El antojadizo juego de las boletas y la urna en el que cada cuatro años nos engalanamos de soberano para elegir presidente, nos ha situado por tercera vez consecutiva en un escenario de ballotage. Expertos y neófitos, periodistas y civiles, olfatean que nos encontramos ante una de las elecciones más decisivas desde 1983, la cual no sólo resolverá qué nombre se le pondrá a la crisis económica, y con la nominación el camino a seguir, sino que también resolverá las características que asumirá el juego en el futuro. La primera vuelta dejó en el camino a una de las fuerzas que habían animado el espacio público en la última década, poniendo en riesgo la supervivencia de una familia ensamblada (con las apariciones esporádicas de una tía problemática) en la cual siempre reinó la desconfianza, y que al parecer pronto comenzará a repartir los vestigios del pasado, y que dejó una estela de huérfanos que deberán madurar vertiginosamente, pues serán actores principales en la resolución de esta partida. 

Milei y Massa tienen la responsabilidad de mover las fichas de este tablero de ajedrez, un enfrentamiento en donde las dos virtudes fundamentales del político se enfrentan en ambos lados de las barricadas, desnudando sus limitaciones. Recordemos que el pensamiento político moderno se funda cuando Maquiavelo reconoce, ante el escándalo de sus ciceronianos contemporáneos, que el príncipe debe tener un carácter bestial, debe compaginar las características del león y del zorro; el primero que permite librarse del peligro del lobo, el que manipula el temor contra los lobos, el que los espanta, es quien simboliza la fuerza. El zorro preserva al príncipe de los lazos, de las trampas, es quien simboliza la astucia. 

En esta zoología política, Milei explícitamente se vistió de león, siguió los designios de este animal de aterrorizar a la lobuna casta política, carácter lobuno dado por la gula y la insaciabilidad. Esta capacidad de asustar que dada por la demostración de la pura bestialidad, para asustar hay que dar la imagen de una bestia que siempre puede hacer cualquier cosa, que no está limitado por las costumbres, por las buenas formas, por las correcciones políticas; contrariamente al zorro, el accionar del león está signado por el no disimulo, por la transparencia de su bestialidad, el león para ser exitoso debe mostrarse como león. La astucia del zorro que Massa encarna, son las que le dan el tono a la artificialidad de la política moderna, el disimulo, la sugestión, la opacidad, la hipocresía. 

Pero en cada virtud reside el precipicio, las mismas cualidades por la que cada animal es halagado por Maquiavelo esconde una debilidad si no se hace un buen uso de las misma. Contrariamente al león, la efectividad de la astucia del zorro-Massa reside, como diría Derrida, en disimular su ser-zorro y fingir no ser lo que es; el zorro es el animal que puede asumir la forma de cualquier otro, pero sólo es efectivo si no muestra la propia. El zorro- Massa no es invisible ante los ojos de los huérfanos, incluso Cristina develó su identidad al presentarlo como fullero, lo que despierta desconfianza. Por otro lado, la mera demostración de fuerzas sin matices, desnuda la amenaza de una motosierra dispuesta a romper todo; y la necesidad constante de atemorizar que personifica el león Milei, impidió un control del temor, una economía del temor. Éste se le escurre por las manos, ante lo cual el miedo se independiza, ignoro si la casta tendrá miedo, pero parte del pueblo sí. La disposición de las próximas elecciones se define en parte en la forma en que ambos puedan disipar el temor y la desconfianza que sus virtudes generan. 

A este esfuerzo antinatural que supone el autocontrol de las propias virtudes, se les suma otra dificultad a ambos pretendientes a la corona, controlar a sus propias tropas. En tanto, en el último mes el descontrol de la generación de temor de Milei contaminó a sus laderos, quienes parecían una selección de personajes de una película de Alex de la Iglesia, proponiendo demostraciones de fuerza en lugares donde no era necesario (desde la ruptura de relaciones con el Vaticano, hasta la posibilidad de renunciar a la paternidad). Massa tuvo que ver como dentro de su partido se desarrollaba una película clase B de corrupción y ostentación, con actores de repartos aficionados como Sofía Clerici, Martín Insaurralde o Chocolate Rigau, lo cual aumentaba la desconfianza.   

El otro terreno de juego en donde se definirán las próximas elecciones es en la lucha por dar significado a la frontera que atraviesa la sociedad; las elecciones se definen en parte, en cuál de los dos jugadores tiene más éxito al significarla. Por el lado de Massa, las elecciones definen la encrucijada ente un proyecto democrático y uno antidemocrático, por lo que la frontera está dada por un cordón sanitario que impida la llegada de un jugador que concibe la ley Sáenz Peña como uno de los orígenes de la decadencia argentina. Por su parte, Milei, luego de la primera vuelta se reapropia del relato antipopulista y propone una lectura de las elecciones a partir de una grieta reloaded, sumando a la desconfianza que despierta Massa el odio de la polarización afectiva que signa hace quince años a nuestro país. Por eso, Massa deberá responder tratando de vaciarse de los símbolos más cargados del peronismo, a la vez que alejarse de la imagen de un presidente actual que está muy sólo y triste y que sabe que el naufrago político es su próximo destino. 

En un país normal, a la que tanto apelaron y apelan dirigentes de todos los partidos, no se podría explicar como un candidato que titubea a la hora de comprometerse con la democracia, que propone medidas hiperbólicas que minimizan las naves espaciales menemistas, que juguetea constantemente con la violencia utilizando la motosierra como metáfora de sus políticas públicas, que llama a sodomizar a la clase política, llega a una segunda vuelta en unas elecciones. Pero cuidado con la extrema confianza de algunos, tampoco en un país normal hay espacio en un ballotage para un ministro de economía con tasas imposibles de inflación, de pobreza, y un largo etc. Lejos estoy de insinuar que el mapa de la senda de la normalidad lo tenía Patricia Bulrich, pero ucronías para otra ocasión. Sin embargo, Argentina no es un país normal, más aún no existe un país normal, por eso este ballotage es totalmente coherente.