En mis escritos hablo sintomáticamente de estructuras, a las que les asigno nombres y propiedades: he hablado del régimen neoliberal, del capitalismo tardío, del sistema capitalista, etc. Y las he caracterizado como modelos de acumulación de capital, como formaciones discursivas, culturales, como entramados de poder, como aparatos ideológicos, etc. Tengo la impresión de que en mis razonamientos suele haber un desfasaje entre los problemas que abordo, muchas veces planteados desde la propia experiencia, es decir, desde un terreno sumamente concreto, y las causas que los explican, la mayoría de las veces imputadas a estas estructuras que parecen quimeras o fantasmas sin rostro.

Quisiera sostener mis planteos mundanos, que son los de la mayoría de las personas que viven o intentan vivir de su trabajo en un mundo que se rige bajo el negocio y de la ventaja. Quisiera ponerles rostro a esos fantasmas, para que las personas que están sufriendo la crisis económica no elijan nunca más a sus verdugos.

Hace meses escribí una nota de opinión sobre la fantasía de la casa propia, un proyecto que materializa el deseo de estabilidaden un país que no la tiene. El DNU impulsado en el mes de diciembre por el presidente electo comenzó por derogar la actual ley de alquileres, haciendo que el negocio inmobiliario se favorezca todavía más, y en contrapartida, que la situación de los inquilinos/as se vuelva más precaria.

Más o menos, al día de la fecha, la situación locataria se resume en que se firma un contrato con la inmobiliaria y en el mismo se acepta una cláusula según la cual el valor del alquiler se ajustará a la inflación, en períodos de tres meses e incluso mes a mes, a convenir entre las partes (propietarios e inquilinos). Aceptar esta cláusula inmobiliaria, en un escenario donde diversos sectores del mercado de trabajo, particularmente los empleados/as estatales, tendrán salarios congelados o bien dejarán de percibir sus salarios, significa “ponerse un gatillo en la cabeza”. Pero, ¿qué hacer si estás buscando casa, si tenés una familia y no tenés donde refugiarte? La situación se ha vuelvo sumamente acuciante e incierta, incluso para familias constituidas por jóvenes profesionales en las que ambos jefes/as de familia perciben un salario en blanco. ¿Cuál es la situación, entonces, de familias que están en una situación todavía más precaria en términos laborales/salariales?

Evidentemente, las cuentas no cierran. No cierra lo que hay que gastar en comida, en servicios, en transporte, en gastos fijos y corrientes, con las sumas que demanda el acceso a un alquiler. Por eso, quiero nuevamente abordar el problema de la casa propia en Argentina. Según datos del INDEC de 2022, aproximadamente un tercio de los argentinos/as no tiene vivienda propia. Casi el total de ese tercio alquilan y un pequeño porcentaje vive en casas prestadas. En realidad, las proporciones son mucho mayores, toda vez que de esos dos tercios que tienen casa propia, probablemente un alto porcentaje vive en casas que han sido heredadas o que han adquirido con dinero heredado intrafamiliarmente.

Lo que estoy contando no es novedad alguna. No quiero poner la lupa sobre las familias de sectores trabajadores que tienen vivienda propia, porque eso sería hacerle el juego a los sectores más poderosos y concentrados de la economía. Sin embargo, me pregunto en qué medida repercutirán los efectos económicos del DNU para quienes tienen que alquilar en comparación con quienes tienen vivienda propia. Desde que salió este decreto plagado de reformas regresivas, no he parado de observar publicaciones de colegas en Facebook e Instagram, la mayoría jóvenes profesionales que trabajan en la universidad pública o en la administración pública, asumiéndose damnificados por el DNU, declarando estar sumamente angustiados/as; algunos, incluso, diciendo haber comenzado terapia porque no comprenden el giro a la derecha que ha tomado la sociedad y la política, o por qué sus propias familias votaron equivocadamente a la derecha. Sin embargo, durante los últimos días he podido ver a la mayoría de esas personas publicando fotos vacacionando en hoteles de más de tres estrellas, en provincias lejanas y paradisíacas de Argentina o en otros países. Me pregunto, ¿habrán pensado que son sus últimas vacaciones antes de la debacle definitiva?

Lo que quiero dejar en claro es que la mayoría de esas personas tienen asegurado el derecho a la vivienda. Tienen casa propia o saben que la tendrán pronto. Lo sé porque los conozco. Lo que me genera profunda indignación es la obscenidad de las publicaciones, las sonrisas, el disfrute y los placeres algo desmesurados, cuando se supone que estas personas son o serán artífices intelectuales de las fuerzas progresistas que animan nuestra cultura y nuestra política. Hace poco dije, en otro escrito, que nunca me caractericé por un estilo beligerante frente a colegas y familiares cuyas contradicciones resultaban irrisorias e indignantes. Pero he decidido cambiar, y recordarles a muchos/as de mis colegas que no se trata de tomarse un merecido descanso frente al calvario vivido en diciembre, para comenzar a agitar el avispero en marzo.

Como dice una canción popular, “la lucha es de igual a igual, contra uno mismo”. Creo que ¡ahora mismo! los compañeros/as que quieran formar una fuerza política capaz de contrarrestar la ideología libertaria, van a tener que comenzar a mirar puertas para dentro, a discutir sus privilegios de clase; a “proletarizarse”, pero no como la mera adopción de una retórica romantizadora de los sectores populares, sino como una ética de lucha, esfuerzo y de cierta necesaria y purificadora abnegación, que sea capaz de generar identificación en las inmensas mayorías. Hacer esto no implica “ir a menos”, sino tomar conciencia de que hay grandes mayorías de la población que no pueden irse de vacaciones, y menos en aviones y en hoteles, porque ya están haciendo cuentas para ver si podrán alquilar o deberán caer de prestados a casas ajenas.

Todavía no puedo ponerles rostro a los fantasmas (a los grandes y no tan lejanos fantasmas del poder), porque primero quiero llamar a la reflexión e interpelar a muchos/as de mis propios colegas, y pedirles que consideren la obscenidad de sus publicaciones, de sus viajes o piletas recién construidas. Les pido que definan si están del lado de las clases trabajadoras o si son un puñado de pequeño burgueses pragmáticos y demagogos con discursos “progre”, que no quieren perder sus privilegios.