El domingo 19 de noviembre de 2023 tuvo lugar el balotaje en Argentina y, en esa ocasión, lo que muchos creíamos imposible se hizo realidad: triunfó el candidato Javier Milei (LLA) y por un margen mucho más amplio del augurado. Obtuvo la cantidad neta de votos (14,5 millones) más alta de la historia democrática argentina, aunque se trató de un nivel de apoyo engañoso: efectivamente, esa cifra la obtuvo recién en el balotaje, lo que implica un voto de segunda -o tercera- preferencia y con el padrón más abultado de la historia (más de 35 millones). Paralelamente, hay que recalcar que el postulante libertario sacó 6 millones y medio de votos más que en la primera ronda (una cifra cuasi calcada a lo obtenido por JxC en esa instancia).

Así como aquí admitimos nuestra incapacidad para prever este desenlace (fundado tal vez en un wishful thinking), debemos reiterar que mucho tiempo atrás habíamos anunciado el fin de la ilusión de los analistas mainstream. Incluso, desde mucho antes de las últimas PASO y de su imprevisto resultado, veníamos alertando -con constancia y persistencia- acerca del agotamiento del esquema bicoalicional existente, presuntamente estable, virtuoso e institucionalizado, que muchos consideraban capaz de otorgar inmunidad al sistema político ante posibles aventuras antidemocráticas.

Dicho esto, pasemos a la dura y descarnada autocrítica, como corresponde, procurando responder a lo siguiente: ¿Qué no vimos desde el 22 de octubre en adelante? ¿Qué fue exactamente lo que sucedió que no la vimos venir?

Luego de que la elección general culminara con un resultado menos catastrófico del esperado, había muchas más razones para augurar un crecimiento de Massa entre octubre y noviembre, de las que había para prever el crecimiento que efectivamente había tenido entre agosto y octubre.

RAZONES PARA CONFIAR DURANTE ESAS CUATRO SEMANAS

1.                  Balotajes en la región. O lo que arroja la casuística en materia de reacomodamientos entre fases en sistemas con doble vuelta electoral en América Latina. Hasta el domingo pasado, se habían definido 54 elecciones en segunda vuelta en el continente, desde el inicio de la tercera ola democratizadora. De ellas, en 36 hubo una convalidación del orden (o sea, ganó el que había salido primero en la elección) y en 18 hubo reversión del resultado (esto es, se impuso el que había salido segundo). Es decir, las chances eran: 2 para Massa y 1 para Milei. A esto se agrega, que, de los 18 casos, sólo 6 habían revertido diferencias de más de 6 puntos. Más evidencia contra el líder libertario (quien había quedado abajo por 6,79 puntos).

2.                  Desmoronamiento de dos de los pilares básicos de la popularidad de Milei:

2.1. Voto anti casta: Luego del pacto espurio entre Milei, Macri y Bullrich, celebrado a horas de conocerse los guarismos de la primera vuelta, se produjo un revuelo de dimensiones, dando lugar a memes y caracterizaciones varias en las que el ex presidente cambiemita aparecía tomando el timón de mando de la agrupación libertaria, a la que poco tiempo atrás había descripto -sin pruritos ni rodeos- como “una fuerza política fácilmente infiltrable”.

Efectivamente, el 19 de noviembre la “casta”del PRO estuvo fiscalizando y cuidando férrea y obstinadamente los votos de LLA, como no había hecho con los votos propios en las fases previas, luego de haberse plegado acríticamente a la agitación infundada de fraude por parte de la dirigencia libertaria. La historia concluye con que el agrupamiento que obtuvo el tercer lugar en las elecciones termina siendo aquel que controla los resortes de poder más estratégicos, pasando abruptamente de “la casta tiene miedo” a “la casta tiene empleo”.

2.2. El rey de la selva. Desde agosto, se impuso una imagen de Milei como candidato imbatible, anti frágil, que arrasa con todo, que se dirige a los “perdedores del sistema”, insuflándoles altas dosis de energía hasta convertirlos en leones. Sin embargo, luego del 22 de octubre, las continuas actitudes errantes del candidato, coronadas por un paupérrimo rol en el debate presidencial (en el que, cabe mencionar ni siquiera estuvieron presentes su flamantes aliados del PRO) mostraron a la luz una imagen pública del personaje, diametralmente opuesta a la que se había gestado en su período de gloria.

3.                  La creciente disociación del voto a Massa con el apoyo al oficialismo. Se configuró un consenso que trascendía la figura del ministro de economía y que se asociaba a un ideario que incluía cuestiones muy sensibles para amplios sectores de la población. El voto a Massa (efectuado por muchos que nunca habíamos optado por una oferta peronista antes y que incluso buscábamos ser oposición a un futuro gobierno suyo) se alejó cada vez más de la idea de apoyo al oficialismo, para asociarse a la confección de un consenso anti-Milei que se estructuraba sobre los ejes que habían marcado el pacto post dictatorial que, por primera vez en los últimos años, estaba en peligro. Esto incluía una enorme cantidad de organizaciones de la sociedad civil no identificadas con el peronismo que salieron a decir que votaban a Massa o votaban contra Milei.

