La invitación a Argentina para ser parte de los BRICS parece haberse convertido, antes que, en una apuesta al futuro, en un renacer de las lógicas de la guerra fría.  Esa forma de pensar el mundo perimida hace más de 30 años aún permea extrañamente en la dirigencia como una forma simplificadora de plantear un escenario de polarización global que se replica en las opciones políticas del país. Según Bullrich o Milei, mientras el gobierno se alía con China, Rusia y otros países oprobiosos, ellos proponen un total alineamiento con los Estados Unidos.

Pero el mundo ya no funciona así. Es cierto que existe una disputa económica global entre China y Estados Unidos, pero que de ninguna manera refiere al enfrentamiento bélico e ideológico de los años de la URSS. China es, antes que nada, un jugador central del esquema económico global propuesto por los Estados Unidos en Bretton Woods. De hecho, sería difícil pensar en la actualidad en un defensor del libre comercio más férreo que China. Así lo muestra por ejemplo su impulso en el año 2021 de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por su sigla en inglés), la cuál junto con Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelandia, entre otros, se ha constituido como la mayor zona de libre comercio del mundo.

Por ello, suena raro el escozor que genera en los defensores del librecambismo nacional la asociación con China. Carlos Escudé, referente académico de estas corrientes, planteaba desde su teoría del Realismo Periférico, la necesidad de evitar la falacia antropomórfica en las relaciones internacionales. Es decir, dotar a esta política de reflejos propios de la mirada humana, y hasta uno podría decir, humanista, construyendo relaciones internacionales basadas en valores. Antes que eso proponía, pragmático, establecer relaciones con aquellos países que más contribuyeran a alcanzar el interés nacional prioritario de los países periféricos: el bienestar económico.

Siguiendo esta idea, hoy ese pragmatismo, tan celebrado por los referentes liberales en otras épocas, debería llevar sin dudas a aplaudir el ingreso a los BRICS, donde se concentran tres de los cinco principales socios comerciales de la Argentina, además de un caudal importante de líneas de financiamiento en torno al Nuevo Banco de Desarrollo que seguramente crecerán aún más con el ingreso de nuevos jugadores como Arabía Saudita y Emiratos Árabes Unidos.

Pero esta apuesta no sería sólo pragmatismo comercial, también sería la posibilidad de contar con una voz en un foro de cooperación donde se reúnen las principales economías del mundo para hacer valer nuestros valores y nuestra mirada. Es la posibilidad también de seguir fortaleciendo la alianza con Brasil, país que, según dijo el propio presidente Lula, insistió con mucha fuerza para solicitar el ingreso argentino a un bloque del que ni siquiera Bolsonaro salió.

Las razones esgrimidas por Lula para pedir el ingreso argentino muestran lo que es pensar estratégicamente. Decía Lula que, si Brasil quiere tener un modelo de desarrollo industrial interno, precisa que a Argentina (su principal comprador de esos productos) le vaya bien, que estabilice su economía y que crezca. Por tanto, su interés egoísta se compatibiliza con nuestro ingreso al bloque.

En definitiva, los BRICS no son ni un reducto comunista, ni un club de países autoritarios. Difícil definirlo así con la democracia más grande del mundo entre sus miembros (la India), con aquella que resurgió de las divisiones raciales más humillantes y logró la armonía en su población (Sudáfrica) y la de mayor tamaño de la región (Brasil). Por tanto, hay diversidad política, cómo lo hay en el G-20, grupo del cuál orgullosamente somos parte y que incluso, durante la presidencia de Mauricio Macri, realizó su cumbre en el país con la bienvenida a muchos de los líderes que hoy se critican.

Tampoco es, vale decirlo, un espacio de lucha antimperialista. Más allá de la impronta que hoy pueda poner Rusia en el marco de la guerra en Ucrania, la voluntad confrontativa del bloque es acotada y, como dijimos, más asociada a generar alternativas que ha derrumbar lo existente. Ahora bien, si no es ni lo uno ni lo otro, ¿qué es?

¿QUÉ SON Y QUÉ NO SON LOS BRICS?

Los BRICS es un espacio de coordinación de políticas y cooperación, principalmente asociadas al terreno económico, que tienen como objetivo construir herramientas comunes para un nuevo desarrollo de las relaciones económicas internacionales. Por ello sus principales discusiones actuales se organizan en el marco de las cuestiones financieras (préstamos para proyectos de infraestructura y productivos, regulación de reservas y estabilización monetaria) y comerciales (ampliación de la canasta de monedas para el pago de las transacciones, nuevas reglas para el flujo de bienes y servicios). Es también, un marco para la construcción de un relato a escala planetaria a partir de la construcción del concepto del Sur Global.

Por el contrario, no es ni un espacio de coordinación estratégica de posicionamiento geopolítico ni tampoco, meramente, un instrumento de la política exterior china en su disputa hegemónica. Por supuesto, no es un proceso de integración tal como lo conocemos en América Latina. Si bien cuenta con algunas instituciones, como el Nuevo Banco de Desarrollo, no genera normas obligatorias ni derecho derivado para los países miembros. Finalmente, de ninguna manera se puede pensar en que el bloque genere procesos de sesión de soberanía. Pensando en América Latina, no sería comparable con el MERCOSUR, ni tampoco con la UNASUR de sus mejores tiempos. Quizás la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) pueda tener algún parecido, con las lógicas diferencias del caso.

En definitiva, el ingreso al BRICS abre una serie de oportunidades principalmente en materia económica – financiera que claramente sería bueno aprovechar. Y trae, también, algunos rezongos de parte de los Estados Unidos, entendibles, pero que deben ser escuchados en su justa medida sosteniendo el derecho de los países a establecer relaciones maduras con todas las naciones del globo.

Sobre el futuro, en vistas de que la incorporación se daría en el marco de un nuevo gobierno, aún reina la incertidumbre. Pero desairar en un mismo movimiento a tu principal aliado global (Brasil) y a tu segundo socio comercial y potencia mundial (China) no parece una buena forma de iniciar un mandato. Por lo que es posible que esto que hoy aparece como un rechazo férreo, en caso de llegar al poder alguno de los candidatos que se oponen al ingreso, mute hacía una resignada aceptación. No se sabe, porque todo está muy extraño, pero uno podría apostar a que así será. En el fondo, aunque no lo parezca, los intereses argentinos son más permanentes de lo que los gobiernos creen.