El título podría sonar como una chicana, pero no lo es. Hace referencia a un clásico escenario en teoría de juegos. El juego de la gallina es aquel juego en el que un automovilista se pone frente a otro automovilista, a cierta distancia, y ambos deben acelerar contra el otro. El primero de los dos en correrse será “la gallina” y perderá el juego. El que no se corre, gana. ¿Cuál es el problema del juego? Si no hay una gallina, es decir, si ninguno se corre, ambos pierden, pues chocan -llegando al riesgo máximo de la muerte-. De todos modos, una de las premisas centrales de este juego es que no se puede vaticinar qué jugador es el más fuerte. Los dos tienen las mismas chances al iniciar el juego.

Este juego es usado desde tiempos inmemoriales para explicar comportamientos en política, incluso con perspectiva académica. Por ejemplo, Carlos Acuña en un clásico texto, lo ha utilizado para explicar alguna de las etapas de negociación del Pacto de Olivos. En el escenario preelectoral, y con crisis de las encuestas, este juego resulta útil para entender la dinámica política. En el oficialismo, todos los actores están midiendo su capacidad de poder. El juego, sin embargo, no aplica para ese caso, dado que hay una marcada asimetría: el kirchnerismo sigue siendo el actor más fuerte, y el resto mide en su relación con (o sin) él.  Sin embargo, el juego nos resulta de particular utilidad para analizar lo que está pasando en Juntos por el Cambio.

En las últimas semanas, podemos identificar que prácticamente todos los actores en la compulsa opositora han subido la velocidad de sus apuestas, como si estuvieran acelerando contra el otro. Dentro del Pro hubo tres noticias concretas que van en esta línea. Horacio Rodríguez Larreta, finalmente, lanzó su precandidatura a las 20:23 del 22 de febrero, y haciendo una muestra por medio de redes sociales de quiénes son los dirigentes que lo acompañan -incluyendo a algunos radicales como el diputado puntano Alejandro Cacace. Patricia Bullrich, por su parte, subió la apuesta en redes, criticando (implícitamente) el carácter dialoguista de otras propuestas dentro de su coalición. Asimismo, el Pro parece ser una mesa de tres patas en la contienda presidencial, con la foto de María Eugenia Vidal inaugurando un bunker de campaña, con la presencia de Mauricio Macri. Los tres actores que buscan la presidencia (Larreta, Bullrich y Vidal) suben su nivel de exposición, así como también de diferencia con los demás.

Las otras fuerzas restantes de Juntos por el Cambio están, por su parte, en la búsqueda de su espacio en la coalición. El radicalismo mostró en los últimos meses una mayor capacidad de instalación, y discute la posibilidad de tener candidato propio. Allí se anotan dos, por el momento: Gerardo Morales y Facundo Manes. Si bien el primero cuenta con más respaldo dentro del aparato partidario, no tiene consenso pleno. Manes, por su parte, se está empezando a comportar como un outsider dentro de la fuerza, y cada vez cuenta con menos respaldos en su intento -casi al extremo de quedar fuera del juego que proponemos para el análisis-.

Los otros dos grandes líderes del radicalismo sufrieron reveses en sus apuestas a nivel subnacional, de forma tal que tienen que recalcular su juego. Alfredo Cornejo -que pugnaba por ser el compañero de fórmula de Bullrich- será candidato a gobernador de Mendoza, luego de la amenaza (viable) del demócrata (ligado al larretismo) Omar de Marchi de ser candidato a gobernador. Martín Lousteau, que parecía jugar para el actual jefe de gobierno porteño, recalcula su candidatura ante el fortalecimiento de las precandidaturas de Fernán Quirós y Jorge Macri en la capital. Nadie descartaría hoy que Lousteau sea candidato a la presidencia, si resulta útil para fortalecer la posición radical en la coalición. Una jugada similar fue la que ya blanqueó Carrió, lanzándose como precandidata semanas atrás, con la declarada intención de fortalecer el diálogo en Juntos por el Cambio, con un rol protagónico de la Coalición Cívica.

Las provincias, por su parte, replican estos juegos. A los ya mencionados escenarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Mendoza, se suman Córdoba, Buenos Aires y Santa Fe. En Córdoba, el radicalismo -con Rodrigo de Loredo a la cabeza- busca quedarse con la candidatura a gobernador en detrimento de la figura de Luis Juez, amenazando con la ruptura. En Santa Fe el radicalismo y el Pro impulsan un “frente de frentes” que incluya al socialismo: el Pro pareciera no tener candidatos fuertes, y el radicalismo tiene varias figuras (entre las que destacan Carolina Losada y Maximiliano Pullaro). En Buenos Aires, ante la amenaza que Milei representa, buscan una candidatura única. Si bien Diego Santilli es hoy por hoy el candidato más fuerte, éste no resulta del paladar del bullrichismo ni del radicalismo. Aquí, las peleas son más partidarias que de liderazgos individuales, y responden a la necesidad de acordar previamente, dado que no hay segunda vuelta.

En síntesis, Juntos por el Cambio está viviendo múltiples juegos de la gallina en su interior. Dentro de cada partido integrante de la coalición, entre partidos, entre líderes y precandidatos, a nivel nacional y a nivel subnacional. Es un costo necesario, aunque la ciudadanía no empatice con éste. Implica para una coalición buscar cuáles son las fórmulas y los liderazgos más competitivos para poder hacerse con el gobierno. No obstante, esta dinámica tiene dos posibles riesgos. Por un lado, que los líderes no frenen a tiempo. Si las heridas en la competencia son amplias, las dificultades de sostener una campaña viable serán menos. Por otro lado, la ciudadanía muestra un fuerte descontento con la política en general. La focalización en las diferencias entre las partes en lugar de los problemas que pretende resolver la población puede alejar a la campaña de Juntos por el Cambio de sus propios votantes. Estos juegos son sanos y necesarios, pero requerirán de una dosis de diálogo interno y de ciertos consensos para que su resolución aporte a una campaña competitiva. De lo contrario, expondrán demasiado a la oposición. Mientras tanto, Milei espera.