Sin dudas, a partir de las elecciones del domingo se reconfigura el sistema de coaliciones políticas e Argentina. Hasta el momento, existía un bicoalicionismo estructural: Peronismo (Unión por La Patria), no peronismo (Juntos para el Cambio) que ha cambiado de nombre pero el imaginario social estaba en ese esquema. El resultado de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) trastocó ese escenario político argentino. A partir de ahí se convirtió en un año electoral inesperado: unas elecciones PASO en las que triunfó sorprendentemente Milei, en las elecciones generales ganó Massa (otra sorpresa) y en el balotaje las encuestadoras presentaban un empate técnico. La elección resultó 11 puntos de diferencia a nivel, unos 3 millones de votos de diferencia, inobservables para los especialistas.

El sufragio tiene una multiplicidad de explicaciones, nunca hay una linealidad en su interpretación. El componente electoral de Javier Milei es una combinación de adolescentes interpelados por su imagen y contenido, gente desencantada con los sucesivos gobiernos, voto duro del histórico antiperonista, ciudadanos que padecen la inflación y la pobreza, gente del interior que veían a Massa como un porteño canchero y votantes alterados con la campaña de las maldades que podían ocurrir si ganaba Milei.

El componente electoral de Sergio Massa está dado por el peronismo/kirchnerismo clásico, electorado que se autopercibe de centroizquierda, votantes que tenían temor ante un candidato con propuestas muy radicalizadas, electores que sentían que con Milei podían perder derechos y jóvenes estudiantes de universidades públicas.

Lo cierto que en un balotaje se vota mucho más “contra” que “a favor”. En las PASO se presentaron 28 opciones, en las generales 5, es así que 10 millones de votantes, no tuvieron como primera opción a Massa ni a Milei. Así que el Presidente electo tiene sin dudas legitimidad de origen, la más alta de los 40 años de la democracia. Pero esa legitimidad es atenuada, si consideramos que no son votos genuinos y propios, sino contra el otro candidato.

Nos encontramos, entonces ante un hecho inédito. Un Presidente, sin partido político, sin un sólo Gobernador, casi sin Senadores, con un puñado de Diputados, el 10 de Diciembre asumirá el gobierno, pero no el poder político. Se abre entonces una incógnita: A) ¿Se inicia una etapa autoritaria en donde se avasallan los otros poderes? B) ¿Comienza un presidente totalmente debilitado en donde estará atado de manos? C) ¿Podrá hacer una coalición de gobierno pos electoral?

En la opción (A) tendrá una resistencia fuerte por parte de una sociedad argentina que no aceptará esos términos; en la opción (B), el peronismo se lo comerá en un pancho a través de las movilizaciones y la “resistencia”; y en la opción (C), nos encontraremos con un nuevo liderazgo inesperado que trastocará el sistema político argentino.

Es así que, siete de cada diez electores votaron a Milei en Córdoba, Mendoza, San Luis y Santa Fe; esto demuestra que es un fenómeno federal. El macrismo esperaba los resultados de Córdoba, en el caso de Milei, la zona de Cuyo (con alto nivel empleados públicos) lo votaron masivamente.

Los manuales de Ciencia Política no nos sirven para evaluar este fenómeno único, inesperado. La ciencia trabaja en torno a fenómenos regulares, para poder predecir. Será momento de volver a reescribir la historia política argentina… Es nuestro desafío.