El Potenciar Trabajo ha llegado a su fin. El plan creado por el Gobierno de Alberto Fernández en marzo de 2020 fue recientemente modificado por decisión de la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello. Dicha funcionaria explicó a los medios que “se trata de un nuevo paso decisivo hacia la optimización de la estrategia de inclusión social y laboral”, y afirmó que “el Potenciar Trabajo fue un plan ineficaz donde de 1.400.000 beneficiarios apenas el 1.3% consiguió empleo formal”.

Ahora bien, ¿cómo funcionaba el Potenciar Trabajo? Dicha política social lanzado a inicios de la gestión de Alberto Fernández unificó los programas sociales insignia de la administración Cambiemos: el Hacemos Futuro (que desde 2017 unificaba el “Argentina Trabaja” y el “Ellas Hacen” de la gestión kirchnerista) y el Salario Social Complementario (que surgió como respuesta a demandas de Grabois y otros movimientos sociales).

El Potenciar Trabajo tenía como finalidad contribuir a mejorar el empleo y generar nuevas propuestas a través del desarrollo de proyectos socio-productivos, socio-comunitarios, sociolaborales y de terminalidad educativa. En términos críticos, el Potenciar Trabajo era un retroceso hacia las lógicas de “Economía Social y Solidaria” que no dieron buenos resultados durante el período del Argentina Trabaja (2011-2017). Dicho programa estuvo plagado de irregularidades y se encargaba de promover y formar cooperativas, muchas veces con gente que no estaba dispuesta a cooperar entre sí y que tenían un índice bajísimo de productividad. Por dicha razón, es vasta la bibliografía académica que cuestiona los resultados y alcances de estos programas.

No obstante, es menester aclarar que tampoco fueron buenos los resultados del Hacemos Futuro, la política social insignia de la gestión de Carolina Stanley. Dicho programa trató de eliminar las cuestiones vinculadas al cooperativismo y enfocarse aún más en la terminalidad educativa a fin de dotar a los beneficiarios de “Capital Humano” y que sean aptos para conseguir empleo.

Sin embargo, dicha política tuvo algunos logros secundarios que merecen ser comentados. En primer lugar, logró desarticular lógicas clientelares haciendo que los trámites sean personales en ventanillas de ANSES. De esta forma, promovió la desintermediación. En segundo lugar, le dio más oportunidades a las mujeres dado que con el Ellas Hacen sólo podían tejer o coser, y con el Hacemos Futuro las mujeres pasaron a disponer de una oferta formativa muchísimo más amplia. En tercer lugar, la oferta formativa fue comparativamente más innovadora y heterogénea: lejos de los tradicionales cursos de albañilería, carpintería o herrería del Argentina Trabaja, el Hacemos Futuro promovió otras capacitaciones para insertarse en el mercado de trabajo como piloto de dron, guía de senderismo en territorios andinos, comercio electrónico o marketing digital.

Aún así, todas las políticas sociales empleadas por los distintos gobiernos están moldeadas por los mismos problemas y limitantes. Uno de ellos es el nivel educativo. ¿Cómo hacer para que ciudadanos que viven en la pobreza extrema y que no terminaron la primaria consigan un empleo formal?  ¿Cómo alcanzar la inclusión social en contextos de recesión económica o estancamiento con inflación?

Las nuevas mediadas lanzadas por Pettovello buscan separar a los beneficiarios en dos grupos: los que tienen potencial para incorporarse al mercado de trabajo (aquellos que están en la pobreza pero terminaron la secundaria y tienen conocimientos sobre alguna profesión) y los que son considerados “inempleables” (los que no terminaron ni la escuela primaria o tienen alguna discapacidad que es impide trabajar).

En ese marco, la flamante gestión divide al Potenciar Trabajo en dos programas: “Acompañamiento Social”, destinado a personas de extrema vulnerabilidad y “Volver al Trabajo” para quienes están en condiciones de trabajar. Sobre este punto, está claro que las realidades son muy diferentes y por eso puede ser considerada correcta la decisión de segmentarla.

Otra cuestión acertada son las contraprestaciones. Al igual que con otros programas (como el Hacemos Futuro), el foco está puesto en contraprestaciones educativas. Esto es así dado que el nivel educativo es considerado la variable más influyente para mejorar las trayectorias laborales. Otro acierto es la búsqueda de la articulación de la política social con la política laboral. Esto va en sintonía con lo que dicen (casi) todos los políticos de distinta ideología y color político: “de la crisis (o de la pobreza) se sale trabajando”.

Sin embargo, en el nuevo diseño hay algunas cuestiones centrales que aún generan dudas o no están del todo claras. ¿Cómo y cada cuánto se actualizan los montos? ¿Con criterios objetivos o arbitrarios? ¿Dónde y quién certifica el correcto aprendizaje de los beneficiarios que transiten cursos formativos? ¿Qué posibilidades concretas hay de que estos beneficiarios realmente consigan un empleo formal en el marco del ajuste y recesión que estamos transitando actualmente?

Es aquí donde emerge una de las grandes críticas al diseño de esta política social: el descuido a las redes de contención en los barrios vulnerables. La nueva administración de Milei descuida y desfinancia a los comedores populares, los clubes de barrio, y a la Iglesia, entre otros, dando pie a que actores del narcotráfico vean a los niños hambrientos o a los jóvenes desempleados como los “soldaditos” perfectos.

En suma, cada Gobierno muestra interés en brindar soluciones y un abordaje a la “cuestión social”. En todos los casos, discursivamente, parece que la solución está puesta en el empleo. También, en la mejora del nivel educativo como pieza imprescindible para modificar las trayectorias laborales. Al mismo tiempo, todos los Gobierno tropiezan con la misma piedra: la falta de crecimiento económico. Sin crecimiento económico no hay expansión del mercado de trabajo. Sin crecimiento económico no hay inclusión social.