una massita, que el círculo rojo se va a comer con el té de las 5? Tampoco. La llegada de Massa al Gobierno del FTD significa, ni más ni menos, que la galvanización de las coaliciones que se alternan en el poder desde 2011. En 2023, otra vez, hay partido.

Massa es, en primer lugar, la galvanización de la Unidad del Frente de Todos de cara al futuro. Es la alquimia del compromiso, desde Pérsico hasta Perotti, desde Unidad Ciudadana a la mesa chica de porteños que rodea al Presidente. Una alquimia que espanta a los especuladores políticos, no necesariamente a los financieros.

En efecto, quienes se asomaban al futuro e imaginaban escenarios de fractura a una y otra orilla de la grieta, tendrán que meter violín en bolsa. Si el FDT no se parte (y no se va a partir, ahora está claro para quien quiera verlo), el sueño húmedo de Mauricio Macri, de sacudirse al radicalismo que lo restringe, para abrazarse a un Milei que lo potencia, muere antes de nacer. Se galvaniza la Unidad, ergo, de JXC. Y habrá que apostar a una interna fuerte, con todo el mundo con los pies en el plato. La discusión seguirá siendo si las fórmulas serán “puras” (PRO-PRO, UCR-UCR, etc.), o “mixtas”. Miguel de Luca puede darles un curso de política comparada acelerado sobre internas, que tiene listo, me consta, desde 2011 al menos.

LLEGÓ MASSA… Y AHORA ¿QUÉ HACEMOS CON FERNÁNDEZ?

Las condiciones que aceptaron los Fernández a pedido de Massa (de las que, vale aclarar, no dispuso el bueno de Martín Guzmán) dicen mucho de este momento. Refuerzan, aunque sería anecdótico, la presunción de que hubo en esa salida forzada, un componente personal. Y lo personal, a veces, es político. Pero lo más significativo del momento, es que el FDT es conducido por los accionistas mayoritarios del FDT. ¿Cuál sería la sorpresa? ¿En qué se fundan los juicios sobre la supuesta debilidad presidencial que toda la movida entraña? ¿Fernández es parte del decorado, y nada más? 

Se apuran, ahora, quienes trazan comparaciones ridículas de Fernández con un “presidente en un sistema parlamentario”, y a Sergio Tomás con un Premier. “Chiques”: la Constitución Argentina es clarita como el agua. Y aunque la pérdida de soldados de confianza es una realidad, no deberíamos olvidar que Alberto Fernández llega al poder sin peso electoral propio, pero como el gerente de cuatro facciones del pan-peronismo: Unidad Ciudadana, Gobernadores e Intendentes, la CGT, y los Movimientos Sociales. Si tuvimos otra impresión, fue producto de lo extraordinario de la pandemia. Y digo gerente, y no administrador, porque sería faltarle el respeto a la máxima magistratura. El resto de la analogía, estoy seguro, es de Julio Burdman, escrita en la segunda mitad de 2019, o principios de 2020.

Si no hay sorpresa ni novedad alguna, entonces ciertas cosas se tornan cada vez más difíciles de explicar (pero no de entender). Un DT va a jugar un partido decisivo, y tira un arquero y 10 defensores en la cancha. Le hacen dos goles en 20’, y cambia el equipo, pero también el planteo. Uno, como espectador, suele preguntase:  si este es el diseño para hacer goles, ¿Por qué demonios no arrancamos así desde el vamos? Así en la política como en el futbol.

LA VENTAJA DE MASSA

Leo los anuncios, las repercusiones, y pareciera que Massa tiene dos agendas que atender, que son, a priori, simultáneamente incompatibles.

Una agenda de la macro, condicionada por el círculo rojo y el acuerdo con el FMI, orientada a reconstruir reservas, alejar el fantasma de la hiper, y hacer más sustentable la deuda en moneda local.

Por otro lado, una agenda de la micro, condicionada por niveles de pobreza escalofriantes para nuestro país, orientada a compensar la erosión acelerada del poder adquisitivo y evitar el desborde social primero (y la derrota en 2023 después). Si, para evitarla. Nada está dicho aún[1].

No hay que caminar la vereda de la ortodoxia miope para darse cuenta que, allende las apariencias, la agenda es una sola. Pero conducir es priorizar. ¿Qué priorizará el Gobierno de Sergio Tomás en los 100 días de gracia que ya solicitó?

El diablo está en los detalles. Massa no tiene varita mágica para hacer posible lo que no, pero tiene algo que nadie más tiene en el FDT hoy: el sí puede hacer promesas, más allá de los próximos doce meses. El Gran Acuerdo Nacional no es una alquimia, es una quimera. Más aún con un Gobierno que retrocede con los pantalones bajos y en chancletas.

La ventaja de Massa es que, al poder real (al del palacio, de aquí, y de afuera también) y al de la calle, él les puede pedir tiempo y espacio. Puede pagar bien ahora, o más adelante. Puede ordenar quién mama primero y quién luego, que es la clave de este brete. Ventaja que Alberto no tiene; que Cristina tampoco, pero por otras razones.

Nada es sencillo en este país, ni en este momento. Pero para Massa, es más fácil que para el resto. Massa tiene futuro; su futuro está atado al del panperonismo. Massa tiene ganas. Pero si le va bien, lo que no tendrá son rivales.

¿Qué es que le vaya bien? En este contexto, es un montón, pero no es tanto. Ya dijo que no es un salvador. Alcanzará con que sea un Burrito Ortega, o un Fernando Redondo, en aquellos octavos de Final de la Copa del Mundo de 1994: el guapo que pide la pelota cuando quema, y que va para adelante. En el país del aguante, eso ya es un montón.

Por el bien del país, y de quienes la pasan peor, espero que a Sergio Tomás Massa, le vaya mejor que a aquella selección a la que le cortaron las piernas.

[1]Dos perlas: la Vicepresidenta cuenta en su libro que gastó un punto extra del PBI en 2015, con el propósito de favorecer la elección de Scioli; Macri hizo campaña con la nuestra (que era del Fondo), y  puso en marcha el “plan platita” post-PASO en 2019. A ninguno de los dos le alcanzó. Reitero: nada está dicho aún. La buena noticia en la Argentina de la grieta, es que hay partido. Cuando las coaliciones lo interioricen bien, harán mejor las cosas en su turno, o harán las valijas.