Las inmediaciones de la calle 19 entre 513 y 514 nunca encendieron temperatura. El Gobierno había decidido no convocar a los cada vez menos fanáticos que deciden poner el cuerpo en la calle, y prefirió que la militancia agorera fuera íntegramente de redes sociales.

Desde las calles 510 hasta la 516 de la ciudad de Gonnet, todo se mantuvo cortado con mayor presencia de gendarmes que de algún fanatico que prefiriera evitar las frías temperaturas nocturnas de La Plata. Solo unos diez simpatizantes se acercaron con una tímida bandera para avivar a sus referentes.

Todo un síntoma de la debacle que se venía: a la bala del mal manejo económico, se le sumaba el "3 por ciento gate", un golpe que dejó knock out al Gobierno para dar cualquier tipo de respuesta en territorio bonaerense.

Párrafo aparte, el "corralito" que ya llegó a la Argentina. El de los periodistas. No importa de qué línea editorial fueran los propios cronistas ni los medios de comunicación para los que trabajaran. Tres, cuatro horas arrinconados en un cubículo de escasos metros cuadrados, resguardandose con tres estufas a gas que poco podían hacer contra el frío insoportable de los suburbios platenses. Ni siquiera un baño. Es lógico. Para el Gobierno este colectivo es uno de sus tantos enemigos, pero con este se desquita de todas sus desgracias. Todavía no los odia lo suficiente.

La provincia pintada de violeta que no fue y la bala que sí entró

Mientras tanto, los rumores de que el armador Sebastián Pareja no quiso mostrarle al Presidente los contundentes números del fracaso bonaerense ya se esparcían por el aire.

Que ningún funcionario de primera línea, ni tampoco nadie de los candidatos que se jugaban la elección quisieran dar la cara comenzaba a decir algo.

Un puñado de caras visibles "libertarias" se acercaron a intentar dar la cara en la derrota pero poco podían hacer para tapar el clima de sepultureros que había en el Hotel Vonharv. Por la entrada pasaron Leila Gianni, Florencia Arietto y Lilia Lemoine.

Esta última visiblemente con mirada perdida, y hasta abstraída de cualquier reflexión sobre la crisis que engendraba el Gobierno. De hecho, se acercó a ese "corralito" de periodistas porque confundió a una colega con una amiga que supuestamente quería saludarla.

"No importa el resultado, importa la batalla", se limitaba a repetir ante la consulta recurrente de la prensa para que analizara el vendaval de votos que le dijeron a LLA "no pasarán". "¿Qué quiere decir perder?, insistía la diputada que deambulaba entre el shock y la disociación.

X de Diagonales

Algo con lo que un Gobierno que vive y se desvive en su microclima, en su mundillo de la rosca virtual y la conspiración interna no puede lidiar. Es hasta una negación psiquiátrica.

Basta con presenciar la parafernalia de lo que fue el megaoperativo de seguridad para las menos de dos horas que estuvo Javier Milei en la capital provincial.

Un Presidente que sin todos esos efectivos no se puede mover a ningún lado. Menos a las calles del Conurbano, como quedó demostrado tanto en la corta campaña proselitista como en la votación.

Una vez juntada la primera plana "libertaria" se esperaba la confirmación de unos resultados que pasaron del estado de poco alentadores a verdaderamente una catástrofe.

La mesa chica presidencial debía ensayar un discurso que lo encuentre competitivo para la elección nacional de octubre. Pero que a la vez no le hiciera torcer el brazo frente a su electorado duro, que no toleraría un mensaje en el que el Gobierno tomara nota del mensaje contundente de las urnas.

Y esa fue la síntesis de los poco más de seis minutos en los que el Presidente comenzó de forma auspiciosa, para luego caer en su mantras cotidianos.

La provincia pintada de violeta que no fue y la bala que sí entró

Acompañado de sus funcionarios y de Karina Milei y Santiago Caputo, sus máximos sostenes programáticos, el Presidente subió a dar un discurso que se volvía más necesario que nunca para aplacar las horas de tembladeral que se asomaban en el horizonte.

Quizás por la tormenta que puede venir de los mercados financieros, el ministro de Economía Luis "Toto" Caputo, alias "el mejor ministro de la historia" no acompañó al mandatario en el escenario.

Tampoco estaba Guillermo Francos, que en la semana se había cruzado feo con El Gordo Dan y las Fuerzas del Cielo.

Esta vez no hubo mención ni para Santiago Caputo. Menos para Karina. La secretaria General de la Presidencia, figura estelar del armado de LLA en PBA, estaba alejada del centro del escenario, y fue el puntal de la derrota, por la baja en la imagen de la gestión nacional, al calor de los audios de Diego Spagnuolo.

En un discurso visiblemente orquestado por Santiago Caputo, Milei comenzó su alocución con una postura más sobria , serena y analítica. Planteó que ese era "el piso" con el que LLA comenzaba su carrera hacia la segunda escala electoral del 26 de octubre.

Pero rápidamente, sin sacarse ni mostrar ataques de ira, el discurso volvió a orillar la tozudez clásica del manual "libertario". Si bien había augurado una "profunda autocrítica", la paliza que le propinó el peronismo no admitía "flaquezas", según la rudimentaria y básica estratagema "libertaria".

"El rumbo por el cual fuimos elegidos en el año 2023 no se va a modificar sino que se va a redoblar", fue el preludio para ese pasaje donde la autocrítica se había ido al demonio. Retomó una cita de Winston Churchill, y, para el jefe de Estado, era deber dar una muestra de "coraje" ante la adversidad.

La provincia pintada de violeta que no fue y la bala que sí entró

Minutos después de las 10 de la noche, Javier y Karina se iban acompañados por sus padres. Detrás de ellos, todos sus funcionarios y, por todos lados, efectivos de Casa Militar.

Todo muy rápido, muy corto. Como intentando lograr que el mal trago de la noche de domingo se acabara rápidamente. Milei suele ver ópera en la Quinta de Olivos acompañado de sus amigos (también de operadores mediáticos y económicos lacayos) en este momento de la semana.

Ahora estaba siendo protagonista estelar de su propia película de terror.