Nos enfrentamos a un escenario electoral inmerso en una dinámica económica contradictoria: crecimiento con inflación. Según datos oficiales de INDEC, luego del ASPO de 2020 el PBI crece, de manera moderada, pero crece. La variación interanual del tercer trimestre de 2022 fue de 5,9% destacándose la industria, la explotación minera, el transporte y las comunicaciones, el comercio, y hoteles y restaurantes. El desempleo es relativamente bajo en términos históricos, ubicándose en 7,1% para el tercer trimestre de 2022. Sin embargo, los salarios son bajos y la inflación se mantiene alta, por lo que el consumo encuentra fuertes límites para acompañar ese crecimiento.

Frente a esta situación, los precandidatos y posibles precandidatos enfrentan el complejo trabajo de explicarle al electorado cuál es su propuesta económica y cómo convertirían los buenos o malos números estadísticos (según en qué lado del arco político se encuentren) en una mejora de su vida cotidiana.

El "segundo tiempo" de Mauricio Macri presenta la fuerza de un cambio de velocidad respecto a lo llevado adelante durante su gestión presidencial. El set de propuestas incluye ajuste fiscal, achicamiento del Estado, privatización de empresas públicas como Aerolíneas Argentinas, reforma laboral, entre otras medidas. En cuanto a este programa económico los dirigentes con aspiración presidencial del PRO -Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich- no se han diferenciado pero tampoco basan sus intervenciones de campaña en la economía. Macri parece tener la libertad de expresar y condicionar de esta manera la campaña interna de sus alfiles, aun con la estrategia de usar la idea de un “ajuste drástico”. Un cambio de cuajo atrae a sus votantes y a aquellos que no divisan otra salida.

El Frente de Todos confía en que el crecimiento ordenará el escenario electoral, y no la puja distributiva que implica la inflación. Si ello fuera así, la mejora en los índices macroeconómicos debería surtir un efecto vivificante en una sociedad que no confía en que su situación económica mejore en los próximos meses, ve de manera negativa la situación actual del país, y su estado de ánimo sigue oscilando entre el pesimismo y la incertidumbre. A este mapeo del humor social hay que agregar que un sector muy importante del electorado se percibe distante de la política y de los políticos.

El plan de  Sergio Massa acordado con el FMI condiciona y tensiona las distintas representaciones que anidan bajo el gobierno de Alberto Fernández, sobre todo para las que vienen del kirchnerismo y los movimientos sociales. Este es un punto ambiguo a la hora de enfrentar las ideas de la oposición en campaña electoral porque se ve en la paradoja de defender un proceso de ajuste que se achaca a la mala gestión del gobierno anterior y, por lo tanto, no deseado pero necesario.

Esto resulta en un escenario electoral particularmente atípico en el cual las dos coaliciones políticas que se vienen disputando el favor de los votantes tienen dificultades en el proceso de expandir sus auditorios. Y es aquí donde ingresa el segundo eje articulador del escenario electoral: el rol que debe cumplir el Estado calibrado según las coordenadas del binomio "populismo-antipopulismo". Ello puede verse en el hecho de que tanto en CABA como en la provincia de Buenos Aires las figuras que mayor adhesión tienen en el electorado son Cristina Fernández de Kirchner y Patricia Bullrich. A pesar de la decisión de la vicepresidenta de no participar en ningún cuerpo de la boleta que lleve su espacio, por la condena judicial de la “causa Vialidad”, sigue siendo una referencia central para un sector del electorado y, fundamentalmente, para la base electoral del Frente de Todos.

Es este escenario atípico el que permite, además, la emergencia de una tercera fuerza con peso significativo. Aunque está por verse su peso real en el electorado nacional la figura de Javier Milei introduce una cuota de incertidumbre y tensiona  a Juntos por el Cambio como un representante consecuente del “antipopulismo” y de un programa de shock promercado. Milei tracciona sobre un sector del nuevo electorado que se percibe alejado o “enojado” con los representantes tradicionales de la política. Por otro lado, su poca estructuración territorial genera dudas a la hora de retener el apoyo efectivo de las masas de votantes.

Aun estando más atrás en la preferencia de los encuestados los otros presidenciables, Sergio Massa y el presidente Alberto Fernández por el Frente de Todos, así como Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta por Juntos por el Cambio, se organizan según la intensidad que adquiere esta polarización “populismo-antipopulismo”.

Así la puja interna en Cambiemos se distribuye bajo el magnetismo del “antipopulismo”, entre un Larreta “dialoguista” y “moderado” y una Bullrich confrontativa, aquella que se ve mejor posicionada para “desplazar” al kirchnerismo del poder después del renunciamiento de Cristina Kirchner. Esto pareciera ser una paradoja para Horacio Rodríguez Larreta, porque lo pone en un no-lugar: le cuesta dialogar más con la base electoral de su partido que con un sector del electorado que se referencia en el "centro".

Justamente, el “centro” del arco partidario es hoy un espacio relativamente chico y con bastante competencia. Aún está pendiente si la UCR presenta un candidato propio como Facundo Manes o Gerardo Morales, y si el peronismo no kirchnerista de Juan Schiaretti, Juan Manuel Urtubey y Omar Perotti pueden presentar un candidato. En este espectro del peronismo “no k” sí está definida la candidatura de Guillermo Moreno, pero por su perfil no es fácil ubicarlo en el “centro”.

En el otro extremo ideológico se encuentra el FIT que tiene el desafío de encontrar un perfil claro de cara a las elecciones ejecutivas. Esta coalición electoral de la izquierda pareciera encaminarse hacia una PASO entre sus dos principales fuerzas, las representadas por Myriam Bregman y aquellas que encarna Gabriel Solano. Esta cuestión tiene poca visibilidad entre el electorado más amplio pero que define perfiles y lineamientos.

En fin, comienza un año con un ritmo frenético en el cual las piezas del rompecabezas electoral se van prefigurando y la mejora de algunas de las variables económicas más importantes no parece aún impactar en una mejora del humor político.