Juventud kicillofista: músculo político sin representación efectiva en la Tercera
¿Por qué quienes construyen poder real desde abajo, con vocación de futuro y lealtad al proyecto del Gobernador, no logran acceder a los espacios de representación?
En el ajedrez del cierre de listas para la Legislatura bonaerense, una ausencia vuelve a llamar la atención: la juventud kicillofista de la Tercera Sección Electoral —activa, territorial y con experiencia de gestión— permanece al margen de las listas. No se trata de falta de volumen político ni de cuadros calificados. Por el contrario, existe una generación de funcionarios y funcionarias jóvenes que ha sabido articular con gremios, municipios y estructuras estatales, y que cuenta con capacidad y proyección propia instalándose como Movimiento Derecho a Futuro en sus territorios. Sin embargo, al momento de definir candidaturas, su representación institucional sigue postergada.
Durante los últimos años, la gestión de Axel Kicillof promovió con decisión una nueva dirigencia joven, con fuerte anclaje territorial, formación técnica y compromiso con un modelo de Estado activo. Estos cuadros han consolidado presencia en distritos clave como Avellaneda, Lanús, Quilmes, Esteban Echeverría y Florencio Varela. Sin embargo, y a pesar del despliegue sostenido, vuelven a ocupar un lugar marginal en el armado legislativo de la sección.
¿Por qué quienes construyen poder real desde abajo, con vocación de futuro y lealtad al proyecto del Gobernador, no logran acceder a los espacios de representación? Parte de la respuesta puede encontrarse en lógicas tradicionales que aún persisten a la hora de definir candidaturas. Las listas siguen siendo, en gran medida, terreno de estructuras consolidadas, acuerdos entre sectores históricos o repartos entre referentes territoriales, que muchas veces excluyen a quienes expresan una renovación generacional concreta.
La juventud que milita con Kicillof ha demostrado solvencia en la gestión, madurez política y una clara identificación con el proyecto de ampliación de derechos y desarrollo con inclusión que impulsa el gobierno provincial. Lo que está en juego no es una banca más o menos, sino la posibilidad de que esa identidad política tenga voz y voto en los espacios legislativos donde se define el rumbo de la Provincia.
Casos como los de Ezequiel Berrueco, Ayelén López o Macarena Kunkel —por nombrar algunos— son ejemplo de una generación que ya gestiona, que construye en los territorios y que combina conocimiento técnico, visión política y compromiso social. Su incorporación a la Legislatura podría haber significado un aporte real para oxigenar el debate y renovar las formas de representación.
Postergar una vez más esa inclusión no solo es una decisión difícil de justificar: también implica desaprovechar una reserva política con iniciativa, sensibilidad social y firmeza doctrinaria. En un contexto de profunda desafección con la política, subestimar a quienes podrían renovar desde dentro es, además, una señal contradictoria hacia dentro y hacia fuera del espacio.
La discusión no es menor. No se trata solo de nombres o edades, sino de qué proyecto se pretende consolidar. En esta oportunidad, lo que se sostuvo en la sección parece estar más vinculado a estructuras tradicionales que a la juventud que expresa el kicillofismo. Una juventud que no llegó al Estado por azar ni acomodo, sino por militancia, formación y compromiso con una idea de Provincia que recupere protagonismo territorial frente al avance de sectores como La Cámpora o el massismo en la Legislatura.
El cierre de listas dejó la sensación de una oportunidad perdida para el armado del Movimiento Derecho a Futuro. En momentos donde los discursos antipolíticos avanzan y el oficialismo enfrenta desafíos complejos, el peronismo contaba con una herramienta concreta para recuperar entusiasmo: sus juventudes. Sin embargo, lo que terminó consolidándose fue un esquema que prioriza a tres intendencias con dificultades en sus distritos y una agenda que probablemente será interpelada con fuerza desde la oposición libertaria, que ya eligió un ex comisario para disputar en una zona del Conurbano marcada por la inseguridad y el malestar social.
Ya no alcanza con militar, gestionar y comunicar. Hacen falta definiciones políticas que expresen con claridad el trasvasamiento generacional tantas veces invocado. Porque un músculo político que no accede a representación institucional corre el riesgo de perder fuerza. Y con él, se debilita también una de las apuestas más genuinas de futuro que tiene el proyecto provincial.