4.                  El efecto de la micro-militancia por la causa democrática. Una vez transcurridas las PASO, en las que la LLA obtuvo el primer lugar, desde múltiples sectores se emprendió un proceso de pedagogía política, interpelando al votante que había optado por Milei, primordialmente por enojo y hartazgo ante el empeoramiento creciente de sus condiciones materiales de existencia. Se abordó esa tarea sin juicios ni cuestionamientos personales, comprendiendo y empatizando con la bronca y frustración de cada votante. Se les explicó paciente y parsimoniosamente la diferencia entre ser sujeto de derechos y ser receptor de privilegios, la distinción entre miembros de una casta y trabajadores públicos y los perjuicios que acarrea igualar para abajo y socializar el sufrimiento. Se apuntó que la salvación es colectiva y que la historia no se olvida. Todo esto, poniendo el hombro, a pulmón y con recursos novedosos y métodos creativos.

Se puso en acto un dispositivo, inorgánico y genuino, para convencer a votantes de a pie aún confundidos o indecisos. Contrariamente a lo que se quiso instalar públicamente, no se trató de una campaña de miedo, sino de una campaña contra un programa político que daba miedo. Una gran campaña militante que, a la luz de los acontecimientos, no alcanzó para torcer el rumbo de la historia.

FINALMENTE SUCEDIÓ LO PEOR

El domingo 19, festejó Milei y también festejó Macri. A diferencia de lo ocurrido en otros lugares del mundo, no hubo cordón sanitario democrático de la derecha moderada respecto de la extrema derecha autoritaria. Pese a ello, varios analistas han sostenido que no ha habido tal cosa como un corrimiento a la derecha por parte del electorado. Pero lo que es indiscutible es que ha habido un corrimiento significativo de la agenda política a la derecha. Con lo cual, si fuera posible mantener ambas premisas, sería insoslayable alertar al mismo tiempo que se está transitando por una profunda crisis de representatividad política que vuelve a poner en cuestionamiento los resortes elementales del régimen democrático.

Como sostiene el politólogo Ernesto Calvo, las preferencias políticas no sólo producen victorias electorales, también son resultado de estas victorias. Y en un ciclo eleccionario de tres fases como el nuestro, esto se potencia y retroalimenta.

Como expusimos recién, contrariamente a lo que efectivamente sucedió, era esperable que Milei pagara los costos políticos que había implicado la destrucción de sus dos pilares de apoyo antes mencionados. La duda, por entonces, residía en si podía compensar lo perdido con lo que anexionara de los votos de los actores políticos defeccionados en la elección general. Al respecto, no previmos que la aritmética electoral pudiera aplicarse de un modo tan implacable (derivando en un caso de manual de 2°+3°>1° de reversión en balotaje). No imaginamos que tantos radicales en particular y progresistas no peronistas en general, pudieran llegar a votar a la fórmula Milei- Villarruel. Es decir, la generación que se movilizó con el retorno a la democracia, que continuó su experiencia en la oposición al menemismo, manifestándose contra los indultos a los genocidas, por la educación pública, contra el arancelamiento universitario, contra las privatizaciones, etc. terminó votando al candidato que proponía explícitamente barrer con esas reivindicaciones.

Al respecto también cabe cuestionar la lectura según la cual se afirma que ha habido una reconstrucción del “no peronismo” como categoría analítica válida. Por el contrario, dentro del campo vagaroso del “No peronismo” confluyen dos tipos de votantes estructuralmente diferentes: por un lado, aquellos que se rigieron cuasi instintivamente por el voto económico, castigando al gobierno -peronista- frente a la situación de crisis económica extrema vivenciada. Se trata de votantes provenientes de las clases populares, que solían inclinarse por el peronismo y que esta vez, ante la insatisfacción creciente de sus demandas más elementales “saltaron el cerco” (expresión popularizada por la izquierda revolucionaria), pero paradójicamente no hacia el terreno de quienes proponían un pliego de reivindicaciones para los sectores postergados, sino hacia quienes blandían un pliego de aberraciones para ellos.

Por otro lado, lo que la LLA anexó para el balotaje fue el voto antikirchnerista férreo, que buscaba terminar con “la hegemonía kirchnerista” (una hegemonía que se había comenzado a configurar 10 años atrás, pero de la que poco quedaba en la Argentina presente), como discurso legitimador para efectuar un voto conservador, mediante el cual se buscaba preservar privilegios. A partir del desembarco del macrismo en tiendas libertarias, se buscó predisponer a los votantes huérfanos a aceptar a un candidato que no les otorgaba certezas ni garantías, mediante la promesa de que se limitaría la aplicación de ciertas medidas extremas.

