En El Príncipe, Maquiavelo advierte que las murallas defensivas son más bien un recaudo que se toma a partir de los problemas internos más que por el peligro de una invasión externa. Lo que a primera vista parece ilógico, no lo es tanto si se considera que el frente interno representa la puerta de entrada a los conquistadores foráneos. Al mismo tiempo, un frente interno unido y cohesionado representa la mejor defensa frente al afuera y las distintas partes pelean como si fuesen un todo. 

Una vez más, las enseñanzas del pensador italiano siguen vigentes a pesar de que ya no se utilicen los castillos como plazas defensivas. Los partidos políticos y coaliciones se defienden mejor si están cohesionados y todos sus integrantes, parcialmente, van para el mismo lado. Por el contrario, las disensiones internas pueden ser la antesala de una derrota electoral.  

Hace algunos años, la Escuela de la Elección Racional consideraba a los partidos políticos como estructuras destinadas a la conquista del poder. Desde su perspectiva, es racional que utilicen todos los medios legales a su alcance para obtener el poder y mantenerse en él, incluso romper alianzas estratégicas o defeccionar a los propios. 

Al mismo tiempo, los sujetos se mueven en un mundo de incertidumbre e información imperfecta. Esto explica por qué muchas veces las personas se equivocan a la hora de ordenar medios para obtener un fin determinado o incluso, no logran dimensionar completamente las condiciones de posibilidad de sus objetivos. 

En los últimos meses la política argentina da muestra de varios errores de cálculo, “fuego amigo” e intentos de construcción de murallas. La relativa proximidad de las elecciones provoca que dentro de las distintas coaliciones comiencen a calcular sus chances de éxito. Parte del oficialismo estima sus posibilidades de reelección. Otra parte estima las posibilidades de apartarse del Poder Ejecutivo y obtener la presidencia para sí, minimizando los posibles efectos negativos de la administración encabezada por Alberto Fernández. Finalmente, un tercer grupo no tiene en sus planes la competencia a nivel nacional, sino el modesto objetivo de retener el poder a nivel subnacional o hacer control de daños. 

Cada grupo hace su propia estimación en función de sus capacidades; su análisis de la realidad y los recursos existentes. El presidente, sabe que sus posibilidades de reelección son reducidas, pero su candidatura puede ejercer una merma de votos en caso de una interna y con ello, ganar su posición a la hora de negociar cargos. 

El opoficialismo por un lado busca diferenciarse de la gestión de gobierno de su propio Frankestein. Al mismo tiempo, quiere maximizar cualquier elemento de la gestión que pueda aumentar sus chances electorales.  Por otro lado, la facción kirchnerista entiende que una pelea abierta con el gobierno implica alejarse de recursos e incluso, la posibilidad de verse afectados (aún más) sus deseos políticos. 

Los gobernadores y otros actores a nivel subnacional intentarán salvar su posición desdoblando el calendario electoral o localizando la elección. Otros, como Manzur, creen que pueden transformarse en la figura superadora de las rencillas internas y presentar una candidatura de unidad. Detrás de todos ellos, Sergio Massa a la expectativa. 

Guillermo O´Donnell señaló que en tiempos de crisis los actores tienden a tener comportamientos cada vez más desagregados e incurrir en estrategias del “sálvese quien pueda”. Empero, el instinto de supervivencia puede llevar a la propia extinción.  El juego dividido que alguna vez supo dirimir la interna peronista a nivel nacional demostró no funcionar frente a una oposición encolumnada detrás de una coalición. En este sentido, quizás una alternativa sería el mirar hacia fuera más que hacia adentro y ver cómo juega la oposición por fuera del oficialismo.

Juntos tampoco es Disney. Ante un escenario de un pato a punto de convertirse en rengo y un oficialismo inestable, las posibilidades de volver al gobierno se acrecientan. El problema radica en la siguiente pregunta: ¿quién será la cara visible? Nuevamente, la interna lleva a comportamientos disgregados tendientes a posicionarse internamente para luego ir hacia afuera. La moderación de Rodríguez Larreta viene de la mano de la urgencia que le impone la imposibilidad de ser reelecto en la Ciudad de Buenos Aires. Patricia Bullrich cree que dispone de las mejores condiciones para enfrentar los embistes de la derecha y del centro izquierda. Hasta Mauricio Macri y Elisa Carrio amagan con jugar. De fondo, Manes y Morales guardan las expectativas de un candidato radical. 

En ambos casos, las internas poseen un efecto negativo en un doble sentido. A nivel interno, generan heridos y rencores que no siempre son difíciles de saldar políticamente. De aquí la necesidad de construir murallas. Hacia afuera, la avenida del medio se engrosa en virtud del hartazgo de la ciudadanía frente a las peleas internas de los distintos espacios políticos. En los últimos tiempos, frente al carril del medio, parece haberse abierto una colectora hacia la derecha con la figura del candidato que hasta hoy refleja el cansancio del electorado con la clase dirigente: Javier Milei.  

Es cierto que oficialmente todavía no hubo rupturas ni peleas. En este sentido nos encontramos frente a una jauría de perros que ladra y se muestra los dientes mutuamente. Existe un lugar común en el mundo perruno que señala que los perros pequeños poseen una imagen distorsionada de sí y se enfrentan a los perros grandes sin reparar en las diferencias. A la inversa sucede con los perros grandes. En cualquiera de los casos, estamos frente a errores de cálculo producto de una racionalidad limitada y mucha incertidumbre. Por el momento, los perros ladran pero no muerden. No obstante, quizás sea conveniente planificar las murallas.