La implementación del nuevo esquema cambiario no fue un cambio de fase programado –eufemismo utilizado por el gobierno–, sino producto de la insostenibilidad del programa anterior, que generó un déficit de cuenta corriente acumulado de más de U$S 11.000 M entre junio de 2024 y marzo 2025 por la creciente tendencia a la apreciación cambiaria en combinación con un régimen de apertura importadora. 

Bajo ese escenario, y corrida cambiaria mediante, el Gobierno aceleró la negociación con el FMI y obtuvo financiamiento por más de U$S 13.600 M entre el Fondo y Organismos Internacionales de Crédito, cifra que permitió flexibilizar las restricciones cambiarias y virar hacia un sistema de bandas.

Para sorpresa de muchos –por ejemplo, quienes escriben– inicialmente el dólar se ubicó mucho más cerca de la banda inferior, para terminar oscilando entre los $1.100 y $1.200. Una posible explicación es que, con parte de los dólares obtenidos, el Estado haya intervenido - a través de alguna agencia estatal- para “guiar” el dólar hacia la banda inferior tratando de minimizar el impacto en precios y mostrar al programa como exitoso. Algunas operaciones cambiarias de elevado volúmen o la intervención en los futuros cuando el dólar tocaba los $1.200, parecen indicar que ese sería un valor techo no declarada para guiar la trayectoria del dólar entre bandas en una primera etapa post-cepo.

Más allá de esta intervención –propia de la política económica en el mundo, pero contraria al discurso oficial–, lo cierto es que el nuevo esquema cambiario no altera las condiciones estructurales. Si el BCRA sólo compra reservas en el piso de la banda, no queda claro cómo se logrará cumplir la meta de acumulación de reservas netas con el Fondo; que significa comprar casi U$S 9.000 M a diciembre de este año. A su vez, es altamente probable que con un esquema de bandas moviéndose al 1% mensual y una política de intervenciones no explícitas para mantenerlo del centro para abajo de la banda, pero con una inflación mensual duplicando o triplicando ese valor, se siga sosteniendo un tipo de cambio real apreciado que torne insostenible la cuenta corriente.

De lo anterior se desprende uno de los principales desafíos del programa y quizá el principal logro del Gobierno en materia económica: la inflación.

En la historia reciente, es una novedad para nuestro país la implementación de un régimen cambiario que permite una flotación tan amplia, producto del nivel de las bandas cambiarias. Ya en la década del 60’, el economista argentino Julio Olivera explicaba la inflación estructural para el largo plazo como la consecuencia de cambios permanentes de los precios relativos en situaciones de rigidez a la baja de algún precio esencial. Si la inflación se acelera cada vez que el dólar se acerca a la banda superior, pero los precios no bajan cuando pasa lo contrario –producto de la rigidez de precios a la baja– puede darse una lógica similar. En una economía en donde la inercia y los mecanismos de indexación están tan aceitados, la excesiva volatilidad del dólar puede generar que la inflación se exacerbe. 

*En colaboración con Federico Zirulnik. Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz. X: @AndresAsiain | @FedeZirulnik | @cesoargentina