La fusilada que vive, está presa y proscripta: una metáfora del pueblo argentino
¿Cuál es mi diferencia, en una sociedad consumista, si todos pueden consumir? Sobre esa base se monta el odio hacia Cristina Fernández de Kirchner. No es un amor por la justicia, ni una búsqueda de que se esclarezcan contrataciones que no parecen diáfanas. Sino que es el castigo a aquella líder que cristaliza una política hacia los sectores subalternos.
Esta nota será difícil para el autor, porque estrecho es el camino que no hiere voluntades posicionadas unas frente a otras, dentro del campo nacional o popular (llamado en la Argentina actual, Peronismo). Como escribir algo que impida que una de las partes lea y que la otra se niege a hacerlo. Pero es imposible no intentar pensar que nos está pasando en la Argentina en este momento, y pensar si las vicisitudes por las que atraviesa la ex presidenta, no son un poco las vicisitudes por la que atraviesa el pueblo de a pie, sea cual fuere su posicionamiento politico-ideologico.
Todo preso es político
Ya hablamos muchas veces sobre la persecución de la que son víctimas en esta sociedad los sectores populares; “la ley es como un cuchillo, no ofende a quien lo maneja” decia el Martín Fierro. Con esa sola metafora, nos decía que alguien, siempre, maneja la ley. Por lo general las cárceles son depósitos de pobres, toca a otras clases sociales en mucho menor medida. De las clases altas no hay nadie. Nunca nadie. Puede caer alguno que otro como sacrificio en nombre de la justicia imparcial. Pero es un pequeño sacrificio para mantener al más conservador de los poderes de la República, con apariencia de “impoluto”. Por eso, mas allá de todo, es que Cristina Fernández de Kirchner, está presa. No por lo que haya hecho o no. No por impericia y/o corrupción. Está presa por los sectores que ella representa. Por los sectores para los que ella gobernó en primer termino. Puede oírse alguna vocecilla volcada a la izquierda que planteé que en su gobierno se beneficiaron, también los que siempre se benefician (dicese en la actualidad “elites economicas”). Y la respuesta por supuesto es afirmativa. Pero eso no quita que el gobierno de Cristina (si se permite el uso confianzudo de su nombre de pila) equilibró la balanza, un poco, para el lado de los que nunca tuvieron y/o los que venían perdiendo desde el gobierno dictatorial del 76. Y la lección, para todo político profesional, que implica que hoy esté presa, es la siguiente “Si mantenés el status quo, no tenes problemas, si queres mínimamente equilibrarlo y/o cambiarlo, mira cómo terminó Cristina Fernandez de Kirchner”.
La irascibilidad como bandera
Aquellos inoculados con el odio anti kirchnerista y/o anti peronista quieren que pague con “justicia” solo Cristina Fernández de Kirchner. Fueron inoculados por periodistas y/o publicistas que solo miran y ponen la lupa para un único lado. Esos adjuntaron al kirchnerismo y/o peronismo, el adjetivo de corrupto, mientras colgaron a la de la oposición a dicho movimiento político el adjetivo de defensores de las instituciones, impolutos, eficientes, honestos. Ni les preocupa, ni les preocupó, quiénes son los responsables de que en nuestro sistema político, como en el de todo el mundo, haya casos de corrupción. Tampoco les preocupa si los corruptos son de otra fuerza politica, solo les preocupa la corrupción entre aquellos que representan a los sectores populares. Por decirlo de algún modo, les despierta más el morbo la corrupción de un partido popular que la corrupción judicial, empresarial, transnacional y/o imperialista. Se revuelcan en las contradicciones de los que intentan representar y cambiar la vida de los sectores populares, les preocupan los celulares o la ropa o las carteras que usan, no las políticas que aplican o a quien benefician. Pero también esa bronca inoculada tiene una base. Muchos sectores ven con recelo que los de abajo mejoren sus condiciones de vida. ¿Cuál es mi diferencia, en una sociedad consumista, si todos pueden consumir? Sobre esa base se monta el odio hacia Cristina Fernández de Kirchner. No es un amor por la justicia, o una búsqueda porque se esclarezcan contrataciones que no parecen diáfanas. Sino que es el castigo a aquella líder que cristaliza una política hacia los sectores subalternos. Siempre, en los relatos de nuestra historia, una cosa son las supuestas injusticias del partido popular (el partido pardo, mestizo, originario podríamos decir) que las del partido “civilizatorio”. Cristina Fernández de Kirchner queriéndolo o no, es la que concentra las frustraciones de las clases medias argentinas, que no se siente mejor en un país con mas igualdad, sino con exclusividad frente al consumo.
