Pato o gallareta
El Gobierno ha perdido el espejo en que mirarse
Argentina ingresa en territorio desconocido. Sondeos de Opinión como la Encuesta de Satisfacción Política y Opinión Pública (ESPOP), que dirige el Dr. Diego Reynoso en la Universidad de San Andrés, ponen de manifiesto una que sabemos todos: 2/3 argentinas/os considera que el PJ es el principal partido de la oposición. Y en la tarde de ayer, con el rechazo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al recurso de queja presentado por sus patrocinantes, la presidenta del principal partido de la oposición, queda fuera de toda competencia electoral presente y futura, e inhabilitada también de por vida de desempeñar cualquier otro cargo público por designación. No soy abogado, no soy sociólogo. Ese es el hecho político de significación en que me puedo enfocar; en sus significados, y en sus consecuencias.
Una proporción importante de conciudadanos y conciudadanas habrán pensado ayer, al fin se hizo justicia. Una proporción diferente, pero igualmente importante, sostendrá que la decisión de los cortesanos no tiene que ver con la justicia, sino con la intromisión indebida del poder judicial en la selección de candidatos para las elecciones. Cuan grandes son ambas proporciones, seguramente lo sabremos en breve.
Pero quiero destacar dos hechos. El primero, que Argentina es un país que tiene una conflictiva relación con la Justicia en general, y con el poder judicial en particular. Sólo el 2% de la ciudadanía está Muy Satisfecho con el desempeño del Poder Judicial, de acuerdo a la ESPOP; si sumamos a quienes están Algo Satisfechos con ese desempeño, el total asciende sólo al 15%. Si la política es percepción, percepción, percepción, entonces algo huele mal en Dinamarca…
El segundo, quizás algo (no sé cuánto, pero algo) de esa evaluación del desempeño del Poder Judicial se explique por referencia a un facto: cuatro presidentes argentinos han sido condenados en la justicia, y detenidos en consecuencia. Los cuatro pertenecen al mismo partido político. América Latina tiene un espejo relativamente próximo, que como todo espejo, devuelve una imagen invertida. En Perú, para 2023, todos los presidentes vivos habían estado o estaban presos, como consigna Latinobarómetro en su informe anual (Fujimori, Toledo, García, Humala, Kuczynski, Castillo; tres de ellos, conviviendo en ese año 2023 en la misma cárcel de Barbadillo). Cuando el Poder Judicial no distingue banderías políticas, el mal olor de Dinamarca es algo más tolerable.
Al respecto de las potenciales consecuencias, creo, adquiere sentido la sensación de ingresar en territorio desconocido.
En primer lugar, las reacciones de diversas fracciones del peronismo fueron las esperadas; pero otras, dentro del Movimiento (Urtubey, Perotti) o fuera de él, (Bregman), no lo fueron tanto. El periodista Iván Schargrodsky, posteaba ayer en X que, si conocía bien a los personajes (del Movimiento Nacional Justicialista), se sobreactuaría Unidad durante las próximas 72 hs, y luego comenzarían los juegos del hambre. Ese es un polo en el continuo de las posibilidades. Pero otro es una Cristina Fernández fortalecida por la injusticia, proscripta por una Corte de dudosa legitimidad, con más incentivos para ser generosa electoralmente, y convocando a una Unidad que atraiga lo que antes se había alejado. Será pato o gallareta, porque la Avenida del medio está clausurada hasta nuevo aviso.
En segundo lugar, mi percepción es que todos ganan, menos el Gobierno. Ese poder judicial estimagtizado socialmente, puede pararse frente a una porción de la ciudadanía y reclamar que en Argentina no hay privilegios, y que al Tribunal Supremo no le falta coraje para hacer cumplir la ley. El PRO puede colgarse la cucarda de haber iniciado el proceso judicial que ayer termina en Argentina. Clarín también. Elisa María Avelina, que ha vuelto al estudio jurídico los días Martes, pretenderá también mojar una empanada en este asunto. Y ciertamente, sectores desplazados del PJ se taparán los oídos frente al canto de sirenas que provenga del departamento de Barrio Monserrat, y tratarán de quedarse con todo, sin dudas. Incluso CFK es una potencial ganadora en este asunto. Para escribir su biografía política y darle un cierre de moño ¿Qué escenario sería preferible? ¿Ganar por poco en la Tercera sección electoral, enfrentando al Gordo Dan, al PRO y la UCR unidos, en una elección provincial de medio término? O ¿Proscripta por una Corte de amanuenses arrodillados frente a Macri, Clarín, y el Grupo Techint?
El que está medio en ascuas es el Gobierno Nacional. Impedido de reclamar cualquier mérito en la condena, pierde el encuadre más efectivo que pudo articular hasta el momento en el ciclo electoral 2025: hay que sepultar al kirchnerismo y, para ello, somos la mejor alternativa. Ese juego a dos bandas, que pretendía dirimir la representatividad del hemisferio derecho del sistema político vernáculo apelando al voto útil, le funcionó en el territorio macrista por excelencia. Al kirchnerismo, el último clavo se lo puso la justicia. ¿Y ahora?
Hemos sostenido en estas columnas que la batalla cultural es una actividad con fines de lucro a la que podés dedicarte mientras producís resultados de gestión. Por que lo que importa, son los resultados. Conoceremos mañana el menor índice de inflación desde 2020, tal vez; y es de esperarse que el Gobierno salga a domar en redes a los econochantas y los ensobrados como siempre. Pero cuando esa espuma decante, y junio no se haya ido aún, seguiremos apreciando que hay varias tormentas en el horizonte próximo.
Las reservas no crecen, la deuda se acrecienta, y se van terminando los puentes para llegar a ningún lugar. En julio se terminan las facultades delegadas, y lo que no se haya reformado hasta ahora, deberá esperar a un nuevo Congreso que podría comenzar labores, quizás, en marzo 2026.
El PRO, ese que el gobierno desprecia menos que a los radicales, pero ciertamente más que a la propia CFK, será crucial hasta diciembre para pasar reformas, o para defender vetos. Macri envió señales en la última sesión de diputados: su capacidad de daño está intacta. Y aunque habrá acuerdo allí, puede costarle muy caro a un Gobierno que ha perdido, ayer no más, el espejo en que mirarse.