Luiz Inácio Lula da Silva cumplió el pasado lunes 10 de Abril sus primeros 100 días de su tercer gobierno como presidente, el quinto del Partido de los Trabajadores (PT) de los últimos seis mandatos presidenciales. Aunque son varias las señales que ha dado el nuevo gobierno para cambiar el rumbo de lo que había sido el gobierno de Jair Bolsonaro, tal vez lo que más resalte sea la nueva – vieja política exterior de Brasil.

Si durante los dos primeros mandatos de Lula la política internacional brasileña se caracterizó por una nueva y mayor injerencia en el tablero global, durante los cuatro años anteriores el bolsonarismo se encargó de aislar a Brasil del escenario mundial siguiendo la posición internacional de Donald Trump, acercando al país carioca a la categoría de “paria internacional”: poca o nula influencia en los organismos internacionales de decisión, incluyendo deudas millonarias con la ONU y la OCDE; parálisis de los bloques regionales como UNASUR, Mercosur y CELAC; congelamiento del funcionamiento de los bloques internacionales con países emergentes como los BRICS. Fue durante la visita de Lula a Estados Unidos en febrero que manifestó que su objetivo era “recolocar a Brasil en la geopolítica mundial porque durante cuatro años el país se aisló, se automarginó”, ya que Bolsonaro “menospreciaba las relaciones internacionales”.

Siguiendo esta premisa, apenas habían transcurrido tres semanas cuando Lula emprendió su primer viaje internacional a nuestro país con motivo de asistir a la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Como lo había construido en sus primeros años como presidente, Lula entiende que Brasil solo puede pararse en la discusión internacional con voz propia si primero logra articular a la región en ámbitos de cooperación y discusión, constituyendo al gigante sudamericano como la locomotora de la región. Razones no le faltan: Brasil constituye prácticamente la mitad de la población y el territorio del sub continente.

Luego de la visita por Argentina y los encuentros con distintos mandatarios de la región, llegó el momento del viaje a los Estados Unidos, donde se encontró con el presidente demócrata Joe Biden. Entre ambos mandatarios se pudieron encontrar valores compartidos en torno a la defensa de la Democracia, recordando que seguidores de los antecesores de ambos intentaron realizar un golpe de Estado similar durante el periodo de transición presidencial. Por otro lado, entre Lula y Biden comenzaron las primeras diferencias en torno a la guerra de Rusia y Ucrania y el rol de las potencias occidentales con su apoyo a Kiev.

Para finalizar el regreso de Brasil a la geopolítica internacional, Lula arribó el pasado Miércoles 12 de Abril por la noche a Shanghái. Allí, luego de declarar “Estamos de vuelta en la escena internacional después de una ausencia inexplicable”, comenzó con su gira de tres días que culmino el viernes con el encuentro en Pekín con Xi Jinping. Luego de una visita por la planta central de Huawei, el gigante de tecnología en comunicación chino, con el presidente Xi se entablaron negociaciones comerciales, de inversión, y se llegaron a posiciones más cercanas en torno al conflicto ruso – ucraniano, adoptando ambos países posiciones neutrales, rompiendo el aislamiento que Occidente le impone a Rusia y proponiéndose como espacios de negociación para finalizar la guerra.

Para finalizar, de la mano de Lula la expresidenta Dilma Rousseff ha alcanzado un lugar de relevancia en las finanzas internacionales, la presidencia del NBD, el banco de los BRICS, el bloque conformado por países emergentes del denominado “Sur global” que son el propio Brasil, junto con Rusia, India, China y Sudáfrica. En la misma semana en que el PBI de los BRICS superó el peso de las economías del G-7, el nuevo banco se posiciona como una entidad financiera alternativa para las economías en vías de desarrollo, con la posibilidad de acceder a crédito para inversiones en infraestructura por fuera de los tradicionales organismos internacionales de la segunda posguerra.

Este relevante lugar internacional que Lula intenta retomar para Brasil no está ajeno a disputas y tensiones. En el medio de lo que muchos han denominado una nueva guerra fría entre Occidente y China, la posición de Brasil es sumamente compleja. Esta misma semana ha encontrado respuestas desde Estados Unidos sobre la posición de Brasil en el conflicto europeo, aduciendo que estaban “repitiendo como loros la propaganda rusa” desde el Consejo de Seguridad Nacional. De esta manera, con una región y un mundo en una disputa mayor a la que encontró en sus primeros años de presidente a comienzos del Siglo XXI, Lula deberá medir y calcular cada paso para no tropezar en su difícil camino por posicionar a Brasil en el mapa internacional.

Más allá de las disputas y los intereses contrapuestos, de algo estamos seguros: no solo Lula volvió, sino que también volvió Brasil.