En esto hay que resaltar que los dos componentes “no peronistas” del apoyo a Milei son constitutivamente opuestos: por un lado, el voto contra un gobierno de origen peronista/kirchnerista débil, incapaz de crear condiciones que mejoren la calidad de vida de los sectores que constituyeron la base histórica del peronismo. Por otro lado, el voto contra un gobierno imaginariamente omnipotente, hegemónico y avasallante, al cual se le buscaba poner un freno al precio que fuera, bajando sustantivamente la vara de lo democráticamente admisible.

Insistimos una vez más que ha habido una incorrecta interpretación de las coordenadas que estructuran el campo político argentino. No es que el electorado se haya dividido entre quienes optaban por el cambio y quienes preferían la continuidad. La idea de “cambio” se transformó en un concepto abstracto, completamente carente de sustrato y de dirección. Y al mismo tiempo, de los 11 millones y medio que votamos a Massa, factiblemente una porción cuasi marginal lo haya hecho en una búsqueda de continuidad gubernamental, mientras que para la mayoría lo que predominó fue la defensa férrea de banderas históricas que por primera vez en mucho tiempo aparecían amenazadas.

En los últimos días, se ha hablado mucho del Teorema de Baglini, pero el caso argentino actual, con sus peculiaridades inéditas y extremas, se encuadraría más bien en la “inversión crítica” de aquella proposición político-matemática. El Teorema de Baglini es un concepto -que tiene origen en una expresión pública de un parlamentario, sin un anclaje teórico, lo cual lo torna flexible y de amplio espectro- que sostiene que el grado de responsabilidad de las propuestas de un partido o dirigente político es inversamente proporcional a sus posibilidades de acceder al poder. Es decir, el teorema del dirigente mendocino predice un pasaje de la demagogia populista al pragmatismo y la moderación ante la inminencia de un triunfo electoral. En realidad, aquí estamos asistiendo a un escenario que tiene elementos similares, pero con una secuencia invertida. Es la primera vez en los últimos 40 años que gana un candidato con preferencias normativas antidemocráticas, con un programa en el que explícitamente se promueve el retroceso de derechos y conquistas sociales, que literalmente pregona que es necesario el sufrimiento de las masas y que la justicia social es una aberración. Todo esto, valiéndose de un estilo discursivo de odio, sumamente agresivo, que preconiza la cosificación y deshumanización del otro (con términos como zurdos de m…, ratas apestosas, excrementos humanos, entre otros). En este contexto, por un lado, lo peculiar de este caso, no es que un tercio de los votantes hayan optado inicialmente por un programa irresponsable e impracticable, sino que con ello hayan resuelto cometer un autoflagelo electoral brutal. Por otro lado, Milei no decidió moderarse por voluntad propia al vislumbrar un triunfo electoral inminente; por el contrario, en la semana previa al 22 de octubre, cuando se creyó que la LLA ganaba en primera vuelta, abundaron las propuestas, acciones y declaraciones irresponsables por parte de Milei y de su entorno cercano. El giro en la estrategia de campaña, por el contrario, tuvo lugar cuando el candidato se autopercibió derrotado y fue motorizada en una situación no calculada, por voluntad y decisión de actores ajenos a su círculo áureo.

Para decirlo metafóricamente, el Teorema de Baglini sería el equivalente al proceso mediante el cual el Príncipe Azul se va transformando en un Homero Simpson cuando se emprende la convivencia marital. Milei, lejos de ser un Príncipe Azul, comenzó presentándose como un Jack el Destripador (con motosierra incluida). En este contexto, la conversión efectuada a partir de la alianza con la cúpula del PRO derivó en mostrar a un Jack más civilizado y menos pernicioso (y, por derivación, menos auténtico), alcanzando el umbral de aprobación tanto de la patria sojera de la Pampa Húmeda como de la gente bien de Recoleta y alrededores.

En suma, en el momento presente abundan más las contradicciones que las convergencias virtuosas, más la incertidumbre que la esperanza, más el autoconvencimiento por la fuerza que la genuina convicción. De todos modos, a partir de esta nueva etapa que se inicia, cualquier intento de avasallar los derechos de los trabajadores y las conquistas democráticas que tanto nos costó conseguir, nos encontrará en la calle, rugiendo y de pie.

*Con la colaboración de la Magister Candela Grinstein, de Nicolás Álvarez Masi, de la Lic. Ana Isabel Fiafilio Rodríguez y del Lic. Rodrigo Díaz Esterio (miembros de GECIRPAL).