Oda al balde
El resultado de la votación también puede sintetizarse con la metáfora para descalificar y estigmatizar a quien no vota ni piensa como aquellos autopercibidos civilizados
“Oda: f. T. lit. Composición lírica en estrofas de tono elevado, que generalmente ensalza algo o a alguien”.
Diccionario RAE
En el año 2005 el escritor argentino Pedro Mairal publicó la novela distópica El año en el desierto. Sin demasiadas explicaciones, vemos a través de los ojos de María, una empleada de clase media porteña, cómo su mundo cambia en cuestión de días. La civilización se desmorona y el tiempo retrocede desde una Buenos Aires moderna hacia la aldea colonial de antaño. La trama discurre en torno al miedo y la paranoia, entre los residuos culturales de un pasado que en realidad es un futuro que ya no volverá. A partir de entonces los personajes deben aceptar este nuevo presente mucho más hostil, desolador y donde el tejido social se rasgó.
Es inevitable pensar que la obra de Mairal establece un diálogo profundo y subterráneo con el Facundo de Sarmiento que ya nos advertía que el camino para la todavía convulsionada Argentina por décadas de guerra civil no era otra que: Civilización o Barbarie. Años más tarde Borges retomaría aquel trasfondo conceptual de la tradición literaria gauchesca en su cuento El Sur: “A los lados del tren, la ciudad se desgarraba en suburbios; esta visión y luego la de jardines y quintas demoraron el principio de la lectura”. El protagonista del cuento, Juan Dahlmann, debe enfrentar una dualidad que lo trasciende, la del hombre de ciudad contra el de campo. Otra vez, civilización o barbarie.
El desierto, la barbarie, lo grotesco, lo sucio y feo siempre están ahí, al acecho y pueden volver sin previo aviso. O tal vez, no. Aquella lucha planteada en los albores de la Nación nunca se cerró y, bajo distintas formas, fueron dándose los clivajes que dieron origen a los actores antagónicos que marcaron la vida política argentina, principalmente: unitarios y federales, personalistas y antipersonalistas, peronismo y antiperonismo.
HAY QUE PASAR OCTUBRE
Desde que Axel Kicillof anunció el desdoblamiento de las elecciones legislativas de la Provincia de Buenos Aires, el foco inicial estuvo puesto sobre la interna en torno a la conducción del peronismo, entre las facciones afines al eje CFK-La Cámpora y el eje afín al Gobernador. De hecho esta división era una oportunidad para el Gobierno Nacional para mostrarse cohesionado y tentar a posibles aliados aprovechando un escenario de peronismo balcanizado.
Sin embargo, la condena y encarcelamiento de la ex presidenta por la llamada “Causa Vialidad” aceleró los tiempos de definición y aunó lo que parecía destinado a la ruptura. Pero lo que terminó por darle mayor trascendencia y ocupar el centro de la opinión pública fue la nacionalización de la campaña por parte del Gobierno Nacional, metiéndose directamente el Presidente y sus colaboradores más cercanos en el armado de las listas, diluyendo y condicionando a aliados territoriales a una sumisión total a los violetas, que también dejó heridos a internos e históricos que quedaron excluidos de la negociación. Estos últimos identificados con “Las Fuerzas del Cielo”, la agrupación que apoya en el plano digital al Gobierno de la mano de Santiago Caputo.
Así las cosas la elección en la Provincia de Buenos Aires funcionó como un plebiscito que puso en primer plano la evaluación del plan económico, relegando otros temas más propios de la “agenda” bonaerense, como podría haber sido la inseguridad y fallos en la gestión del Gobernador. Pero de pronto unas elecciones que suelen pasar desapercibidas por la mayoría de los votantes y no suelen interesar más que a intendentes y senadores territoriales, pasaron a ocupar el centro de discusión en todo el país, siendo que el Gobierno Nacional tenía mucho para ganar, con una apuesta relativamente barata. Al tratarse de una fuerza política relativamente nueva, las bancas a renovar en la Legislatura bonaerense eran pocas y las aspiraciones de crecimiento, aún en los cálculos más conservadores, le daban que su bancada crecería. Distinta era la ecuación para el otro socio de la Alianza La Libertad Avanza, el PRO para quien la alianza fue más bien una conquista por parte del tándem Karina Milei-Sebastian Pareja que literalmente borró a la otra parte, la pintó de violeta y aprovechó su capital político. Además de bancas, el PRO puso la estructura de los Municipios que ganó en las elecciones de 2023.
