A principios de la década 1980, Marcelo Diamand publicó un artículo titulado “El péndulo argentino ¿Hasta cuándo?” en el cuál analiza las políticas económicas que llevan a cabo los distintos equipos económicos de gobierno y los impactos en la economía. En dicho artículo, el autor dedica un apartado a los planes de estabilización y a los denominadores comunes que han tenido a lo largo de la historia económica argentina (cabe recordar que lo escribió previo al plan Primavera, Austral y a la Convertibilidad lo que aumenta el valor agregado de estos aportes). Es decir, que la idea de ejecutar un plan de estabilización económica es de larga data, como lo son muchas de las propuestas que se presentan cómo novedosas (como, por ejemplo, la dolarización de la economía) y se suma a la lista de eufemismos que la ortodoxia propone (cómo por ejemplo saneamiento de las cuentas públicas, orden fiscal, equilibrio macroeconómico entre otros slogans sin sentido).  Pero ¿qué es lo que se dice que se busca estabilizar y cómo?

En primer lugar, se debe definir qué es un plan de estabilización económica. En este sentido, se afirma que es una combinación, a priori, de políticas monetarias, cambiarias y fiscales (aunque en algunos casos puede ser acompañado por otras, como por ejemplo la política financiera) que tienen como objetivo mejorar los déficits en la balanza de pagos al mismo tiempo que se buscan disciplinar los precios internos (al menos en lo discursivo). En este sentido, por lo general, en el momento de la propuesta, el plan de estabilización cuenta con relativo apoyo social que está dispuesto a soportar ciertos niveles de ajuste ya que la vertiginosa inflación ha servido como disciplinador social.

En segundo lugar, se deben explicar cuáles han sido los denominadores comunes de los distintos planes de estabilización económica que se han llevado a cabo. En este sentido, se puede afirmar que han sido equipos económicos con sesgos ortodoxos quienes lo han ejecutado. Por lo general, a lo que refiere a la política cambiaria, han sido programas económicos recesivos que empiezan con una devaluación de gran magnitud la cual, según la teoría neoclásica, estimula las exportaciones al mismo tiempo que reduce las importaciones, lo que generaría una mejora en la cuenta corriente. Desde el punto de vista de política monetaria, se suele llevar a cabo un programa restrictivo con elevados niveles de tasa de interés a fin de evitar (de nuevo, según la teoría ortodoxa) la formación de activos externos a fin de evitar la fuga de capitales al mismo tiempo que se estimula el ingreso de capitales foráneos. En términos de política fiscal, las medidas ejecutadas tienden a contraer la demanda agregada (es decir, se reduce el consumo, la inversión productiva y el gasto público) a fin de lograr el objetivo de disminuir el gasto de divisas. Todas estas medidas, en teoría, reordenarían los precios relativos gracias a la brusca devaluación y programa monetario restrictivo y aquellos sectores eficientes que no necesitan de la protección de Estado (en el marco de la mencionada política fiscal contractiva) serían los que traccionen al resto de la economía de manera más “estable”.

En el plano de los efectos generados en la economía se verifica que estos planes de estabilización son recesivos, que sólo generan ventajas relativas a los sectores exportadores tradicionales respecto al resto de los sectores de la economía y que poco cumplen con los objetivos planteados en el momento de las propuestas. Es decir, generan fuertes aumentos de precios internos y costos de producción (aumento de precios de productos e insumos importados y en el mercado interno de las materias primas y de los alimentos) y, por lo tanto, una caída del ingreso real de las personas. En otras palabras, se genera una transferencia de ingresos a favor de los sectores concentrados y exportadores de la economía. A esto se lo conoce como el primer mecanismo de ajuste automático. Y esto se debe a que estos equipos económicos instalan un diagnóstico de erróneo en los problemas que dicen que intentan resolver (sobre todo a lo que refiere a la inflación). Por otro lado, la política monetaria recesiva (vía incremento de la tasa de interés) y devaluación del tipo de cambio generan la caída de la producción local y su consecuente importación de insumos y bienes de capital (lo que se podría llamar segundo mecanismo de ajuste automático) y se fomenta la atracción de capitales foráneos que buscan alta tasa de interés local con relativa estabilidad cambiaria para llevar a cabo el carry trade. Ahora bien, en el caso de que hayan existido ciertos períodos de estabilidad de precios internos, estos han sido muy cortos y se debieron a que las ventajas relativas conseguidas por los sectores beneficiados se han mantenido gracias a la recesión de la economía.

Con lo explicado hasta aquí se debe agregar que, por lo general, estos planes de estabilización han sido acompañados por ciclos de incrementos de la deuda externa y si se le suman los ingresos de divisas en los demás ítems de la cuenta capital y financiera de la balanza de pagos (inversión extranjera directa, inversión de cartera, etc.), estos ciclos derivan en una economía cada vez más extranjerizada que fortalece los vicios de la estructura productiva desequilibrada que genera fenómenos económicos no deseables, como la inflación estructural.

En síntesis, el neoliberalismo siempre buscó instalar el marco de lo posible para garantizar las condiciones de país periférico proveedor de materias primas, por esto es por lo que siempre impone los mismos viejos programas ortodoxos. Al contrario de esto, el presente artículo es una invitación a pensar y sugerir programas económicos audaces, osados e ingeniosos en favor de las mayorías. En este sentido, las medidas deben garantizar que las divisas generadas vía cuenta corriente ingresen al sistema financiero local, que existan los resortes para que se encuentren en función de la producción y desarrollo de la economía y no que las liquidaciones de divisas se den por mecanismos extorsivos de lobby empresarial. Por otro lado, es indispensable disociar los precios internos de los internacionales, controlar el poder de mercado de ciertos agentes, para esto se debe fomentar la competencia en el mercado interno y desarmar el paradigma de incremento de ganancias vía precios y no vía cantidades. Por último y más difícil, romper con la dolarización de los excedentes en pesos sobre todo de aquellos sectores que se ven beneficiados por este modelo económico de ajuste por inflación. En síntesis, que las mencionadas políticas cambiaria, monetaria y fiscal tiendan a desarrollar en vez de estabilizar.