El gobierno de Javier Milei atraviesa sus primeros días de gestión, debiendo afrontar múltiples problemas en los frentes político, económico y social. En este escenario, podría parecer secundaria la cuestión de la comunicación de gobierno, pero es justamente en tiempos complejos donde la palabra presidencial cobra mayor importancia.

Como señalaba el sociólogo y ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso: gobernar es explicar. Y muchas de las medidas que adoptará el gobierno argentino en los próximos meses precisarán, entre otros factores, de una explicación creíble que las acompañe.

Argentina tiene una tradición sinuosa en esto de explicar públicamente a la población las políticas de gobierno. Desde la recuperación de la democracia, hace 40 años, los gobiernos se han caracterizado por tener diferentes estrategias de aproximación con los ciudadanos. Una de esas diferencias se puede observar en el rol que cada administración asignó al vocero o portavoz presidencial.

José Ignacio López inauguró el ciclo de voceros presidenciales en el retorno de la democracia con el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). Periodista con amplia trayectoria en medios y respetado por sus colegas, López supo canalizar las necesidades de la prensa con una presencia activa a lo largo de todo el mandato radical.

El gobierno de Carlos Menem (1989-1999) tuvo, a diferencia de su antecesor, varios ministros que oficiaron de portavoz presidencial. El más recordado fue Carlos Corach, ministro del Interior, que acostumbraba a atender a la prensa cada mañana en la puerta de su domicilio. Más allá de que el puesto oficial fuera ocupado por Humberto Toledo y Raúl Delgado; pocos recuerdan esos nombres como voceros de aquel gobierno.

La presidencia de Fernando de la Rúa (1999-2001) retomó el rol del vocero presidencial con carácter institucional y encuentros periódicos con la prensa. Darío Lopérfido y Juan Pablo Baylac fueron quienes cumplieron esa función en un gobierno que no pudo culminar su mandato.

Entre 2002 y 2021 se sucedieron, en administraciones de diferentes colores políticos, voceros designados que no oficiaban como tales. Es decir: si bien existía formalmente el cargo, en la práctica eran los propios presidentes u otros funcionarios quienes se encargaban del contacto con la prensa. Así, Luis Verdi (presidencia Eduardo Duhalde), Miguel Núñez (presidencias Néstor Kirchner y Cristina Fernández), Alfredo Scoccimarro (presidencia Cristina Fernández), Iván Pavlovsky (presidencia Mauricio Macri) y Juan Pablo Biondi (presidencia Alberto Fernández) se sucedieron en el rol formal de portavoz presidencial. Este rol secundario asignado a la figura del vocero estuvo acompañado por una disminución de las conferencias de prensa presidenciales, salvo excepciones como el primer tramo del gobierno de Macri.

Si algo puede destacarse en la administración de Alberto Fernández es haber intentado recuperar la figura del vocero presidencial encargado de un contacto cotidiano con los periodistas. Más allá de las críticas a su estilo, muchas veces más confrontativo que informativo, la figura de la periodista Gabriela Cerruti implicó un retorno a un rol de vocero presidencial que se había perdido en nuestro país.  En la actualidad, la designación del economista Manuel Adorni va en la misma línea, al menos en el trazo grueso: contar con una figura de autoridad que oficie de portavoz del gobierno a través de conferencias de prensa regulares. Quizás sea un momento propicio para seguir avanzando en estas prácticas: experiencias como las conferencias de prensa virtuales realizadas durante la pandemia de COVID 19, por ejemplo, son un antecedente concreto de la posibilidad de incluir a medios del interior del país en algunos de los encuentros con el vocero.

Las conferencias de prensa pueden ser no sólo un indicador de cómo se desarrolla el vínculo entre los funcionarios y el periodismo, sino también cuál es el grado de apertura de un gobierno hacia una sociedad que necesita información, en especial en contextos de incertidumbre económica como el que estamos viviendo.

Resta aún saber cuál va a ser la modalidad y frecuencia de las conferencias de prensa que encabezará el presidente Milei. Tampoco sabemos cómo se va a ir construyendo con el correr de los días la figura del flamante vocero presidencial. Lo que sí sabemos, por experiencia comparada, es que estas instancias de comunicación pública no reflejan sólo la relación del gobierno con el periodismo, sino la voluntad de explicar a la ciudadanía mientras se gobierna.