A casi tres meses de iniciada la cuarentena obligatoria por coronavirus en el país, la principal discusión construida en el escenario político es, sin duda, las posturas asumidas entre las restricciones o flexibilizaciones de actividades. En ese plano, Provincia de Buenos Aires y CABA se posicionaron en los últimos tiempos como los principales termómetros en la lucha sobre cómo lidiar con la urgencia de la salud, al mismo tiempo que se proteja el movimiento económico. Un dilema que, de un lado y otro de la General Paz, tuvo sus vaivenes.

Como piezas constitutivas del AMBA, los territorios gobernados por Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta se convirtieron en el ojo del huracán al concentrar ambos la mayor aglomeración poblacional y unos de los mayores polos productivos y económicos del país. Una combinación de alta complejidad para lidiar con el avance del COVID19.

En ese aspecto, Kicillof y Rodríguez Larreta apostaron de manera inicial a un acuerdo mutuo –Alberto Fernández de por medio- de priorizar de manera inmediata el cuidado extremo de la salud de los argentinos y no poner en duda la cuarentena. El correr de las semanas, en cambio, comenzó a mostrar los claroscuros sobre los criterios de cada gestión para avanzar con la medida.

Cabe recordar que fue Axel Kicillof quien apostó a una postura de total intransigencia con las mentadas “flexibilizaciones”, posición que contó con el aval de los intendentes peronistas bonaerenses, quienes comenzaron a tomar protagonismo clave como interlocutores con el mandatario bonaerense. Basta recordar el comunicado firmado por todo el coro de jefes comunales bonaerenses, para ratificar el apoyo y acompañamiento a la decisión el Ejecutivo provincial. El freno total de toda actividad laboral y circulación poblacional –incluso a fuerza de intervención policial- se convirtieron en la regla de oro de la Provincia.

Distinto fue el perfil que cobró la gestión del jefe de Gobierno porteño, quien poco a poco comenzó a deslizar sus intenciones de avanzar con paulatinas liberaciones de la actividad en el sector comercial, medios de transporte, deliverys, entre otros puntos, bajo el argumento de poder “reactivar la producción cuanto antes”. Esta posición, en tanto, iba en sintonía con la retórica de Juntos por el Cambio, en especial con los sectores más beligerantes que encontraron en esa idea una base de confrontación política directa con el Gobierno.

No obstante, el paso de los días y las complejidades que se suscitaron hicieron que tanto un mandatario como el otro experimentaran virajes mutuos respecto del rumbo inicial. En otras palabras: ni Kicillof se negó del todo a flexibilizar, ni Larreta devino tampoco en un “anticuarentena”. De manera intencional o no, la actualidad encuentra a ambos mandatarios en un intento por lograr un equilibrio que, hasta el momento, recibe tanto respaldo como críticas.  

A mitad de camino, Kicillof presentó la novedad de la cuarentena administrada, acaso primer cambio efectuado en su gestión, donde abrió la posibilidad de que cada región de la provincia pudiera manejar el aislamiento acorde a sus particularidades. La medida fue un gesto hacia las demandas de los 135 intendentes que, entre el conurbano y el interior, poseían realidades muy díscolas frente a la pandemia. En las últimas semanas, más allá de las advertencias sobre una “normalidad que no existe más” y a la cual “no hay vuelta atrás”, Kicillof comenzó a mostrarse en público para reabrir espacios de trabajo en el sector industrial, tal como sucedió en zonas como Campana, Pacheco, Zárate y Tigre.

Por su parte, la postura pro-reactivación inicial del Larreta generó fuertes controversias a nivel general. Si bien Juntos por el Cambio mantiene el foco puesto en el trabajo –así fue el acompañamiento de referentes cambiemitas bonaerenses como Jorge Macri o Julio Garro- Larreta comenzó a tropezar con la realidad de su propio distrito. Las críticas generalizadas de los intendentes del conurbano que vieron en la flexibilización de CABA una bomba de tiempo para sus municipios, se sumó al estallido de casos ocurridos en las villas y barrios populares de la Ciudad. Hoy, las villas y asentamientos porteños condensan casi la mitad de contagios de toda la Capital Federal.

Poco a poco, Larreta comenzó a poner el pie en el freno y girar hacia una actitud de mayor restricción. El mensaje fue recibido por la opinión pública, a tal punto de que el jefe de Gobierno porteño también fue blanco de protesta de la “marcha anticuarentena” desarrollada el fin de semana pasado en el microcentro.

En tanto, la última semana fue clave para observar el viraje de Provincia y Ciudad. Una reciente resolución emitida desde Casa Rosada oficializó la apertura de actividades laborales en 8 de los municipios más densos del AMBA: Hurlingham, San Miguel, San Isidro, San Fernando, La Plata, Ituzaingó, General Rodríguez y Berazategui. Por otro lado, el propio Larreta ahora parece mostrar su fase más intransigente con los pedidos de flexibilización y hasta advirtió que CABA podría “volver para atrás” en sus medidas de prevención, un mensaje impensado hasta hace algunas semanas.

Mientras desde la oposición buscan confrontar en base a la cuarentena y el Gobierno intenta unificar criterios, Provincia y Ciudad parecen ser el ejemplo claro de los vaivenes operativos provocados por la pandemia. Por el momento, salud y trabajo siguen siendo la disyuntiva principal de los dos principales mandatarios del AMBA.