Vencedores vencidos
Puede la Argentina ensanchar aún más sus brechas sociales, económicas y culturales? ¿Podemos ser peores como sociedad de lo que fuimos en las últimas décadas? La política gobernante actual, ganadora en la segunda vuelta de 2023 sostuvo que, para volver a ser una potencia (improbable), había que desangrarse aplicar cirugía mayor sin anestesia. ¿Ese es el proyecto de país que impulsan?
Vencedores vencidos, cantada por Lali en el estadio de Vélez, puede ser una aproximación figurada al Indio Solari y los Redondos, de un tiempo a otro tiempo histórico. La letra estaba escrita mucho antes de su grabación y estreno en 1988, se supo hace poco. Era un balance escéptico de la primera democracia: podíamos expresarnos, decir, no cambiar demasiado las cosas. No es una novedad que aún luchemos, treinta, cuarenta años después, por los derechos conquistados en otros tiempos. Las letras no se borran así no más. El preámbulo de la Constitución Nacional puede volver a leerse más de un siglo más tarde, sin temor al anacronismo. Y en el artículo 14 bis, con ese nombre tan hermético, pueden leerse el 17 de octubre y el Cordobazo, y con el mismo texto podemos mirar a la cara a los jubilados que cada semana son apaleados en Plaza Congreso. A mí madre, a tu vieja, a todas las madres y padres que se rompieron el alma para que saliéramos de tantos pozos.
Hace pocos meses, se especulaba que nuestro destino era Perú. Parecernos, convertirnos, quebrarnos en el Perú contemporáneo. Como las sociedades duales de los clásicos latinoamericanos, sin excepcionalidad argentina, sin clases medias. Pero el Perú estaba jodido hace tiempo, quién sabe desde cuándo. ¿Puede la Argentina ensanchar aún más sus brechas sociales, económicas, culturales? ¿Podemos ser peores como sociedad de lo que fuimos en las últimas décadas? La política gobernante actual, ganadora en la segunda vuelta del 2023, apoyada por la mayoría electoral, pero sobre todo empresaria y política, sostuvo un discurso sobre la decadencia nacional. Dijo que para volver a ser una potencia (improbable) había que desangrarse, amputar extremidades, aplicar cirugía mayor sin anestesia.
De forma sistemática, un señor desconocido empezó a repetir, como el voceo de un producto embichado en mala feria americana, que todo era feo, sucio, malo. Que la decadencia, que el fracaso, que la casta, que los ensobrados, que los mandriles. Mientras se producía ese voceo agrio y estigmatizante, un elenco gobernante mediocre, gris, irrelevante, despedía decenas de empleados públicos, cerraba áreas, desmantelaba proyectosy, por lo tanto, echaba a perder capacidades estatales largamente construidas. A su paso, fundía el sistema científico tecnológico, los medios públicos, el cine nacional. Todo ese supuesto sacrificio social, con el engaño de frenar la inflación, solo trajo desempleo, cierre de fábricas, endeudamiento y caída de los salarios. Y la inflación apenas volvió a los niveles previos a la pandemia. Hambre y golpes para los jubilados, abandono y estafa a los discapacitados. Se destruyó el Estado y, de rebote, se destruyó el Mercado.
Una de las escenas más conmovedoras que le quitó, más temprano que tarde, la careta a este gobierno, fue la marcha universitaria del 26 de abril de 2024. Se la recuerda como una de las movilizaciones estudiantiles y docentes más grandes y vibrantes de las que se tenga memoria. Fue una suerte de reflejo social, un límite estruendoso y a la vez frágil, pero estableció un faro sociocultural y señaló un límite, aunque no pudo impedir el ataque frontal a las universidades.
Los recortes, los despidos y la destrucción continuaron su marcha, con apoyos parlamentarios, provinciales e institucionales que no sorprendieron, pero sí lastimaron. Fueron dos años cruentos, penosos, plagados de heridas. Se basureó a la cultura, los derechos humanos, los feminismos y las disidencias, la industria, el comercio, la ciencia, la cooperación internacional, el deporte, el turismo.
A veces, los argentinos somos amigos de las exageraciones, pero no hay duda de que estamos asistiendo al peor gobierno desde el regreso de la democracia. Un gobierno sin vergüenza, sin formación profesional, sin alma ni piedad. Un gobierno corrupto, inepto, agresivo. Se han juntado en una sola alianza lo peor de la política argentina. Nada bueno hay en este gobierno. Ni siquiera una ilusión óptica para aquellos jóvenes que se excitaron con la fantasía digital, cripto, cibernética.
Cuando este desastre nacional termine, recién habrá comenzado lo peor, que será el recuento de daños. No sabremos hasta entonces el tamaño de la desgracia social, estatal, científica, mercantil y financiera que nos estará dejando Javier Milei y su casta de siempre. Hay mucha gente rota en la calle. Hay muchas familias con dramas de salud mental. Hay muchos trabajadores que no llegan a mitad de mes, que no pueden pagar el alquiler, la comida. Hay muchos que ya no tienen trabajo. Hay vendedores ambulantes que tienen menos pedidos, además de menos libertad. Es probable que, esta vez, como en otras ocasiones de nuestra historia nacional, tengamos que salir nuevamente a rompernos colectivamente en una epopeya. Acaso habrá que hacer una revolución. Acaso la plata, la que siempre cruje en la tierra de los ganados y las mieses, tengan que ponerla los de arriba.
El miércoles 17 de septiembre de 2025, será otra jornada histórica para la educación pública. La juventud universitaria sale a la calle, una vez más, para rechazar el veto al financiamiento universitario que el Congreso ya aprobó. La juventud ya no pide, decía aquel Manifiesto Liminar de 1918, exige que se le reconozca el derecho a exteriorizar ese pensamiento propio de los cuerpos universitarios por medio de sus representantes. Está cansada de soportar a los tiranos, proclama el manifiesto reformista, desde hace un siglo.
Por eso cuando Lali canta ensayo general, para la farsa actual, teatro antidisturbios, produce una entonación fantasmal, atemporal. Nos lleva de Vélez a cualquier esquina de hace treinta, cuarenta años. Nos lleva a los dilemas propios de la política democrática en Argentina. Y ahora sigo yo, dice Lali, dice el Indio Solari, porque nos toca. En este tiempo de plumajes blancos.Y todos lo volvemos a cantar, a escribir, a leer, en voz baja, en voz alta, a los gritos, como los lápices de la noche de septiembre que siguen escribiendo, otra vez, con voces propias: un mudo con tu voz, y un ciego como yo. Vencedores, vencidos.