“La verdad que esto, como se nota, ha desbordado todas las previsiones que teníamos. Porque esto se organizó por un pedido de algunos vecinos de acá del Parque que querían hacer una charla (…) Entonces pensando que era una pequeña reunión dijimos vamos a hablar con los compañeros, con los vecinos, como bien dijo la Presidenta el otro día, el lugar natural de un militante no es el Gobierno, el lugar natural de un militante son las calles, las plazas, es el pueblo, son los vecinos”. El domingo 20 de diciembre de 2015 Axel Kicillof iniciaba el ritual de la resistencia al gobierno de Macri en un Parque Centenario colmado, entre mates, abrazos y una sonrisa contra cíclica a los tiempos políticos venideros.

Kicillof fue electo diputado nacional por la ciudad de Buenos Aires y mientras batallaba contra las políticas de ajuste promovidas por Cambiemos, comenzó a recorrer la provincia de Buenos Aires, en el ahora ya considerado emblemático Clío de Carlos Bianco. Entre 2016 y 2019 visitó grandes centros urbanos y pequeños pueblos del interior, sociedades rurales y clubes deportivos, atravesó rutas balnearias y caminos rurales. Con la voluntad caminante del peregrino y la vocación pedagógica del docente, transmitió un cambio de época para la política: se requería de una larga conversación de igual a igual, con escucha atenta y explicación paciente entre los diferentes sectores sociales que integran una geografía inmensa y productivamente heterogénea. En una campaña donde la ex gobernadora María Eugenia Vidal era la mimada del círculo rojo y del prime time televisivo, Axel Kicillof dio el batacazo electoral y reconquistó la provincia para el peronismo.

En su gestión, Kicillof promovió políticas activas durante y después de la pandemia: en el primer caso, con una campaña masiva de vacunación contra el COVID-19 recuperando y ampliando la infraestructura hospitalaria y sus capacidades tecnológicas, fortaleciendo los equipos profesionales y mejorando los salarios de las y los trabajadores de salud. En la pos pandemia, hubo una fuerte inversión en obra pública -jardines, escuelas, colegios secundarios, construcción de viviendas, urbanización de barrios populares, cuadras asfaltadas, terminación de rutas, mejoramiento de caminos rurales-, además de políticas de impulso a la producción y al consumo a través del Banco Provincia. Mediante el programa Puentes promovió el dictado de carreras universitarias en los municipios e impulsó los viajes de egresados gratuitos para jóvenes de colegios secundarios. De este modo, la presencia del Estado provincial atravesó toda la geografía de la provincia, impactando con sus políticas tanto en los grandes conglomerados urbanos como en las pequeñas localidades más ligadas a la ruralidad. Ya en el contexto electoral del 2023, el Clío completó su tercera vuelta a la provincia, atravesando capilarmente el territorio, reforzando la cercanía y la promesa de futuro.

Los resultados de estas políticas se expresaron con contundencia en las urnas: Kicillof obtuvo casi el 45% de los votos, diferenciándose por 18 puntos de Grindetti y por más de 20 de Carolina Píparo. Mejoró 8 puntos más que en las PASO y 2 puntos por encima que lo obtenido por Sergio Massa en la provincia. El gobernador ganó ampliamente en los partidos del infinito Conurbano y más allá: frente a un interior provincial pintado casi en su totalidad de amarillo en las elecciones legislativas del 2021, el oficialismo provincial logró revertir ese escenario imponiéndose en centros urbanos muy gravitantes y políticamente opositores como La Plata y Mar del Plata, y en otros de menor tamaño, pero también refractarios al peronismo como Olavarría y Azul. Asimismo, Kicillof triunfó en distritos de diferentes escalas, pero con fuerte peso del voto agropecuario: Chacabuco, Bragado, Rivadavia, Salto, San Pedro, Tres Arroyos y González Chávez, entre otros, lugares donde les habló con el corazón y lo votaron con el bolsillo. Con este fuerte arrastre de su candidatura, el peronismo bonaerense se quedó con 84 intendencias, recuperando 16 que gobernaba la oposición. Esta resonante victoria también puede desbloquear el funcionamiento de la Legislatura, al tener una mínima mayoría con posibilidades de ampliarse a instancias de la fragmentación postelectoral de Juntos por el Cambio.