CAGAR EN UN BALDE
El balance de las elecciones dejó que el bloque PRO + La Libertad Avanza renovó trece bancas en Diputados y mantuvo esa cantidad para finalizar en treinta y en el Senado pasó a dieciséis bancas. No son números malos, de cara a volverse una alternativa competitiva en la Provincia de cara a 2027, pero si consideramos la totalidad de los votantes puede observarse una diferencia de más de un millón de votos a favor de Fuerza Patria es llamativo (que consiguió quórum propio en el Senado y sumó dos bancas más en Diputados pasando a treinta y nueve y quedando a ocho del quórum propio). Asimismo, y en línea con el dato del ausentismo, cabe preguntarse con el votante de la fórmula del PRO en 2023 encabezada por los ahora libertarios, Patricia Bullrich-Luis Petri. ¿Es posible pensar que aquel “voto prestado” en el balotaje se haya sentido defraudado por Milei y antes de votar una opción vinculada al kirchnerismo, prefirió abstenerse? ¿Qué tanto influyeron el ajuste, los vetos, los palos y la represión y, en última instancia, los escándalos de corrupción en la decisión de los votantes? En parte la respuesta a estos interrogantes los deja abiertos Carlos Pagni en su Editorial del programa Odisea Argentina del lunes 8 de septiembre, cuando con datos de la consultora Aresco, plantea que la caída real de votos en la Provincia de Buenos Aires de LLA+PRO entre 2021 y 2025 fue de casi 1,5 millones. Incluso podría interpretarse que el peronismo creció, pero no tanto (unos 375 mil votos más) y el voto a otras fuerzas creció menos aún (unos 273 mil votos), pero la clave subyace en el crecimiento de los ausentes que pasó de 3,5 millones en 2021 a 5,6 millones en 2025, una diferencia de más de 2 millones de personas que no fueron a votar. Este dato no es menor de cara a las elecciones nacionales del domingo 26 de octubre.
Los signos de alarma en el oficialismo no tardaron en llegar. Con los primeros resultados aparecieron mensajes de cuentas afines al ecosistema libertario que cargaban las tintas sobre los votantes que no acompañaron con su voto a los candidatos identificados con La Libertad Avanza. Por ejemplo, en X el Ministro Sturzenegger, El Coloso, hablaba de una supuesta anomalía e irracionalidad de los bonaerenses de no percibir los supuestos efectos positivos del gobierno con cifras cuando menos cuestionables. Ernesto Tenembaum planteó un editorial respecto a este tweet del Ministro sobre el sentimiento que corre entre el oficialismo de una Sociedad “rara e inferior” y la percepción del Gobierno de una realidad que no se ajusta a lo que ve una buena parte de los argentinos. Podría resumirse aquella frase del humorista Diego Capusotto “se creen dueños de un país que odian”.
Sin embargo hubo dos tweets que se viralizaron rápidamente, el del economista Miguel Boggiano y el del empresario cordobés, Lucas Salim, que en esencia apuntaban a lo mismo: las supuestas condiciones de vida paupérrimas de los bonaerenses. Algo así como que los bonaerenses viven una especie de síndrome de Estocolmo electoral en torno a políticos corruptos y no perciben los supuestos beneficios de las políticas que lleva adelante el Gobierno nacional, que podría resumirse con la idea de que “cagan en un balde”. La idea no es novedosa, se usa una idea o concepto para descalificar al otro por una condición que le es impuesta y la elige por gusto o placer. El balde funciona como metáfora para descalificar y estigmatizar a quien no vota ni piensa como aquellos autopercibidos civilizados. El balde sintetiza el desprecio de los unos por sobre los otros. Distinto dispositivo, mismo concepto. El insulto no es inocente, utiliza viejos elementos para estigmatizar al otro, lo minimiza y le asigna un rol de sumisión y aggiorna su discurso en pos de viralizarse a través de los discursos de odio que predominan en las redes sociales.
