Hemos vivido probablemente durante el último mes uno de los más apasionantes campeonatos mundiales (por lo menos el que recuerdo en mi memoria: el primero fue el mundial de Alemania del año 1974 cuando tenía diez años de edad) desde el inicio de este tipo de competencia allá por 1930: una vez más el futbol demostró su inigualable capacidad de convocatoria con respecto a otros deportes. Así también, una vez más apareció la inevitable referencia a la relación entre el más popular de los deportes y la política profesional, en particular sobre la influencia del futbol sobre los tiempos y dinámicas de la política profesional.

Respecto de este tema, y siento tal vez desilusionar a algunos lectores, cabe señalar que el futbol puede (y suele) tener un resultado contraproducente para la evolución de los sucesivos gobiernos de turno: así, el triunfo de nuestra selección en el torneo de 1978 no impidió la crisis y debacle posterior de la última dictadura, entre 1982/1983, que ha tenido lugar en nuestro país; el campeonato obtenido por la selección argentina en 1986 fue sucedido por la debacle electoral alfonsinista en los comicios de 1987 e hiperinflacionaria de 1989 que culminó con la entrega anticipada del gobierno por parte del entonces presidente Raúl Alfonsín. El éxito reciente en el mundial de Qatar no parece destinado a modificar el difícil desenlace del gobierno de Alberto Fernández.

En esta breve y desordenada presentación permítanme utilizar el futbol (y a la política también) como una interesante metáfora para pensar en el papel de los “tapados” es decir en aquellos personajes que, fuera del radar de los análisis tradicionales de los medios y los formadores de opinión, producen algún resultado no previsto que tiene traducción en algún éxito de corta o mediana proyección.

A casi 40 años de la instauración de la democracia en nuestro país, tenemos una muy rica experiencia de actores no detectados por el radar de la política tradicional; en el comienzo de la transición democrática, a partir de la debacle de Malvinas en junio de 1982, Raúl Alfonsín era un desconocido líder partidario de la Unión Cívica Radical y la política partidaria daba por descontado el triunfo del “más grande partido de Occidente”, en 1988 un dirigente periférico del justicialismo, Carlos Menem, derrotaba al “candidato natural” del PJ Antonio Cafiero e iniciaba su ascendente camino hacia la presidencia de la Nación entre 1989 y 1999. Lo mismo podríamos decir de Néstor Kirchner, Mauricio Macri o Alberto Fernández como ejemplo de la rica tradición de “tapados” de la política argentina: excepciones han sido Fernando De La Rúa y Cristina Fernández de Kirchner.

Luego de la debacle futbolística del mundial de Rusia de 2018 (recordemos producto inevitable de la debacle institucional del futbol argentino que tuvo su máxima expresión con la recordada votación que culminó con un empate en 38 votos de cada candidato sobre un total de 75 votos) se inicia un proceso conducido con un joven entrenador sin experiencia en el cargo en clubes de primera división y que termina representando una alternativa por default para la conducción de la selección nacional: Lionel Scaloni. 

El “tapado” lleva a la Selección Argentina a los más importantes logros deportivos luego de muchos años de frustración (Copa América en 2021, Copa Artemio Franchi 2022 y Copa Mundial 2022), los tapados en la arena política nos han hecho transitar a lo largo de estos 39 años por un ciclo caracterizado por escasos logros (una democracia resiliente) y muchas frustraciones (aumento de la pobreza, mayor desigualdad social, aumento de la inseguridad urbana, etc.). 

He insistido en diferentes conversaciones con colegas y amigos con mi idea de que el radar no estaría todavía detectando al próximo presidente a partir de diciembre de 2023, de la misma manera que Alfonsín en 1983, Menem en 1988/89, Néstor Kirchner en 2003, Macri en 2015 y el propio Alberto Fernández no lo fueron en su oportunidad.

¿Quién será el próximo tapado? ¿Será producto de las PASO o de algún otro video? ¿Estaremos en presencia del futuro Lionel Scaloni de la política nacional o frente a una nueva frustración colectiva?

Probablemente como muchos de ustedes, tengo muchas preguntas, pero pocas respuestas.