En tres semanas se presentarán las fórmulas en los armados de listas de los frentes nacionales y el cronograma electoral está generando la presión que los medios y la ciudadanía no consiguieron para que los espacios políticos presenten sus candidaturas. Esta situación nos lleva a reflexionar sobre el panorama electoral actual en Argentina y los desafíos que enfrentamos como sociedad.

La incertidumbre es una constante en estas elecciones. Las encuestas muestran que es altamente probable que la próxima presidencia se defina en una segunda vuelta, ya que estamos frente a un escenario electoral compuesto por tercios que no dejará opción para que ningún frente electoral pueda arrasar en una primera vuelta. Para ganar en las generales, un candidato debe obtener más del 45% de los votos o una diferencia del 10% sobre su competidor más cercano. Sin embargo, ningún frente parece tener la capacidad de lograr esa diferencia de votos, lo que nos lleva a empates técnicos dentro de los márgenes de error de los últimos relevamientos.

Juntos por el Cambio, el Frente de Todos y Libertad Avanza tienen una potencialidad de votos que oscila entre el 25% y el 30% en cada frente electoral. Aunque, sí hay una diferencia significativa. Javier Milei, candidato de Libertad Avanza, se destaca al alcanzar ese tercio por sí mismo, a diferencia de los otros candidatos que dentro de cada espacio dispersan sus votos. Si los datos se mantienen, es probable que Milei sea el adversario principal del Frente de Todos o de Juntos por el Cambio en el balotaje.

Por otro lado, la ausencia de los últimos tres ex presidentes, Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández, en la competencia electoral también llama la atención. ¿Será que no desean asumir la responsabilidad de pilotar un barco a la deriva o no creen tener una nueva oportunidad frente a los ciudadanos? Esta decisión planteó interrogantes sobre el futuro político y las motivaciones de estos líderes, y principalmente su incidencia o falta de aportes en sus espacios.

Además, la fragmentación de los espacios políticos es otro aspecto relevante en este escenario electoral. A pesar de los llamados a la unidad y los fallidos intentos de superar la polarización, tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio han experimentado fuertes enfrentamientos internos y divisiones, lo que ha generado la pérdida de un liderazgo unificado y la dispersión de sus votos. Siguiendo esta línea, se percibe una fuga de votantes de Juntos por el Cambio hacia Milei, quien ha logrado capitalizar sus demandas. Por eso, Milei se ha convertido en el gran adversario de los defensores del Cambio. Estratégicamente, esto explica por qué CFK también lo presenta como su adversario, ya que sabe que al hacerlo, aumenta su valor y debilita a la oposición de Juntos por el Cambio.

Sin embargo, al abordar la cuestión de la viabilidad de tener a Javier Milei como presidente, surgen posibles escenarios que dificultan esa gran aspiración para algunos y generarían un gran temor para otros. En primer lugar, Milei no cuenta con una estructura electoral que respalde y cuide a sus votantes, lo cual es crucial en Argentina, donde el peronismo ha demostrado la importancia de contar con una estructura sólida. Recordemos cómo Juntos por el Cambio potenció su estructura al incorporar al radicalismo. Milei, al no tener una estructura electoral, jugará con desventaja en las elecciones.

Por otro lado, en el hipotético caso de que Milei ganara la presidencia, nos encontraríamos frente a una situación de mucha fragilidad, ya que sería ingobernable. No podemos obviar que tiene poca representación en el Congreso, por lo que no encontraría apoyo para ninguna decisión. Su única alternativa sería armar coaliciones, lo que haría caer su discurso contra la “casta política”.

En cuanto al comportamiento electoral de los ciudadanos, es importante tener en cuenta que existen diversas motivaciones a la hora de votar: emocionales, racionales, identitarias o personales, entre otras. Muchas personas pueden votar en función del contexto económico, social o personal que atraviesen, sin embargo me arriesgo a decir que en el caso de Argentina, será el económico el que termine posicionándose.

En este sentido, el voto puede funcionar como un castigo hacia el gobierno en el poder, especialmente si la economía no muestra mejoras. Principalmente cuando los argentinos son cada vez menos tolerantes con respecto a la espera de resultados de sus representantes. Esto se ha visto en el pasado, en las elecciones de 2015 pierde CFK después de 8 años en la presidencia, en 2019 Mauricio Macri que solo tuvo cuatro años para concluir las reformas y cambios económicos deseado y es probable que se repita en 2023 con Alberto Fernández quien ya ha enfrentado un revés en las elecciones de 2021 y ha perdido apoyo ciudadano.

El futuro político de Argentina se dirige hacia una segunda vuelta, con un panorama donde ningún frente logra una ventaja decisiva. Los próximos meses serán clave para definir el rumbo del país y la elección de un nuevo presidente que deberá enfrentar los desafíos políticos, económicos y sociales frente a una ciudadanía que no está dispuesta a seguir tolerando indefinidamente la falta de avances y resultados concretos por parte de sus representantes.