Basta realizar una búsqueda sencilla para darse cuenta que la expresión carece de fundamentos, siendo que según el Censo 2022, en el Conurbano bonaerense el 87,4% de las viviendas particulares cuentan con “baño con inodoro con arrastre de agua”, mientras que el 57,8% de las viviendas en los 24 partidos del Gran Buenos Aires tienen acceso a la red de desagüe cloacal. Eso sin contabilizar la paralización total por parte del Gobierno Nacional de las obras de acceso al agua, cloacas y saneamiento, que paralizaron obras en marcha por el gobierno anterior y podrían haber mejorado esos indicadores.
Si bien dirigentes como Diego Valenzuela, Intendente de Tres de Febrero y ahora Senador por la Primera Sección Electoral, salieron a poner paños fríos y a relativizar las expresiones, no asume la cuestión de fondo sobre por qué los bonaerenses dieron la espalda mayoritariamente al proyecto de Javier Milei. Aunque parezca trillado, conviene recordar los dichos de James Carville, estratega de campaña de Bill Clinton en las elecciones presidenciales de 1992, It’s the economy, stupid (“Es la economía, estúpido”). En este sentido, así como podría decirse que el proyecto presidencial del Candidato-Ministro, Sergio Massa, naufragó por la situación económica fue justamente por una mala gestión de la inflación y un descreimiento de mejora por parte de los votantes.
Hasta ahora, el Gobierno parece no haber dado acuse de recibo por los resultados adversos. Durante la noche del 7 de septiembre, el propio Milei admitió errores, pero los atribuyó más a cuestiones de armado político que a lo económico, ratificando la vigencia de este último. En respuesta, se anunció una “mesa política” con los mismos funcionarios de siempre (según palabras de Jorge Asís, el triángulo de hierro pasó a ser un hexágono), se revivió al Ministerio del Interior y se convocó a los Gobernadores más afines. Todo esto ocurrió en la misma semana en que el Presidente vetó normas de impacto mediático —la Emergencia sanitaria en el Hospital Garrahan, la Ley de Financiamiento de la Educación Universitaria y Recomposición del Salario Docente— y modificó el régimen del Fondo de Aportes del Tesoro Nacional (ATN), afectando especialmente a las finanzas provinciales. En dos años, los gobernadores deberán refrendar sus mandatos con menos recursos y sin obras relevantes para mostrar. O sea, los están invitando a inmolarse por nada o muy poco.
Los problemas económicos no ceden, aunque la variación mensual de precios en agosto fue del 1,9%, la escalada del dólar registrada en las primeras cotizaciones del lunes amenaza con trasladarse a los precios tarde o temprano, poniendo en riesgo la lucha sin cuartel contra la inflación que el Gobierno presenta como logro palpable ante los votantes. Pero incluso si se mantuviera este control, ¿es suficiente en un contexto de pérdida de empleo y ausencia de inversión pública en salud, educación y obras?
Incluso el frente político no parece estar controlado aunque el Gobierno plantea volver a sus orígenes: desprecio por todo lo anterior, lucha contra la casta y virulencia discursiva (aunque esta vez el Presidente prometió que no habría insultos). Pero ¿cómo se sostiene un relato de purismo y superioridad respecto al resto de la política con los escándalos de corrupción que manchan al entorno presidencial? ¿Cómo se relanza una gestión con las mismas caras de siempre y encima en un Gobierno plagado de internas palaciegas? Si los argentinos no acompañan masivamente al Presidente en octubre, quizás no sea por falta de explicación ni de promesas, sino porque tienen los baldes rebalsados y nadie se ocupó de mejorar sus condiciones de vida.