La insatisfacción institucional y la posibilidad en la calle
Entrevistado en estos días, un referente político del peronismo kirchnerismo (de una de sus fracciones podríamos decir) expone las limitaciones del sistema democrático en la actualidad, los límites impuestos por la economía concentrada, la justicia conservadora y volcada a beneficiar a dichos sectores en detrimento de lo popular y el gobierno actual que destruye todo derecho y/o institución pensada para defender a las mayorías populares. En ese contexto, se suma la proscripción de la principal referente de la oposición, por un juicio mal hecho (el autor cree además que técnicamente los procedimientos judiciales están mal, también Cristina Fernández es inocente en este juicio. pero es la apreciación personal de quien escribe). ¿Cómo se sale de esta situación? ¿Cómo se evita, lo que pretenden muchos sectores dominantes que es que el sistema democrático electoral transforme el país en un supermercado, donde se consume un día y luego durante cuatro años se soportan políticas prejudiciales a las mayorías?. La respuesta es la masividad que despertó la defensa de Cristina Fernández de Kirchner, una movilizacion que es la defensa de ella, que implica para aquellos que movilizaron, un programa de gobierno; implica una defensa de todos los sectores castigados por las politicas del gobierno, que en muchos casos lo votaron porque pensaron que en su extravagancia, Javier Milei, implicaba una receta distinta para resolver sus problemas. Ya van quedando pocos de los que consideran eso, El Gobierno crecía en las percepciones públicas porque avanzaba y no tenía nadie enfrente o lo que tenía enfrente aparecía dividido. Con el ataque judicial a Cristina Fernández de Kirchner el Gobierno logró que el Peronismo gane la calle, pre requisito para poner freno, pero también para poder representar a aquellos sectores perjudicados por las políticas de ajuste y entrega.
¿ Y la interna?
Lamentamos, aquellos que no somos especialistas en discusiones sobre poder y conducción, no entender la interna que acosa al movimiento nacional. No es, ni falta de voluntad o carencia de “vocación de poder” es solo que, con el nivel de agresión que padece todos los sectores populares que el peronismo dice representar, no se entiende la pelea. Optamos por no posicionarnos, no por comodidad, sino porque consideramos que las peleas de poder, así organizadas, son las que llevaron a cada día “ representar menos”. Porque las discusiones que no se entienden, en momentos de agresión económica, politica y social al pueblo argentino, son como dice el actual presidente “casta”. De mas está decir que esa casta es la que el actual presidente tiene en su gobierno por todos lados, garantizando la predominancia de la peor de las castas: la económica.
No podemos salir de la situación dramática con la que llegamos al día de hoy, manteniendo las mismas formas de hacer las cosas, de hacer la política, que veníamos usando. Tampoco se trata de cambiar un liderazgo, por otro, como si toda la sociedad girara en el vacío. Hay que esforzarse por buscar síntesis, que es la única manera de avanzar. En algún momento, las síntesis se dieron desde el Estado Nacional, con políticas para el pueblo. Hoy las síntesis se tienen que dar desde abajo (tarea difícil si las hay en una sociedad argentina siempe fragmentada por el algoritmo). Cristina Fernández de Kirchner es un esperanza para el pueblo argentino que ya vio lo que es Javier Milei, resta poder articular su figura, cuasi mítica, como representación de todos los sectores del Peronismo, que son los que se necesitan para defender en la calle y en las urnas a las mayorías del pueblo argentino.