Vamos a partir de la siguiente premisa, trataremos de vincular lo que acontece en la vida social con la vida particular, y las expectativas de las personas. Desde allí se han elaborado tanto para la ciencia económica como para las ciencias sociales, una forma de interpretar la racionalidad tanto en los actos, como en las proyecciones futuras (desde las expectativas racionales de la/os economistas, hasta la teoría de la acción de las/os sociólogos).

Los condicionantes no sólo están atrapados de un mecanismo puramente instrumental, sino que también ligado a cosmovisiones y representaciones de cambios y continuidades; pero el esfuerzo muchas veces está puesto en lugar de las condiciones de la reproducción vital, y la conducta en torno al voto.

Por ello, es muy atractivo pensar en el Conurbano Bonaerense en una dinámica analítica desligada de la Ciudad de Buenos Aires, pero cuya imbricación va mucho más allá de la lógica política institucional, y que desde los estudios ligados a las problemáticas laborales, permite diferenciarlas claramente; una ciudad ligada a las actividades de servicios, y un conurbano ligado a las actividades industriales en mayor medida. Pero allí también se generan una multiplicidad de actividades de baja calificación, y/o baja productividad, que genera situaciones de precariedad, pauperización y volatilidad de las condiciones y seguridades laborales.

Lo que llamamos sectores marginalizados de los procesos de mayor integración social por consumo, condiciones de vida y laborales; muchas veces se encuentran ligados a fuertes procesos de correspondencia con malos hábitos de vida, acceso inadecuado a servicios institucionales del Estado (salud, educación, justicia, transporte). Y allí, aunque con gran asociación podemos esgrimir una asociación no sólo retórica si no también estadística, de consistencias temporales entre  subjetividad y comportamiento social y político.

La pandemia sucedió luego  de una crisis económica, generando  condiciones de agudización de un panorama no alentador de las condiciones laborales y de ingresos de la población, además de indicadores de la macroeconomía que señalaban resultados deficitarios.

Ello ha llevado a que se condensen en las propias características del Conurbano, preocupaciones que desestabilizan un planteo de un futuro mejor: la discontinuidad laboral y de ingresos y el dificultoso acceso a alimentos básicos; principalmente por la variabilidad de los precios, ante un sector que no tuvo capacidad de variar sus ingresos a fin de afrontar adecuadamente la brecha que se le generaba, principalmente por inflación de alimentos.

El muy completo trabajo del Instituto del Conurbano de Universidad Nacional de General Sarmiento, en su trabajo “Conurbano en el segundo año de la pandemia, Cuarto relevamiento a referentes de los barrios populares en el contexto COVID-19” dirigido por las colegas Verónica Maceira y Alejandra Beccaria; señala con claridad una situación que ya venía informando en estudios anteriores desarrollados a partir del inicio de la pandemia y las medidas de aislamiento. Junto a la preocupación laboral e ingresos, también aparecen el acceso a los servicios de salud, las dificultades generadas por la presencialidad escolar (su regreso visibilizó problemáticas de mayor complejidad como por ejemplo en las áreas de  fonoaudiología, psicopedagogía, violencia hacia  les niñes, entre otros).

También la situación de los jóvenes, ligados al empleo, bajos salarios, ausencia de  conclusión educativa, que luego inciden como dice el informe en “la percepción de inseguridad (que sigue siendo importante en los barrios, cuestión que no es nueva ni se acota al período de pandemia y ocupa en este relevamiento el cuarto lugar en las menciones, con una intensidad algo menor que un año atrás. Por un lado, las restricciones económicas que derivan en hurtos y robos por parte de personas en condiciones de pobreza. Por otro, y en el consumo problemático de sustancias, que contribuiría tanto a hurtos para solventarlo como a situaciones de violencia).

A ello se suma la violencia machista al interior de los hogares, “violencia familiar”; y  luego como lo habíamos visto las condiciones del hábitat, desde las cloacas hasta la recolección adecuada de residuos, impacta sobre condiciones de vida, y sus expectativas.

Un sector social que acompañó al gobierno del Frente de Todos, en un período rápido de tiempo tendió a actuar como lo mostraban los datos ocupacionales de la Encuesta Permanente de Hogares, en nuestro antojadizo paralelismo de “realidades” y “subjetividades”: a través del desaliento, tanto por el pasaje a la inactividad en el mercado laboral, elemento novedoso del mundo del trabajo con la pandemia; y el desaliento al voto, como expectativa de cambio.

El desaliento, como una configuración que disuelve la perseverancia de ciertos actos, el coraje, la esperanza, la energía, y que por otro lado potencia o modifica  (siempre en el plano de lo probable) su expectativa anterior.

Ante los mencionados condicionantes que se han transformado en verdaderas murallas de límites y preocupaciones estructurales, disolverlos es el camino para recuperar expectativas desalentadas.

*Doctor en Ciencias Sociales,  Investigador del Instituto Gino Germani, Universidad de Buenos Aires Director del Departamento de Sociología, Universidad Nacional de Mar del Plata.