El pasado miércoles 26 de octubre, entre gallos y medianoches de la media sanción del presupuesto, el diputado nacional Luis Di Giacomo presentó un proyecto de ley que iba a resultar un terremoto en la grieta política argentina. Oriundo de Río Negro, y diputado del bloque que integran diversos partidos provinciales, Di Giacomo finalmente cumplió con su promesa de presentar un proyecto para derogar las PASO, con los habituales argumentos (el gasto, el incumplimiento de la finalidad de la selección de candidaturas y las dificultades para la gobernabilidad que presenta). El terremoto, sin embargo, no fue por los contenidos del proyecto ni por su naturaleza, que se conocían sobradamente y con varios días de antelación. El sismo se dio porque la necesidad de posicionarse respecto a las PASO obligó a todos los actores a mostrar sus cartas.
El escenario que vimos en estos días es una implosión controlada de la grieta. Los dos sectores electoralmente potentes del peronismo quedaron expuestos. En una reversión de las viejas peleas de pareja por vía postal, los últimos días fueron un ida y vuelta de discursos y expresiones públicas de rechazo mutuo entre el kirchnerismo y el albertismo. Mientras los primeros presionan para incidir en la política económica y muestran su posicionamiento de poder, amenazando manejar la lapicera de las listas para 2023 -con la idea de “CFK 2023” evidenciada hasta en la gorra portada por Lula tras su triunfo en Brasil-; los segundos, utilizando la reelección de Alberto como herramienta, hicieron un recuento de su situación, y lograron demostrar que el grueso de los PJ provinciales no están enmarcados en el kirchnerismo, y pueden presentar -en las PASO- una candidatura alternativa. La correlación de fuerzas solo está intermediada por un Massa que perjura que no será candidato en 2023. La pelea ya no es por el poder de gobierno, sino por la lapicera en el armado de las listas, lo que históricamente ha llevado a rupturas en el seno del peronismo. Rupturas que, PASO mediante, han mermado.
Desde la tienda opositora, las dos precandidaturas presidenciales del PRO tuvieron que sincerar sus intenciones. En una escenificada y muy poco cuidada pelea, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, palomas y halcones respectivamente, mostraron que su interna no solo no está resuelta, sino que está muy activa. Radicales y lilitos buscando moderar sin dejar de lado pretensiones, también tuvieron que blanquear cuáles son sus límites y qué buscan en Juntos por el Cambio. La simple amenaza de eliminar las PASO mostró que Juntos por el Cambio no tenía mecanismos de resolución de disputas, ni de selección de candidaturas. 
Liberales se aceleraron en presentar sus campañas: Espert definió públicamente que competirá en la provincia de Buenos Aires, y que presumiblemente lo hará dentro del paraguas protector macrista -como ya lo hizo López Murphy en 2021-. Milei queda solo por fuera, y en un escenario con PASO, con una perspectiva complicada, dada la tendencia a la concentración en las dos primeras fuerzas en las elecciones generales. De hecho, la mayor parte de los sectores competitivos en las últimas dos elecciones ya están jugando dentro de una de las dos grandes coaliciones.
La posibilidad de eliminar las PASO ya parece lejana. El kirchnerismo no consigue los votos para hacerlo -sea por la resistencia interna, el rechazo de Juntos por el Cambio, o la negativa de Milei a acordar-. Sin embargo, las heridas quedaron. Quedó claro que el panorama político no está pensando en la gobernabilidad cotidiana, sino en las elecciones de 2023. Y las PASO, dentro de esto, siguen mostrando su funcionamiento. Son el paraguas de contención: si las peleas en la precampaña son por ver quién maneja las listas, presentan un camino para la resolución de conflictos. La mera amenaza de eliminarlas amplifica las peleas en los bloques políticos. Visto desde este modo, acabamos de vivir una implosión controlada de la grieta. Todos tuvieron que sincerar sus intenciones y blanquear sus posiciones de poder. Ahora queda en la clase política administrar estos efectos y reconstruir la cotidianeidad de los bloques políticos para que tengan candidaturas competitivas y que representen al electorado en 2023.