El primer mito que terminó Milei es que existe una casta que controla la Casa Rosada. Hasta 2023, para ser presidente democrático una persona tenía que ser peronista, radical o aliarse con ellos. Los nuevos partidos en Argentina no podían solos. Por eso, por ejemplo, Mauricio Macri tuvo que buscar un aliado cuando intentó (y logró) llegar a la presidencia en el 2015. En aquella elección, los radicales prometieron a Macri otorgarle “territorialidad”: fiscales, mesas de propaganda electoral y dirigentes para ocupar los cargos en el Estado en todo el país. Esto parecía fundamental porque, como pensábamos, sin presencia en todo el país era imposible ganar. Las maquinarias electorales de los partidos tradicionales parecían necesarias para asegurar una derrota o el triunfo en el interior del país y en el Conurbano bonaerense. El desembarco de Milei, demostró que, por un lado, nuestro sistema electoral es aún más sólido y transparente de lo que ya sabíamos que era y que las puertas de la Casa Rosada están abiertas para cualquiera que arme un partido y gane las elecciones.

El segundo mito que creíamos hasta el año pasado fue que “Argentina 1985” era una película que aplaudió todo el mundo. Desde el retornó democrático y con el juicio a las juntas impulsado por Raúl Alfonsín y llevado al cine de la mano de Ricardo Darín, pensábamos que había un consenso sobre los crímenes cometidos por la última dictadura militar y su negación quedaba únicamente reservado a espacios marginales. El consenso alfonsinista se rompió. Quizás por la distancia en el tiempo y una campaña marcada por la urgente situación económica, Milei llevó adelante un discurso negacionista sobre la cifra de desaparecidos y con ella la magnitud de las desapariciones, torturas, robos y secuestros de niños realizados durante la etapa más oscura que vivió el país. El negacionismo  presidencial fue respaldado y fomentado desde la vicepresidencia que lleva a la lucha por la “memoria completa” como una de sus banderas principales.

Junto con el retorno en la discusión de los crímenes realizados durante el “Terrorismo de Estado”, se cayó un tercer mito: a la gente le aburre la política. Los años de la grieta nos habían llevado a creer que existía un rechazo a los discursos ultra ideologizados y lo único que se exigía a los gobernantes eran  políticas públicas que solucionen los problemas cotidianos de los argentinos y les permitan vivir en paz. Hasta que la mayoría eligió a un presidente liberal libertario. Además de la cruzada sobre la última dictadura, la revolución libertaria inició una nueva batalla cultural poniendo sobre la mesa discusiones que parecían saldadas y que pensábamos formaban parte de un nuevo sentido común: la desigualdad de género, la existencia de organismos y programas que evitan la discriminación, la ley del aborto, etc. Con la reapertura de estos temas, Milei demostró que las propuestas que impulsan la vieja “ancha avenida del medio” de Sergio Massa o “ahora la tranquilidad” de Horacio Rodríguez Larreta no prenden en una población que se siente más identificada con visiones más pasionales de la política.

El último mito es que el Congreso es un “nido de ratas”. Como propuso el Presidente, las ratas son animales bastante reacios al trabajo. Sin embargo, los diputados y senadores se pusieron las pilas y le recordaron que el Congreso debe ser el único que sanciona y deroga leyes. Con un Presidente con un partido nuevo y lejos de los 129 diputados y 37 senadores que se necesita para tener mayoría propia en cada cámara, los caminos que se abrieron fueron la creación de nuevas alianzas o la confrontación con el Congreso. Milei está en la mitad de ambos. La firma de un mega DNU fue una forma de confrontar con el Congreso e intentar saltarlo, mientras que la coalición con el PRO fue un indicio de buscar asegurar un número de bancas que le permitan enviar proyectos de ley al Congreso y que sean aprobadas. Hasta ahora, la estrategia aliancista no funcionó del todo porque por un lado, solo con el PRO no alcanza y por el otro, el Gobierno ha mostrado una enorme reticencia a negociar con otros espacios políticos, especialmente los diputados y senadores que responden a los gobernadores. Por el contrario, con ellos decidió confrontar y perdió. En los casi cuatro años que quedan, Milei tendrá la posibilidad de levantar el pie del acelerador y buscar la negociación o bien acelerar e ir - probablemente- a otro choque de frente como sucedió con la Ley Ómnibus.

¿Cuántos mitos más va a romper Milei? Para saberlo lo más importante es saber cuánto aguanta la gente. La aprobación que tiene el gobierno -y el Presidente en particular- sobre las políticas económicas será el factor decisivo si la estrategia refundacional liberal-libertaria tiene éxito. El grado de compromiso y sufrimiento tolerado hablarán del nivel de confianza que tiene la población en el nuevo Presidente que eligieron en noviembre de 2023 casi 6 de 10 argentinos. Si la confianza se agota antes, la pregunta es ¿cuánto antes?

Las elecciones de medio término de 2025 pueden ser un momento de medición de la aprobación o rechazo al Presidente. En ellas también vamos a ver cómo se reorganiza el resto del espectro político ¿una alianza liberal - PRO? ¿Una reorganización del peronismo? ¿Qué hace la UCR? Para entender la relevancia que tienen las elecciones de medio término, la posibilidad de re-reelección de Cristina Fernández de Kirchner se canceló luego de la derrota en las elecciones legislativas de 2013 ante -el por entonces peronista opositor- Sergio Massa. Otro ejemplo ocurrió en 2001, cuando el gobierno de Fernando De la Rúa se pegó un golpazo en las elecciones legislativas de ese año y terminó con la renuncia del Presidente.

De la Rúa no fue el único presidente que se fue antes. También Alfonsín tuvo que entregar anticipadamente el mandato en 1989. Estos dos casos que tienen un elemento común: haber sido presidentes no peronistas; pero, parecen haber quedado en el pasado luego de la presidencia del tercer presidente no peronista, Mauricio Macri. Los tres mandatarios también tuvieron en común atravesar crisis económicas que no pudieron resolver. Javier Milei es el cuarto presidente no peronista desde el retorno democrático ¿Será un mejor piloto de tormentas que sus antecesores? En caso de que falle ¿La gente lo seguirá apoyando o pedirá su salida anticipada? Ante un presidente que se juega al all in en cada mano, el sistema institucional tiene por delante el desafío de domesticar al león y lograr que el avión no explote antes de aterrizar.