SI NO CREYERA EN MI CAMINO

El gabinete inicial de Kicillof reflejó ostensiblemente su impronta kirchnerista. Su elenco ministerial provenía de ese sector político. Su configuración no reflejaba la distribución de carteras por espacio político de la coalición nacional y tampoco expresaba en su totalidad la representatividad política del peronismo bonaerense: el sector de los intendentes fue el gran ausente, en tanto que el Frente Renovador no ocupó ningún cargo jerárquico a nivel ministerial. Las carteras del área económica quedaron en manos de los colaboradores más cercanos de Kicillof, quienes ya venían compartiendo trayectorias y funciones con él desde su etapa de ministro de economía de Cristina Fernández de Kirchner. Si durante la pandemia fueron los ministros Daniel Gollán y posteriormente Nicolás Kreplak quienes alcanzaron mayor visibilidad pública, fue en cambio Sergio Berni el funcionario que ganó en varias oportunidades el centro de la escena por episodios que desataron cuestionamientos sobre su gestión en seguridad.

La crisis económica a nivel nacional, los efectos sociales de la pandemia, la ausencia de intendentes en el gabinete y el repliegue del gobernador sobre su círculo de colaboradores más cercanos fueron factores gravitantes, con diferente magnitud, en la ajustada derrota electoral del peronismo provincial del 2021. La consecuencia política más inmediata fue el viaje por demanda de Kicillof a Calafate y la decisión de intervenir el gabinete, dando lugar a un recambio que amplió la representación de los sectores del peronismo bonaerense, ingresando intendentes del Conurbano y dirigentes de La Cámpora. La figura políticamente más relevante de ese nuevo contingente de funcionarios fue Martín Insaurralde, frustrado candidato a la gobernación en el 2019, referente de un grupo de intendentes y socio político de Máximo Kirchner en la conducción del PJ bonaerense. Se abría así la etapa de integración con resistencia(s).

En el marco de la agudización de la crisis económica, la negativa de Cristina Fernández de Kirchner a una nueva candidatura presidencial y la continuidad de las tensiones internas entre los socios mayores de la coalición gobernante, la única certeza en términos electorales era la competitividad de Kicillof. Desde que el espacio opositor apareció fragmentado en Juntos por el Cambio y la Libertad Avanza, el gobernador lideró siempre las encuestas para gobernador, a la vez que era el candidato que más fidelizaba el voto de la Vicepresidenta. En ese contexto, su nombre se propuso una y otra vez desde sectores del kirchnerismo como el mejor candidato presidencial que la coalición gobernante podía promover. Kicillof insistió con su plan de seis años para la provincia y manifestó su vocación para reelegir, mostrando indirectamente su desacuerdo con esa postulación. Si su disidencia fue sutil cuando dejó trascender que “si se lo pide Cristina…”, la resistencia para evitar la sombra de Insaurralde en la candidatura a la vice gobernación adquirió otra musculatura en la fiebre de un sábado por la noche donde se cerraron las listas.

En un contexto de ampliación de las diferencias políticas con el presidente del PJ bonaerense, Kicillof consolidó apoyos líquidos de intendentes peronistas y mantuvo un buen diálogo con los de la oposición, particularmente con los mandatarios radicales.  Asimismo, aglutinó respaldos sindicales, de movimientos sociales y tuvo en algunos intendentes del Conurbano un anclaje político y territorial gravitante. En el baile de la campaña hizo sonar una nota discordante al proponer “una nueva canción”, habilitando una controversia en el kirchnerismo en torno a la renovación del liderazgo de la Vicepresidenta.

Su trayectoria de austeridad personal y transparencia en la gestión pública fue un reaseguro frente al cimbronazo del caso Insaurralde que los candidatos opositores a la gobernación –poco competitivos en términos programáticos- y a la presidencia buscaron capitalizar. En un universo narrativo oficialista donde predominó la polisémica “unidad nacional”, Kicillof reafirmó su identidad política kirchnerista dicotomizando el campo del oficialismo y la oposición en términos de derechos o derecha.

Si bien otros gobernadores peronistas como Felipe Solá y Daniel Scioli obtuvieron su reelección, Kicillof lo logró en el marco de una mucho más compleja situación económica. En términos históricos, habría que remontarse a Eduardo Duhalde para encontrar un liderazgo político con control partidario en la provincia. Ante los nuevos resultados electorales, ¿se mantendrá esa conducción bicéfala del peronismo bonaerense o se unificará en la figura del gobernador? De cara al futuro político del peronismo, los resultados del ballotage definirán, entre otros aspectos cruciales, si Massa y Kicillof compartirán la centralidad del nuevo proceso político o esa posibilidad quede acotada al mandatario bonaerense. Menos incierto es que, de las dos figuras, será Kicillof quien encarne el legado del kirchnerismo en la gestión pública.