Propongo reflexionar sobre dos imágenes acerca del escenario electoral 2019 en la provincia de Buenos Aires. La primera, es la que refiere a María Eugenia Vidal como la encarnación del pos-macrismo y que la ubica como un personaje político más fuerte que el propio Mauricio Macri. Esta imagen se sustenta en que Vidal sacó más votos en la provincia en las elecciones de 2015 y en su capacidad para alzarse al hombro y llevar a la victoria a Esteban Bullrich, un candidato al menos insulso, en las últimas elecciones legislativas. La segunda imagen, responde a la presencia de una “ola amarilla” confirmada en las últimas elecciones legislativas que daría inicio a un camino relativamente tranquilo para los candidatos de Cambiemos en 2019, en especial a los oficialistas en sus distritos.

Resulta una obviedad que el triunfo de Cambiemos sobre la fuerza peronista implica una ruptura profunda para el sistema político bonaerense tal como lo conocíamos. Sin embargo, conviene contextualizar este proceso. En 1983 el radicalismo ganó la provincia y la presidencia. A partir de recuperar la provincia en 1987 el peronismo no volvería a sufrir sobresaltos hasta 1999, cuando Ruckauf se impuso por escaso margen. No casualmente, el año en que el peronismo pierde la presidencia.

Elecciones BA2019:   ni tan resueltas ni tan provinciales

 A partir del acceso de Kirchner a la presidencia, el peronismo se consolidaría progresivamente reafirmando la imagen de imbatibilidad hasta la sorpresiva victoria de Cambiemos. Esto reafirma un punto clave a tener en cuenta: la suerte de la gobernación y la presidencia están fuertemente vinculadas. Así como los destinos de CFK y Scioli estaban atados mas allá de sus propios deseos, lo mismo probablemente ocurrirá con Vidal y Macri. Para tener presente: algo similar ocurre a nivel de las intendencias. En las mencionadas coyunturas de 1999 y 2015 el peronismo perdió el control sobre alrededor del 30% de las intendencias (de gobernar el 70% se redujo al 40% aprox.). Ya sea por su importancia electoral, económica y simbólica o por cuestiones institucionales -la sostenida recurrencia entre elecciones locales, provinciales y nacionales- la provincia de Buenos Aires está más fuertemente vinculada a la disputa nacional que el resto de las provincias. Es decir, a diferencia de lo que ocurre en otros distritos no se puede pensar a Buenos Aires como una “isla”.

Elecciones BA2019:   ni tan resueltas ni tan provinciales

Si esta tendencia persiste, la suerte de Vidal está atada a una buena performance de Macri antes que a sus propias cualidades. Como contracara: el peronismo precisa no sólo unificarse en la provincia sino conseguir un candidato presidencial realmente competitivo.

Respecto a la segunda imagen, es conveniente entender que el sistema político partidario funciona diferente según lo que está en juego: tanto por las decisiones de los electores como por las determinaciones del “aparato”. ¿Qué pasó en Buenos Aires cuando el peronismo perdió las legislativas? El peronismo -dividido- perdió las legislativas nacionales de 1985 y sólo dos años después recuperó la gobernación; perdió en 1997 y 2009 pero sostuvo la gobernación en las subsiguientes; sólo la derrota de 2013 fue seguida de derrota en la gobernación (y el verdugo no fue el mismo en cada elección). Los casos son pocos y no hacen tendencia, pero todo indica que, si bien los resultados de medio término no son inocuos, tampoco son irreversibles para el peronismo.

En síntesis, la elección de 2019 tendrá poco que ver con la de 2017 y estará fuertemente vinculada a la performance de Macri antes que de la propia Vidal y a la capacidad del peronismo no sólo de unificarse en provincia, sino de conseguir un candidato competitivo a nivel nacional.

Doctor en Ciencia Política. Docente- investigador (UNSaM/CONICET).